Silly Kohn, vedette de moda, le contó a una amiga: "El viejo ricacho ese que se sienta en la primera fila me dijo que si pasaba un fin de semana con él en Acapulco me regalaría este reloj"... De economía no sé casi nada. Es decir, sé aproximadamente lo mismo que saben los economistas. No entiendo, por ejemplo, por qué las reglas de la economía no son aplicables a la hembra de la especie humana. (En lo único que una mujer ahorra es en las velitas de su pastel de cumpleaños). Hay fórmulas incomprensibles para mí, como esta: "Cuando alguien recibe algo a cambio de nada, otro recibe nada a cambio de algo". He observado, sin embargo, que generalmente lo que es bueno en economía es malo en política, y lo que es bueno en política es malo en economía. Por eso me atrevo a hacer una proposición: que desaparezca la macroeconomía. Ignoro qué sea eso, pero oigo siempre a los voceros oficiales decir que la macroeconomía del país anda muy bien, y eso se escucha cuando la economía de la gente anda más mal. Mientras los hacendistas del Gobierno hacen malabarismos con números estratosféricos, acá en la superficie de la tierra la población sufre carencias de todo orden, y ve cómo aumenta cada día el costo de la vida, sin que alcancen para nada los 6 mil pesos que alcanzan para todo. Propongo, pues, que desaparezca la macroeconomía. Y pido también que toda economía sea microeconomía. Es decir que se finque en la gente común, en sus necesidades y aspiraciones, en su cotidiana realidad, y no en abstrusas teorías macroeconómicas que dibujan utopías en la pizarra gris de la pobreza... Permítanme un momentito, por favor. Voy a anotar eso de "dibujan utopías en la pizarra gris de la pobreza" para usarlo en un concurso de oratoria o en alguna revista intelectual... Sigue ahora un cuentecillo de cuya veracidad no puedo hacerme responsable. Esa historia se llama como el danzón: "Nereidas". Todo indica que se trata de un relato apócrifo, así de fantasioso es su argumento. Si aquí lo pongo es porque me he dado cuenta de que a mis cuatro lectores les gustan las narraciones imaginativas... Una aldeana se levantó del lecho cuando apenas estaba amaneciendo, y vio que durante la noche había muerto la única vaca de la casa. Sin ella no iba a tener lo necesario para dar de comer a su familia, de modo que decidió privarse de la vida, y se colgó de un árbol. Poco después salió el esposo, y al ver que la vaca y su mujer estaban muertas se suicidó arrojándose al barranco. Apareció el hijo mayor, y se dio cuenta, consternado, de que su padre, su madre y la vaca habían dejado de existir, de modo que tomó también la fatal determinación de echarse al río para ahogarse. Ya iba a hacerlo cuando en la orilla advirtió la presencia de una hermosa nereida, o ninfa de las aguas. Le dijo la nereida al joven: "Si me haces el amor cinco veces seguidas haré que vuelvan a la vida la vaca, tu padre y tu mamá". El robusto gañán intentó cumplir el lúbrico deseo de la ninfa, pero falló en la prueba, y la cruel criatura lo ahogó en el hondo cauce. Salió el segundo hijo, y al ver lo que había sucedido pensó igualmente en arrancarse la existencia, y fue al torrente para arrojarse en él. Lo detuvo la nereida, y le dijo: "Si me haces el amor 10 veces seguidas te ofrezco resucitar a la vaca, a tu madre, a tu padre y a tu hermano". Trató el muchacho consumar la hazaña, pero no pudo completarla, y la nereida lo ahogó también en las turbulentas aguas. Vino luego el hijo menor de la familia; miró aquella hecatombe, y ya se iba a arrojar al río para morir también cuando le dijo la nereida: "Haré que la vaca, tu mamá, tu padre y tus dos hermanos vuelvan a la vida; pero para eso deberás hacerme el amor 15 veces seguidas". "¿15 veces nada más? -dijo el mancebo-. ¿Por qué no 20? O, mejor todavía: ¿por qué no 30 veces?". "Muy bien -replicó, desafiante, la nereida-. Si me haces el amor 30 veces seguidas resucitaré a la vaca, a tu madre, a tu padre y a tus dos hermanos". El mocetón empezó a despojarse de la ropa para cumplir su ofrecimiento. Pero una duda lo detuvo. "Un momento -le dijo a la nereida-. ¿Cómo puedes garantizarme que si te hago el amor 30 veces seguidas no morirás también, como la vaca?"... FIN.