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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Quiero hacerte el amor con las luces encendidas!". Así le dijo Babalucas a su novia. Y añadió: "¿Acaso es eso tan difícil de entender?". "Está bien -suspiró ella-. Puedes prender la luz interior del automóvil. ¡Pero no necesitas tener encendidos los faros delanteros!"... El doctor Ken Hosanna habló con su infortunado paciente: "Le queda a usted poco tiempo de vida, don Ultimio. Si me permite un consejo, cásese''. Pregunta con ansiedad el lacerado: "¿Eso me prolongará la vida?''. "No -responde el facultativo-. Pero hará que el tiempo le parezca más largo''... El gallo estaba haciendo malabarismos con seis huevos. La gallina les dice a sus amigas: "¡Qué tierno es! ¡Me encanta verlo cuando juega con los niños!''... Don Algón perseguía alrededor del escritorio a su linda secretaria. "Por favor no corra tan aprisa, señorita Rosibel -le pide entre jadeos-. Acabaré tan cansado que de nada servirá ya que la alcance''... El tipo llegó al departamento de su amiguita, y sin ningún preámbulo o foreplay comenzó a hacerle amor. Le dice ella: "¿No me das por lo menos un besito?''. "Imposible -contesta el tipo meneándose más aprisa-. Dejé el coche en doble fila y con el motor andando''... Comentó Capronio, sujeto desconsiderado: "Mi abuelo murió de cataratas". Preguntó alguien: "¿Lo operaron?". "No -aclara Capronio-. Lo aventaron". Llovía en forma torrencial, y la señora se espantó al ver a su marido en el jardín, exponiendo a la lluvia su anatomía de la cintura abajo. "¿Qué haces, Languidio! -le preguntó con asombro-. ¡Mojándote así vas a pescar una pulmonía!". Explica el añoso señor con feble voz: "Es que dicen que con la lluvia todo cobra nueva vida''... Viajaba un sacerdote en avión. Le pregunta su vecino de asiento: "Perdone, señor: por qué lleva usted el cuello de la camisa con lo de adelante para atrás?''. "Es que soy padre''- contesta el sacerdote. "¿Y eso qué? -replica el otro-. Yo también soy padre, y llevo el cuello de la camisa como se debe llevar''. "No me ha entendido usted -sonríe el sacerdote-. Soy padre, pero de miles de hijos''. "Ah caray -se inquieta el otro-. Entonces lo que debería llevar con lo de adelante para atrás es el pantalón''... Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, está recibiendo ayuda psiquiátrica. Todos los miércoles, de 5 a 6 de la tarde, acude al consultorio de un analista a recibir terapia para dejar de beber. El tratamiento ya dio resultado: Empédocles ha dejado de beber todos los miércoles de 5 a 6 de la tarde. Un pobre hombre fue asaltado, y su atacante lo golpeó hasta dejarlo sin sentido. Pasó por ahí un grupo de funcionarios de Derechos Humanos. Vieron al infeliz que estaba ahí, tendido, y uno de ellos dice muy preocupado: "Colegas: necesitamos encontrar al hombre que hizo esto. ¡Está necesitado de ayuda!". No vayas a figurarte que esto va con intención. Siento un enorme respeto por los derechos humanos, y tengo en alta estima a quienes los defienden. Me preocupo, eso sí, cuando advierto que en algunas ocasiones los derechos de los victimarios son puestos por encima de los derechos de las víctimas. A veces el culpable es objeto de mayor protección que el inocente. Los derechos humanos están de moda, es cierto, y son ahora lo políticamente correcto; pero no se deben mover los platillos de la balanza, ni alterar el sentido de las cosas, para justificar algún empleo o comisión, o para obtener lucimiento personal. A los derechos humanos, digo yo, se les puede aplicar una fórmula algebraica. En álgebra, lo aprendimos en la secundaria, más por más da más; menos por menos da más; más por menos da menos, y menos por más da menos. Aplicando esa fórmula digamos: "Si al que hace el bien le va bien, eso está bien. Si al que hace el mal le va mal, eso está bien. Si al que hace el bien le va mal, eso está mal. Y si al que hace el mal le va bien, eso está mal". Cuidemos de no falsear el concepto de derechos humanos, y evitemos que su defensa beneficie indebidamente a quienes andan chueco. Cristóbal Colón, marino genovés, le envió una carta a la Reina Isabel. En ella le informó: "Hubo un motín a bordo, y me vi obligado a colgar a mi piloto Juan de la Cosa". En tono de reprensión le contestó la soberana: "Castigo extremo. Debisteis haberlo colgado del cuello". (Nota: Para no vulnerar sus derechos humanos). FIN.

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