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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Frente al galán que la pretendía, una ingenua y romántica muchacha llamada Florinelda empezó a arrancar uno a uno los pétalos de una margarita, al tiempo que decía: "Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere.". Al arrancar el último pétalo exclamó jubilosamente: "¡Me quiere!". "Tiene razón la margarita -dice el salaz sujeto atusándose el bigote-. Ahora pregúntale: 'Me quiere ¿qué?'"... "Perdone, doña Frigidia -se quejó la linda criadita con la señora de la casa-. Cuando usted no está, su esposo, don Frustracio, trata de abrazarme, besarme y todo lo demás''. "Ignóralo -responde fríamente doña Frigidia-. También conmigo quiso hacer lo mismo durante años, pero cuando vio que yo no le hacía caso se le quitó la manía''... Doña Macalota le pregunta a Pepito: "Dime, buen niño: ¿a quién te pareces más: a tu papá o a tu mamá?''. "Definitivamente a mi papá -responde el chiquillo sin dudar-. Sobre todo del cuello para abajo''... La señora le comentó a su esposo: "Conozco a una intelectual que se casó con un verdadero indejo, y lo está haciendo sabio''. "Eso no es nada -replica el marido-. Yo conozco a una mujer nada intelectual que se casó con un verdadero sabio, y lo está haciendo indejo''... Me pregunto si alguna vez la clase política que nos gobierna recapacitará ante la irritación creciente de los ciudadanos, y volviendo por fin a la decencia renunciará a los incontables privilegios de que disfruta ahora merced a una viciosa legislación que los políticos hicieron a su medida y conveniencia. Dos partidos debería haber en este país únicamente: uno conservador, el otro liberal; como en los viejos tiempos mexicanos, o como en los modernos tiempos norteamericanos. Si no queremos ser tan rigoristas admitamos tres: uno de centro, otro de izquierda y el tercero de derecha. Pero no es posible ya tolerar la existencia de tantos y tantos partidejos que no son en verdad organizaciones políticas, sino negocios de familia o empresas particulares concebidas para el medro y ventaja de un grupúsculo, y aun de una persona sola. Partidos ricos en un país de pobres, esos organismos son en verdad parasitarios, y hacen de la política en México un bazar para la compra y venta de apoyos, alianzas y coligaciones. Si alguna vez salimos del subdesarrollo político en que vivimos hoy, desaparecerán esos remedos de partido, y tendrán que ponerse a trabajar quienes ahora viven del trabajo de sus conciudadanos. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado. Los jóvenes esposos fueron con el ginecólogo. Ella le dijo que creía que estaba embarazada. Pregunta el facultativo: "¿Cuántos días se le ha retrasado?". "Ninguno -responde orgullosamente el muchacho-. Todos los días llego a la casa a las 8 de la noche, y para las 9 ya estamos en la cama. Por eso creemos que está esperando"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, era objeto de las galantes atenciones de un senescente caballero. Ilusionada, le confió a su amiguita Celiberia: "Creo que don Geroncio abriga intenciones matrimoniales hacia mi persona". Le pregunta la amiga: "¿Por qué piensas eso?". Responde la señorita Camafría: "Cada día se pone más romántico. El otro día me preguntó si ronco"... Babalucas conoció en cierto bar a una mujer de buenas carnes. Entablaron conversación, se bebieron un par de copas, y para sorpresa del badulaque la atractiva dama lo invitó a ir con ella a su departamento. Cuando llegaron, la hermosa fémina le pidió al visitante que se pusiera cómodo. Desapareció un momento, y regresó luego cubierta sólo por un ligero negligé que dejaba a la vista la munificencia con que natura la había favorecido. Sin decir palabra tomó por la mano a Babalucas, y sonriendo voluptuosamente lo condujo a la recámara. Ahí, con gracioso ademán, le mostró el lecho, como diciéndole: "Mira lo que tengo". "¡Wow! -profirió extasiado el tonto roque-. ¡Cama de agua!". Y así diciendo se dispuso a gozar los deliquios de la sensualidad en aquel movible tálamo. La dama lo detuvo. "Espera -le dijo-. ¿No crees que deberías usar alguna protección?". "Tienes razón -aceptó Babalucas sofrenando sus ímpetus eróticos-. Ahora vuelvo". Pasó una hora. La mujer empezaba a impacientarse cuando llegó Babalucas con la protección que habían ido a traer: un salvavidas. FIN.

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