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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El señor y la señora tenían ya nueve hijas. Una tras otra fueron viniendo las niñas, año tras año. Los esposos estaban felices con sus pequeñas, claro, pero ansiaban tener también un hombrecito, de modo que cada año encargaban otra vez con la esperanza de que el varoncito les llegara. Por fin sus anhelos se vieron realizados, y la señora dio a luz un niño. Aquello fue un delirio de alegría. A los extasiados padres no les cabía en el cuerpo la felicidad; estaban ambos en el máximo culmen de la dicha. Tres semanas después del nacimiento del bebé, uno de los muchos amigos que fue a darles la enhorabuena le preguntó al orgullosísimo papá: "¿A quién se parece el niño? ¿A ti o a tu esposa?''. "Créeme que no lo sé -responde el señor perplejo-. Todavía no le veo la cara''... Una señora les contó a sus amigas: "Me sucedió algo muy raro con mi esposo. Jamás se acuerda de las fechas importantes, así que ayer, cuando estábamos desayunando, le pregunté: '¿Ya sabes qué día es hoy?'. 'Naturalmente que lo sé' -me contestó-. Y se fue a jugar al golf con sus amigos. A media mañana me mandó un ramo de flores. Cuando llegó a la casa me obsequió un collar precioso. En la noche me llevó a cenar y a bailar''. Le preguntó una amiga a la señora: "¿Y qué celebraban ese día?''. "Nada -contestó ella-. Pero es el mejor Día del Trabajo que he pasado en mi vida''... Día llegará en que se abrogue la viciosa legislación que ahora permite la existencia de partidos políticos que nada tienen de partidos, y sí mucho de negocios personales o de familia. No abogo, naturalmente, por un sistema semejante al que priva en Estados Unidos, por el cual los ciudadanos se dividen en demócratas y republicanos, liberales y conservadores. Nuestra raíz latina hace que aquí sea más vasto el espectro político. Solía decir De Gaulle que en cada francés hay un partido político. En cada mexicano hay por lo menos dos, pues cada uno jala por su lado, y a veces por dos lados distintos. Indigna, sin embargo, la existencia de esos partidejos que son propiedad privada de un solo individuo -o individua; la Academia autoriza el femenino-, de los cuales sus detentadores obtienen lucro inmoral a costa de los contribuyentes. El problema es que esa legislación que digo fue hecha por los partidos a la medida de su interés y conveniencia, y sus dirigentes podrían decir lo mismo que dijo alguna vez Fidel Velázquez refiriéndose al poder que mantenía el PRI: "Tendrán que venir a quitárnoslo con las balas". No se necesitaron balas, sino votos, para sacar de Los Pinos al partidazo aquel que se creía invencible, de modo que quizá alguna vez, por voluntad de los ciudadanos, pueda cambiarse esa legislación que permite que en una nación tan pobre como México existan partidos cuyas prerrogativas no tienen parigual en ningún país del mundo. Llega una señora con el abogado y le dice: "Vengo a verlo, licenciado, porque mi esposo murió intesticulado''. "Querrá usted decir 'intestado', señora'' -la corrige amablemente el jurisperito. "No, licenciado -replica la mujer-. Mi marido sí hizo testamento. Yo hablo de la causa de su fallecimiento''... Liriola, joven secretaria, empezó a perder la línea de la cintura. Muy apurada le dio la noticia a su jefe, con el que había tenido más trato que el de la oficina: "¿Recuerdas que cuando llegué aquí me dijiste que en este trabajo crecería? Ahora ya sé de dónde voy a crecer". El marido le preguntó a su esposa: "¿Qué regalo quieres que te compre en tu cumpleaños, Gastarina?''. "No te molestes en comprarme un regalo -le dice ella-. Con una tarjetita es suficiente''. "¿Una tarjeta de felicitación?'' -se asombra el tipo. "No, de crédito'' -aclara ella-... Floribelia, linda chica, le dijo a Rosilí: "Ir en el Metro es para mí como una ceremonia religiosa''."¿Por qué?'' -se sorprende Rosilí. Explica Floribelia: "Siempre hay imposición de manos'' ... Dos coristas hicieron una cita con sendos músicos de la sinfónica. Al día siguiente intercambiaban sus respectivas impresiones. "El mío era violinista -dice una-. ¡Qué romanticismo! ¡Qué temperamento! ¡Qué expresión!''. "En cambio el mío -se queja la otra- toca el corno''. Le dice la amiga: "¿Y eso te molestó?". "Claro que sí -responde la muchacha-. Cuando los cornistas tocan ponen el puño cerrado en la salida del aire. ¡Y cuando éste me tocaba quería hacer lo mismo'!'... FIN.

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