"¡Cómo recuerdo la memorable ocasión en que perdí mi inocencia en el asiento trasero de un automóvil!". Así dijo en el bar, nostálgico, un sujeto. Añadió seguidamente: "Y la ocasión habría sido aún más memorable si hubiera estado acompañado". Avidia, mujer joven, casó por interés -y por capital también- con un añoso y rico carcamal, don Crésido. El maduro señor se esforzó tanto en cumplir los deberes de himeneo que cayó postrado, víctima de una gran extenuación. Sintiéndose morir llamó a su esposa y le preguntó cómo debía disponer de sus cuantiosos bienes. Ella le dijo con untuoso acento: "Creo que deberías dejarlos a quien te ha dado placeres y calor". Responde con feble voz don Crésido: "No creo que sea posible nombrar mis herederos a mi televisor y a mi cobija eléctrica". "¿Qué le pidió aquel hombre entrado en años a la muchacha sexoservidora para que lo pusiera en condiciones de hacer en ella obra de varón?". Tal es el insólito y prolongado acápite que abre la puerta al chiste más pelado en lo que va del año. Dicho relato, propio de goliardos y de personas horras de sindéresis, fatigará los tórculos el próximo domingo, y verá la luz aquí. Cuando lo sometí a la consideración de doña Tebaida Tridua para obtener su Nihil Obstat autoritativo, la ilustre dama, Presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, sufrió un tremendo shock pleural de carácter lipotímico, semejante a los que se experimentan después de una toracentesis. Su médico de cabecera hubo de someterla a un tratamiento drástico a base de inunciones de champacol, sustancia alcanforada arabinosa. Sólo así pudo devolverle las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad, y restablecer en ella el equilibrio de los cuatro humores cardinales: sangre, pituita, bilis y atrabilis. Tomen en cuenta lo anterior mis cuatro lectores antes de pasar la vista por ese vitando chascarrillo el domingo venidero. En la elección presidencial del 2006 muchos electores votaron bajo el influjo de un sentimiento: el miedo. Temían los extremismos de López Obrador; les inspiraba recelo su caudillismo mesiánico y autoritario. El miedo, ahora a la inseguridad reinante, orientará también el voto de muchos ciudadanos en la elección del 2012. Existe hoy por hoy el sentimiento -cosa de la psicología de las masas, que suelen ser tan poco psicológicas- de que cambiando el partido en el poder volverá la paz a México, y el orden y la tranquilidad regresarán, no sé si por milagro o por obra del restablecimiento de un algún acuerdo, negociación o pacto cuya existencia previa se supone. En virtud de ese sentimiento tan generalizado el partido que haga más énfasis en el tema de la seguridad, y ofrezca a los ciudadanos mayores garantías de volver a la tranquilidad, tendrá más posibilidades de ganar. Vivimos con miedo; el miedo cruzará muchas boletas. ¡Brrr! Tus palabras, insensato movedor de péñolas, han conturbado otra vez a la República. ¿Quién eres tú, bellaco baladrón, para andar por ahí conturbando repúblicas? Mejor harías en reducirte a los estrechos límites de tu oficio de inane escribidor. Al menos narra alguna chocarrería final que nos alivie la gravedumbre de esa tu campanuda reflexión. Afrodisio Pitongo, galán concupiscente, detuvo el coche en una calle, y le dijo a su linda acompañante: "Debo comprar algo para envolver el regalo que te voy a hacer". La muchacha se sorprendió al verlo entrar en una farmacia. Más se sorprendió cuando lo vio volver sin nada en las manos. Pero su sorpresa mayor fue cuando supo que lo que lo que Afrodisio había comprado era un condón. (¿Entonces cuál era el tal regalo?). FIN.