Manilito Pajonero, joven enteco y escuchimizado, le hizo esta íntima confesión a una amiga: "Cuando era yo adolescente incurría dos veces diarias en placeres solitarios. El médico de la familia me advirtió que si seguía haciendo eso acabaría en idiota". Le dice la muchacha, compasiva: "Y no pudiste parar ¿verdad?"... Babalucas se consiguió un empleo. Le preguntó su esposa: "¿Y son largas las horas de trabajo?". "No -contesta el badulaque-. Son como todas; de 60 minutos cada una"... Usurino Matatías, sujeto avaro y cicatero, le contó a un amigo: "Mi mujer me pidió para su cumpleaños una tele con pantalla más grande que la que tenemos. Lo que hice fue acercarle más la silla al televisor". (¡Ni siquiera sillón le tenía a su esposa el desgraciado!)... El doctor Salvador de Hoyos, proctólogo eminente, recibió la visita de un señor que se quejaba de sentir ciertas molestias en el antifonario, pandero, culata o traspuntín. Examinó el médico la región de su especialidad, y cuál no sería su sorpresa al observar que de ella salía un cordoncito. Con el mayor cuidado tiró de él, y su asombro se volvió mayúsculo cuando, atado al extremo del cordel, salió un buqué de rosas rojas. "¡Recórcholis! -exclamó el protomédico, quien por esos días estaba leyendo a los hermanos Álvarez Quintero-. ¿De dónde vino esto?". "Yo que sé -responde el paciente-. ¿Por qué no mira la tarjeta?"... Es peligroso acallar una voz: eso puede causar un vocerío. Tal fue lo que sucedió en el caso de Carmen Aristegui. No es poca cosa que un diputado, sea quien sea ese diputado, despliegue en la Cámara una manta con un pronunciamiento acerca de un presidente, sea quien sea ese presidente. Eso es noticia. Lo único que hizo la respetada periodista fue cuestionar al Gobierno acerca de la afirmación hecha por el tal diputado. Ciertamente el señor Fernández Noroña carece de toda autoridad moral para hacer señalamientos. Si sus rupestres usos y costumbres fuesen calificados en una escala del cero al 10, este señor sacaría un menos 2014. Abusa ilimitadamente de sus limitaciones, y vaya que tiene un riquísimo catálogo de pobrezas mentales. Cualquiera podría decir que el comportamiento de ese curioso personaje es con frecuencia motivo de vergüenza para la legislatura de la cual forma parte, y una de las mayores evidencias del subdesarrollo político que arrastra este país, y que a este país arrastra. Sus palabras, entonces, no deberían tomarse en cuenta. Aun así, Noroña ostenta un cargo de representación, y sus expresiones, por lo tanto, constituyen materia informativa. No tengo elementos para afirmar que el despido de la señora Aristegui obedeció -en el sentido más estricto del verbo obedecer- a una intervención del poder público. De ser así, tal injerencia habría sido muy desafortunada. Lo acontecido pudo haber quedado en uno más de los acostumbrados excesos del folklórico señor y en una comedida solicitud de información por parte de la comunicadora. Pero el hecho se magnificó, y el diputado de marras vio conseguido su propósito, pues por causa del despido de la periodista la opinión pública nacional, y la internacional, se preguntan ahora si es cierto lo que en su manta dijo aquel a quien muchos califican de mero barbaján. Hago llegar mi solidaridad a Carmen Aristegui. Cumplió su función de periodista. Este despido es una condecoración más en su carrera.... Sigue ahora un relato de color subido... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, conoció en un bar a una atractiva cincuentona, y trabó conversación con ella. Después de varias copas le dijo la mujer: "¿No has pensado nunca en tener sexo con una madre y su hija?". La insólita pregunta pilló descuidado al erotómano. A pesar de su libídine extremada jamás había pasado por su mente tan pervertida idea. Consideró, sin embargo, que si la mujer estaba todavía de muy buen ver, seguramente su hija estaría de mejor tocar. Respondió entonces: "Muchas veces he fantaseado acerca de eso". "Pues esta es tu noche de suerte" -le dijo con sonrisa sugestiva la señora. Fueron a la casa de ella. Entraron. Y grita la mujer: "¡Ya conseguí uno, mami!"... FIN.