DonValetu di Nario cumplió 110 años de edad. Una joven reportera le preguntó cómo veía la vida a esas alturas. "Muy triste, señorita -respondió, pesaroso, don Valetu-. He tenido que renunciar al sexo". "¿Por qué renunció a él?" -pregunta con asombro la muchacha. "¿Qué otra cosa podía hacer? -replica el centenario caballero-. Me gustan las mujeres mayores que yo". El pato y la patita iban volando sobre la laguna. Un avieso cazador disparó su escopeta y le desplumó a la patita la parte posterior, dejándosela toda lacerada. "¡Caray, Anadio! -le dice muy afligida la patita al pato-. ¿Por qué tenía que suceder esto precisamente en nuestra luna de miel?". La madura dama de la noche le dice a su hija: "Ya te enseñé, Frinesia, todo lo que sé. Ahora ve a buscar tu propia esquina". Pródiga en genios y en ingenios ha sido siempre mi ciudad, Saltillo. Una de esas figuras fue "El Toca", que así llamaban -nunca supe por qué- a don Juanito García. Maestro del Ateneo Fuente era él; profesaba la cátedra de Química. Ya dije de la ocasión en que, ante sus alumnos, mezcló el contenido de dos probetas, y aseguró que de la tal mixtión iba a salir "un precipitado blanco". El tal precipitado salió más negro que el carbón, la tizne, el ébano, el azabache, la calígine o la pez, que ya es decir. No se inmutó por eso el sabio químico. Con toda calma completó la frase: "Saldrá un precipitado blanco. negruzco". En su clase don Juanito describía el plomo así: "Es un metal oscuro, pesado y venenoso". Añadía luego, apenado: "Y no es que esté yo hablando mal del plomo. Es que el plomo es así". Pues bien: cualquier observador imparcial podrá decir, sin apenarse mucho, que López Obrador se ha vuelto un plomo para la izquierda mexicana. La oscurece más aún de lo oscurecida que está ya; le pesa como un lastre, y al dividirla como lo hace constituye para ella un tósigo letal. Y no es que esté yo hablando mal de López Obrador: es que López Obrador así es. A juzgar por las encuestas, quizás AMLO ya no sea un peligro para nadie. Pero ciertamente es un problema para muchos. A eso de la medianoche se recibió una llamada telefónica en la estación de policía. Quien llamaba era Solicia Sinpitier, madura señorita soltera . "Un maniático sexual está tratando de entrar en mi aposento" -dijo al oficial. "Inmediatamente vamos hacia allá" -respondió el policía. (Por favor, no olviden mis cuatro lectores que esto es un cuento). Sugiere la señorita Sinpitier: "¿No podrían esperar a que amanezca?". Iba a empezar la misa de bodas, y el sacristán pasó la charola de la limosna entre la concurrencia. "Sé que éste no es el momento -explicaba a la concurrencia-, pero estamos atendiendo una petición del padre de la novia". Babalucas le pregunta a una chica: "¿Eres italiana?". "Así es, en efecto -responde ella-. Vengo de Italia". "Entonces -le dice Babalucas con una gran sonrisa- ¡aloha!". (Este Babalucas es el mismo que preguntó en la estación del ferrocarril: "¿A qué horas llega el tren de Laredo?". Le informa el encargado: "Viene demorado". "No me interesa de qué color viene -se enoja el badulaque-. Lo que quiero saber es a qué horas llega". Miss Gwendolyne Praxellia era una joven romántica, y al mismo tiempo práctica. Su prometido, el capitán Ahabio, de New Bedford, fue dado por perdido tras un naufragio en Labrador. Ella encendía una vela todas las noches en la ventana de su casa, esperando el retorno del amado. Cinco años después regresó él. "¡Jamás perdí la esperanza de volver a tenerte entre mis brazos, amor mío! -exclamó ella en amoroso y lírico arrebato-. Me debes 7,854 dólares de velas". Libidio Pitonier, hombre de mundo, describía así la diferencia que hay entre una mujer de 8 años y una de 18. Decía: "A la de 8 años la metes en la cama y le cuentas un cuento. A la de 18 le cuentas un cuento y la metes en la cama". (Y la de 28, añado yo, te dice: "Ya déjate de cuentos y vamos a la cama"). FIN.
