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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En el consultorio la joven señora empezó a vestirse. Con amplia sonrisa de satisfacción le dice al guapo médico, que igualmente se estaba vistiendo: "¡Caray, doctor Fecundino! ¡Yo siempre había creído que la inseminación artificial se hacía artificialmente!''... En la clase de Zoología el maestro pregunta: "Pepito: ¿puedes nombrar cuatro miembros de la familia de los cánidos?''. "Sí -responde Pepito-. El papá, la mamá, el hijo y una tía''... Dulcilí, muchacha ingenua, casó apuradamente con Simpliciano, un compañero de oficina tan cándido como ella. Sucedió que -inocentes y todo- tuvieron un trance de amor en la mismísima oficina donde trabajaban, y a consecuencia de tal encuentro ella iba a ser mamá. Cumplido el término natural Dulcilí dio a luz tres robustos bebés. "No me lo explico -le decía muy pensativa a Simpliciano-. ¿Por qué tuvimos triates, si nada más lo hicimos una vez?''. "Es cierto -le explica él-. Pero recuerda que lo hicimos sobre la copiadora''. Otros novios llegaron también muy jóvenes al matrimonio. Quizá demasiado: en el banquete de bodas sus respectivas mamás les dijeron que no les darían pastel si no se comían primero toda la ensalada... Rosilita le grita a su mamá: "-¡Mami, mami!''. "Ya te he dicho, hija -la reprende con calma la señora-, que nunca hables agitadamente. Cuando te sientas nerviosa cuenta hasta diez antes de hablar''. "Está bien -acepta Rosilita-. Una... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis... Siete... Ocho... Nueve... Diez... ¡Mami, mami! ¡¡¡Traes una tarántula en la espalda!!!''... Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue con don Languidio, senescente caballero, a dar un paseo en automóvil. A sugerencia de la dama el añoso señor detuvo el coche en un romántico paraje. Sin embargo no dio trazas de interesarse sentimentalmente en su compañera. Le pregunta la señorita Himenia: "Dígame, amigo mío: ¿en qué se gana usted la vida? Porque tiene vida ¿no es cierto?"... La virtuosa muchacha resistía tenazmente los requerimientos de su salaz galán. "¡Anda, Pudicia! -insistía él-. ¡Vamos a hacerlo!''. "¡No!'' -respondía ella una y otra vez. Y él, con vehemencia: "¡Hagámoslo! ¡Te aseguro que no habrá ninguna consecuencia!''. "¡Ya te dije que no!'' -repetía ella. A fin de convencerla recurrió el tipo a un último argumento. Preguntó a la muchacha: "¿Lo harías con dispositivo anticoncepcional?''. "Tampoco'' -replicó ella-. ¡Si contigo no, con otro menos!''... Tengo a orgullo escribir en los periódicos del Grupo Reforma. Quienes de él formamos parte gozamos siempre de plena libertad. Tres décadas llevo ya aquí, y jamás, nunca, he recibido una consigna para escribir en tal o cual manera, ni he sido objeto de censura en mi labor. Nadie sabe lo que el destino guarda, o si guarde algo en estos tiempos en que ya nadie guarda nada, pero me gustaría acabar mis días de escritor en esta generosa casa. Asistí el otro día, en Monterrey, a la reunión en la cual quedaron instalados los nuevos consejos editoriales del periódico "El Norte". Formados por ciudadanos representantes de los más diversos sectores de la sociedad -empresarios, amas de casa, intelectuales, estudiantes, profesionistas, comerciantes, obreros, deportistas- esos consejos orientan y enriquecen la labor editorial del periódico, y llevan a él la voz y las inquietudes de la comunidad. Ante los consejeros, el director general del Grupo, Alejandro Junco de la Vega, hizo un análisis profundo de la realidad actual de nuestro país; analizó las causas de la difícil situación por la que atravesamos, e hizo propuestas viables por las cuales cada mexicano puede aportar algo a la tarea de enfrentar nuestros problemas y darles solución. Al fin de sus palabras dijo algo que me pareció de importancia capital: por sombríos que sean los tiempos que vivimos no debemos renunciar a la alegría ni a la esperanza. Esos dones, y el cultivo de los valores que dan sentido y trascendencia a nuestra vida, pueden ayudarnos en estos días de dificultad. Espero, con mi trabajo de cada día, poder entregar algo a esa labor que señaló Alejandro. La recién casada quedó en estado de buena esperanza, y empezó a ir con el ginecólogo para las consultas de rigor. Ya cercana la fecha del alumbramiento le preguntó al médico: "Doctor, usted sabe que soy primeriza, y desconozco muchas cosas. Dígame, por favor: ¿en qué posición deberé colocarme cuando llegue el momento de dar a luz a mi bebé?''. El doctor sonríe y le contesta: "Más o menos en la misma posición que tenía cuando lo concibió''. "¡¿Cómo?! -se asusta ella-. ¿En el asiento de atrás del coche, y con los pies por fuera de la ventanilla?''...

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