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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En el curso de una reunión doña Jodoncia asediaba en forma impertinente a un sacerdote. Le preguntaba con insistencia su opinión acerca del celibato sacerdotal. Harto ya de la tenacidad de la mujer, el fastidiado cura se decidió a contestarle. "Mire usted, señora -respondió-. Voy a decirle lo que pienso del celibato. Al acostarme por la noche lo lamento; pero cuando conozco a mujeres como usted le doy las gracias al Señor por él"... Se encuentran dos amigas en la calle. "Fui al hospital a visitar a un pariente -dice una- y vi a tu marido internado ahí". "Sí -confirma la otra-. Tuvo un problema en las piernas". "¿En las piernas? -se sorprende la amiga-. Yo lo vi vendado de la cabeza y las costillas". "El problema lo tuvo en las piernas -replica la señora-. Ahí tenía sentada a su secretaria cuando entré a su oficina". Capronio fue a un circo en compañía de su esposa y sus hijos, e invitó también a su señora suegra. El circo presentaba a Dagger Bill, un audaz lanzador de cuchillos. El artista pidió que una dama del público pasara a la pista a servirle de voluntaria para su espectáculo. Por sugerencia de su yerno pasó la suegra de Capronio. Dagger Bill puso a la señora ante un tablero, y luego le lanzó cuchillos que se fueron clavando uno a uno en la madera, a escasos milímetros del cuerpo de la dama, formando así el contorno de su cuerpo. Cuando terminó aquella escalofriante demostración, Capronio se levantó de su asiento y gritó con enojo: "¡Exijo la inmediata devolución de mi dinero! ¡El indejo ése no le acertó a mi suegra ni un solo tiro!"... Una diputada manifestaba en un discurso su preocupación por la falta de cohesión en su partido. "Debemos evitar a toda costa -decía- la dispersión de las masas". "Ella debería poner el ejemplo -le dice una de sus compañeras en voz baja a su vecina de asiento-. No usa faja"... Babalucas era recepcionista en un hotel. Llegó un cliente y le preguntó: "¿Admiten niños?". "No -responde Babalucas-. Nada más efectivo, tarjetas de crédito y cheques de viajero"... Un hombre joven empezó a sufrir una rara especie de deficiencia alimentaria que lo tenía postrado. Después de muchos análisis y estudios un médico dio al fin con la causa de su mal: su organismo no producía una enzima necesaria para la asimilación de los nutrientes. La única forma de allegarse ese catalizador de los procesos metabólicos era consumiendo leche materna, y directamente del envase. Así, el hombre contrató a una nodriza para que le administrara el remedio. En la primera sesión nutricional el paciente empezó a tomarse la medicina con tal fruición y entusiasmo que suscitó la libido y salacidad de la nodriza, una frondosa mujer de nombre Galatina. Le preguntó ella acezando con agitación: "¿Se le antoja algo más aparte de esto?". "Sí -respondió el individuo sin dejar de libar con avidez el medicamento-. ¿No tienes una galletitas?"... Uno de mis cuatro lectores me dice: "Sus comentarios sobre política son excelentes. Lástima que dedique tanto espacio a narrar esos cuentos que a nadie interesan". Otro lector me escribe. "Sus chistes son excelentes. Lástima que dedique tanto espacio a hacer esos comentarios sobre política que a nadie interesan". Lo que sigue es un intento de conciliar tan opuestas posiciones. He aquí una historieta que lleva en sí un comentario de política. Una mañana cierto secretario de Estado recibió un telefonema en su oficina. Quien llamaba era alguien de voz débil apenas audible. Le dijo la voz al señor Secretario: "Tiene usted razón cuando afirma que una familia puede vivir con 6 mil pesos al mes. Mi esposa, mis cinco hijos y yo vivimos todo el mes con esa cantidad. No nos sobra nada, pero nos alcanza". Le dice el secretario de Estado: "Me alegra su comentario, y se lo agradezco mucho, pues a raíz de lo que dije recibí muchas críticas. ¿De modo que usted, su esposa y sus cinco hijos viven con 6 mil pesos al mes?". "Sí -confirma el que llamaba-. Apenas son suficientes, pero quiero decirle que.". "Por favor -lo interrumpe el secretario-, hable un poco más fuerte. No lo escucho bien". "No puedo hablar más fuerte -dice el otro-. Soy un pececito, y estoy dentro de una pecera". FIN.

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