El golfista terminó su ronda antes de tiempo, y llegó a su casa cuando no era esperado. Entró en la alcoba y vio a su esposa en el lecho conyugal haciendo el amor desaforadamente con un desconocido. Tomó el golfista un hierro, y con él tundió al amante de su mujer hasta dejarlo sin sentido. Exclama la señora con jubiloso acento: "¡No lo niegues, Hoganio! ¡Estás celoso! ¡Y yo que pensé que ya lo único que te interesaba era el golf!"... La mamá de Rosilita corre a la casa de Pepito y le dice con enojo a la mamá del crío: "¡Sorprendí a tu hijo jugando a que él era el doctor, y mi hijita era la enferma!". "Vamos, vamos -trata la señora de sosegar a su agitada vecina-. Es natural que a cierta edad los niños sientan curiosidad acerca de su cuerpo y el del sexo opuesto. Eso explica que Pepito haya querido jugar al doctor con tu niña". "¿Jugar? -replica la otra hecha una furia-. ¡Ya le sacó el apéndice!"... No decíamos: "De veras". Decíamos: "De a de veras". Esa manera coloquial de hablar hacía que el habla tuviera más de coloquio y menos de gramática, y confería mayor fuerza a la expresión. Muchas cosas se habían desvirtuado ya, y en su lugar existían sucedáneos, imitaciones a veces chapuceras. Había entonces que repetir una palabra para que cobrara plenamente su sentido. "Quiero café café". "Fulano es católico católico". En la antigua Villa de Santiago, Nuevo León, había un querido personaje a quien la gente llamaba "Perolona". No llevaba ese apodo porque en su robustez tuviera forma de perol o cosa semejante. El remoquete se explicaba en otra forma. Todos los años aquel señor se iba "al otro lado" a las pizcas de algodón, y cada día, sin que el patrón se diera cuenta, se guardaba el saco de lona que le daban para la recolecta. Así, al fin de la temporada se había hecho de una buena cantidad de sacos, que luego se las arreglaba para llevar de regreso a la Villa. Ahí los realizaba, y obtenía buenos dineros. "Es de lona" -decía al ofrecer en venta el saco. Y repetía luego para afirmar la calidad de la mercancía: "Pero lona". De ahí el mote: "Perolona". Yo espero que Luis Felipe Bravo Mena, el destacado panista que tantas cualidades tiene, sea un buen candidato de su partido en la elección de gobernador del Estado de México. Pero candidato, es decir candidato de veras. Mejor todavía: de a de veras, para que no suceda que cerca ya la jornada electoral desista de su propósito y entregue sus posibles votos al candidato perredista. Eso equivaldría a no ser de a de veras. Mejor todavía: a no ser de veras. Un invidente entró en una cantina, y después de acomodarse en la barra pidió una cerveza. Cuando la tuvo en la mano le dijo a quien le había servido: "¡Hey! ¿Sabes el último chiste de rubias platino?". Una mujer que estaba cerca va hacia él y le espeta con enojo: "¡Un momento! El hecho de que sea usted invidente no lo autoriza a hacer burla de las rubias platino. Ha de saber usted que yo soy rubia platino. La amiga que está conmigo es también rubia platino. Lo mismo la cajera, y la vendedora de cigarros. Y otra cosa: la persona que le sirvió la cerveza no es cantinero: es cantinera, y es también rubia platino. Ahora dígame: ¿todavía quiere usted contar su chiste acerca de las rubias platino?". "De ninguna manera -responde el individuo-. No quiero tener que explicarlo cinco veces"... En el crucero una señora buscó a un señor y le dijo con exaltada voz: "¡Caballero! ¡Entré en mi camarote, y sorprendí a mi marido haciendo el amor con la esposa de usted!". "No me sorprende -responde flemáticamente el individuo-. Ella siempre dice que en cada viaje debe hacer un nuevo amigo"... Llegó una pareja de recién casados a un hotel, y el novio pidió una habitación. El encargado, después de pedirle su nombre, consulta la lista de reservaciones, y luego le pregunta: "¿Tienen alguna reserva?". "Sí -responde el recién casado-. A ella no le gusta cambiar de posición; únicamente acepta la del misionero. Espero, sin embargo, que con el tiempo cambie de opinión"... FIN.