Don Frustracio le estaba haciendo el amor a su mujer, doña Frigidia. De pronto ella dejó escapar un grito de placer. El marido, nada acostumbrado a esas demostraciones, le preguntó lleno de asombro: "¿Te está gustando?". "No -respondió la gélida señora-. Pero por fin di con el color que deben tener las nuevas cortinas: perla"... Babalucas halló trabajo en una tienda. El dueño lo instruyó: "Si un cliente te pregunta si tenemos algún artículo, y no lo hay en existencia, tú responde: 'No; pero tenemos algo mejor que seguramente lo dejará satisfecho'". Después de algún tiempo el badulaque dejó ese trabajo para emplearse como recepcionista de un hotel. En su primer día en el mostrador llegó un elegante caballero y preguntó: "¿Está hospedada aquí doña Panoplia Gules?". Babalucas consulta el registro y dice al visitante: "No; pero tenemos algo mejor que seguramente lo dejará satisfecho"... Doña Cotilla, la mujer más chismosa del condado, le dijo a su vecino: "Perdóneme por meterme en lo que no me importa, pero ayer vi a su esposa cuando entraba en un motel con un sujeto". Pregunta el hombre: "¿Quién era él?". "No lo conozco -replica doña Cotilla-. Era un tipo alto, moreno, de bigote". "Ah, sí -dice el señor-. Es nuestro jardinero. Ése agarra de todo"... Rosilita quiso saber cómo nacían los niños. Sus papás le dijeron que cuando un hombre y una mujer se casaban él le ponía a ella una semillita, y de ahí nacía el bebé. Pocos días después los tres asistieron a una boda religiosa. Terminada la ceremonia el novio besó amorosamente a su flamante esposa entre el aplauso de la concurrencia. Rosilita se vuelve hacia su mami y le pregunta: "¿Aquí es donde le va a poner la semillita?"... Un candidato se presentó a elección. Obtuvo dos votos nada más. Le dice su esposa hecha una furia: "¡A mí no me engañas! ¡Tú tienes una amante!"... Si Diosito no nos ha enviado otro Diluvio es porque se dio cuenta de que el primero no sirvió de nada. Aquella tarde caía una lluvia torrencial, y sin embargo doña Jodoncia le ordenó a don Martiriano, su sufrido cónyuge, que saliera a regar el jardín. "¿Para qué lo riego? -se atrevió a decir él-. Está lloviendo a cántaros". "Ponte impermeable" -replicó la inflexible gorgona... En una reunión de parejas las esposas se quejaban de que sus maridos no salían con ellas. Declara Capronio, sujeto ruin y desconsiderado: "En cambio yo llevo a mi mujer a todas partes. Pero ella siempre encuentra el camino de regreso"... Empédocles Etílez hablaba de la excursión de pesca que hizo con Astatrasio Garrajarra, su compañero de embriagueces. Relató: "A mi amigo se le olvidó llevar el whisky y la cerveza. Sobrevivimos durante cuatro días únicamente a base de comida y agua"... Susiflor le contó a una amiga: "Mi novio y yo rompimos nuestra relación. Él quería casarse, y yo me opuse a que se casara"... La señora abrió la puerta, y un tipo le preguntó: "¿Está su marido?". "No" -dijo ella. Entonces el tipo se metió en la casa, y sobre la alfombra del recibidor sació en la señora sus voluptuosos instintos de libídine . Al día siguiente llegó otra vez el individuo, y volvió a preguntarle a la mujer: "¿Está su esposo?". "No" -contestó ella. De nueva cuenta el individuo entró e hizo objeto a la señora de su erotomanía, ahora sobre el sillón grande de la sala. Lo mismo sucedió en los siguientes días: el tipo, luego de preguntarle a la mujer si estaba su marido, y tras oír la respuesta negativa, se metía sin más, y poseía a la señora con lúbrica pasión incandescente. Diré, para mayor precisión histórica, los sitios en que se consumó ese tracto sucesivo: la mesa del comedor; el lecho de la alcoba; el escritorio de la biblioteca; la hamaca del jardín y el burro de planchar de la lavandería. Cuando después de esta última ocasión el individuo salió de la casa, la señora se quedó pensando y se preguntó a sí misma: "Y a todo esto ¿para qué querrá ese hombre a mi marido, que lo busca con tanta insistencia?"... FIN.