"Hollywood es un lugar donde te pagan 10 mil dólares por un beso y 50 centavos por tu alma". Marilyn Monroe. "Hollywood es una cloaca con room service a cargo del Ritz Carlton". Wilson Mizner. Hollywood es el paraíso con una lobotomía". Anónimo. "Hollywood es un manicomio dirigido por los internos". Laurence Stalling. "Está científicamente comprobado que si vives cerca de Hollywood pierdes un punto de cociente intelectual cada semana". Truman Capote. "Hollywood es un lugar donde tu mejor amigo te clavará un puñal en la espalda, y luego llamará a la Policía para denunciarte por portar un arma prohibida". George Frazier. Ingrata es, en efecto, y llena de locuras, la fábrica de sueños. En ella todo puede suceder, como lo vimos en esta última ceremonia de entrega de los Óscares, cuando la presentadora se vistió de hombre y el presentador salió vestido de mujer. Algunos pensarán que eso es grotesco. Otros dirán que constituye un grito de libertad en favor del travestismo. Y lo extraordinario -es decir lo hollywoodesco- es que unos y otros tendrán igualmente la razón. Yo soy cinéfilo irredento. Pienso que el cine es el arte mayor de nuestro tiempo, y quizá de todos los tiempos desde que el cine existe. (Como novela, "Lo que el viento se llevó" casi no existe. Como película es inmortal). El sinónimo actual de "deslumbrar" es "apantallar". Este año -a diferencia del pasado, en que un infame bodrio ganó el Óscar a la mejor película- Hollywood fue justo, y premió a la película mejor. "El discurso del rey" es un film maravilloso, muy por encima de truculentos cisnes negros y débiles temples de acero llenos de oscuridad y lugares comunes. Los organizadores de la ceremonia, sin embargo, incurrieron en yerro e injusticia cuando en modo desangelado, casi como por no dejar, entregaron el premio por su trayectoria a figuras magníficas de ayer, y ni siquiera les permitieron decir el consabido mensaje de agradecimiento. Entre esos grandes del cine estaba uno de mis actores favoritos, Eli Wallach, el inolvidable Tuco de "El bueno, el malo y el feo". Ya ni la nostalgia la hacen como la hacían antes. Casi centenario, merecedor de todos los homenajes, el gran histrión de "Baby Doll", "The Magnificent Seven" y "The Misfits" pasó inadvertido. Bien lo dijo el anónimo autor de esta frase: "En Hollywood no puedes levantarte de la mesa para ir al baño, porque te olvidan". A fin de aligerar mi pesadumbre por esa hollywoodense ingratitud, paso ahora a narrar algunos cuentecillos. En la cama del productor dice la curvilínea aspirante a actriz de cine: "¡Caramba! ¡Si he sabido lo fácil que es conseguir un papel no me habría molestado en tomar ese curso por correspondencia de actuación!". Un tipo le comentó a su amigo: "Mi esposa contrajo un raro virus que provoca tartamudez. Lo que me preocupa es que ese virus se transmite por la vía sexual, y me pregunto dónde lo contraería". Responde el amigo:"¿Co-co-cómo di-di-dices?". El padre Arsilio le preguntó en el confesionario a Pirulina: "¿Has tenido sexo con muchos hombres?". "No, señor cura -replicó ella-. Nunca con más de tres al mismo tiempo". Don Algón sorprendió a su contador haciendo cosas de libídine con una linda secretaria en el cuarto del archivo. El individuo se disculpó: "Perdone usted, jefe. Es que mi esposa anda de vacaciones". Afrodisio Pitongo, galán proclive a la concupiscencia de la carne, conoció en el bar "Bilindo" a una linda chica, y le hizo la natural proposición. "No, gracias -declinó ella-. Podrá parecerte extraña mi conducta, pero me estoy conservando virgen para poder entregarme pura al hombre de quien me enamoraré". "¡Caray, te felicito! -exclamó Pitongo con sincera admiración-. En estos tiempos ha de ser muy difícil conservarse así". "La verdad, no es tan difícil -respondió ella-. El que está muy molesto es mi marido". FIN.
