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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Aquella muchacha se casó con un vaquero australiano. La noche de bodas él sacó unas cuerdas y se dispuso a atar de brazos y piernas a la chica. "¿Por qué haces eso?" -pregunta ella asombrada. Contesta el aussie, suspicaz: "¿Qué no vas a saltar y a tirar patadas como hacen en estos casos los canguros?"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, estaba llenando una solicitud de empleo. En el renglón donde decía "Sexo" puso: "Todavía no, pero ya lista"... Babalucas tenía una prima que se llamaba Pilar. Cierto día un amigo se lo encontró en la calle y le preguntó: "Oye: ¿qué es de Pilar?". Respondió el tonto roque: "Es cuando te quitan los pelitos"... Aquel señor escogió el traje más feo que había en la tienda. Era de color fiucha con rayas amarillas. "Dígame con franqueza, señorita -le pregunta a la chica que lo atendía-. ¿Cree usted que si compro este traje mi señora saldrá conmigo cuando me lo ponga?". Replica la muchacha con franqueza: "Sinceramente, señor, creo que no". "Entonces me lo llevo" -dice con alegría el cliente... Lamentables, muy lamentables son los incendios que en el curso de este mes arrasaron miles y miles de hectáreas en las zonas boscosas de Coahuila. Mi estado, desértico en su mayor extensión, no es muy rico en recursos forestales, de modo que la pérdida de estos bosques es dolorosa, tanto por la destrucción de los árboles, tan necesarios para la vida, como porque esos bosques son el hábitat de una rica fauna, algunos de cuyos especímenes, como el oso negro, han estado amenazados de extinción. Ciertamente la intervención de las autoridades locales fue rápida y eficaz, pero la ausencia de lluvias es un factor que agrava catástrofes como ésa. No hace muchos años surgió en Estados Unidos una teoría según la cual se debe dejar que los bosques se quemen cuando el incendio es natural, pues tales fuegos son una manera en que los bosques se regeneran a sí mismos. Con base en esa tesis se dejaron arder vastas extensiones boscosas en el país del norte, algunas en parques naturales de gran belleza, como Yosemite, en California. Esa teoría, sin embargo, enfrenta la dificultad de saber cuándo un incendio obedece a causas naturales y cuándo es producto de la negligencia o la ambición de los hombres. En el caso de México, sus bosques están sujetos a tantas amenazas que no caben teorías, sino acciones inmediatas para protegerlos. Por desgracia no contamos con los elementos necesarios para eso. Entonces, como sucedió en Coahuila, debemos conseguir a muy alto costo los recursos que en otras partes se usan, principalmente en Estados Unidos, para combatir los incendios en los bosques. Ojalá algún día podamos bastarnos a nosotros mismos en ese importante renglón, el de la conservación de nuestros recursos forestales. En una boda comentaba un señor de edad madura: "¡Qué forma tan rara tienen de bailar los jóvenes de hoy! No se hablan, no se miran, no se tocan... ¡Parece que tienen 20 años de casados!"... Don Inepcio no conseguía que su mujer se emocionara en el curso del amoroso trance. Alguien le aconsejó que la llevara a Venecia y le hiciera el amor en una góndola, al tiempo que el gondolero cantaba la barcarola intitulada "Peppona", popular éxito de Enrico Caruso. Ese evocador ambiente, le dijo, seguramente despertaría el instinto romántico que la señora tenía adormecido. Siguió las instrucciones don Inepcio. Con su mujer hizo el viaje a la Perla del Adriático (Venecia), y contrató los servicios de un joven y guapo gondolero. La noche era de plenilunio, pero además había luna llena, dos circunstancias que rara vez se dan al mismo tiempo. El gondolero bogó hasta ponerse bajo el puente de Rialto, y ahí empezó a tañer su mandolina, y procedió a cantar la primera estrofa de "Peppona", popular éxito de Enrico Caruso. Con ese fondo musical don Inepcio se aplicó a hacerle el amor a su mujer en el camarín de la góndola. Pero la señora no daba trazas de sentir ninguna emoción. Después de un rato ella misma le hizo una propuesta a don Inepcio: "¿Por qué no dejas que el gondolero venga conmigo, y tú cantas las siguientes estrofas de 'Peppona', popular éxito de Enrico Caruso?". A don Inepcio no le pareció mal la sugerencia, y cambió de sitio con el gondolero. Se puso a cantar él la canción "Peppona", popular éxito de Enrico Caruso, y el apuesto mancebo fue con la señora. En un dos por tres la llevó a un estado de amoroso éxtasis febril. "¿Cómo estás, mujer?" -le pregunta don Inepcio desde afuera. "¡Muy bien! -responde entre acezos la señora-. ¡Síguele! ¡Tú sí sabes cantar!"... FIN.

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