"¿Sabes cómo hacer gritar a tu mujer durante el sexo?". Así le preguntó Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, a un amigo. "No -se interesó éste-. ¿Cómo?". Contesta Capronio: "Cuando estés haciendo el amor, llámala por el celular y díselo"... Don Añilio Gagá, senescente caballero, cortejaba con discreción a Himenia Camafría, madura señorita soltera. Una noche ella lo invitó a su casa "a tomar un vermutito". Animado por dos o tres copas de ese inocente licor aperitivo, el señor Gagá le dijo a la señorita Himenia: "Amiga mía: ¿se molestaría usted si me atreviera yo a robarle un beso?". "En modo alguno, don Añilio -replicó ella-. Pero ya que se ha metido a ladrón ¿por qué no roba más en grande?"... Babalucas fue a un país de Oriente en un tour de meditación. Cierta mañana llegó corriendo a la oficina donde se organizaban las meditaciones, y clamó con angustia: "¡Me mordió una víbora!". Pregunta el encargado: "¿Cobra?". Responde el badulaque: "No, gratis"... El corrido es el cantar de gesta de los pobres. Heredero de los antiguos romances castellanos, el corrido mexicano dice las hazañas de hombres desaforados que supieron vivir bien el malvivir. Sus frases quedan en música mejor que en bronce o mármol: "Oiga usté, mi general: yo también fui hombre valiente. Quiero que usté me ajusile en público de la gente". Herido de muerte, el caído intima a su rival: "Oiga, amigo, no se vaya. Acábeme de matar". O surge el humor como bálsamo de la tragedia: "El día que la mataron Rosita andaba de suerte: de tres tiros que le dieron nomás uno era de muerte". Los corridos son cantos del pueblo, o al menos hechos para el pueblo. Patrimonio de los pobres, son entonces muy susceptibles de prohibición. Así, se habla de prohibir los narcocorridos. ¿Y por qué no las narconovelas de la televisión, que tienen mayor público? Yo no estoy a favor de los narcocorridos, pero tampoco estoy en contra, sino todo lo contrario. Pienso que eso de prohibir las cosas no siempre da buenos resultados. Si alguien se mete a violento no es porque haya escuchado el corrido de Camelia la texana. Quizás alguna otra circunstancia -la miseria, por ejemplo- influya en su determinación. Por otra parte, más de uno de esos narcocorridos deja entrever realidades que al poder establecido no le gusta que sean difundidas, como las complicidades o complacencias que en forma tan eficaz fueron descritas en la película "El infierno". Opino, en fin, que en cosas del arte -y esos corridos, aunque algunos no lo admitan, son una forma de arte- lo único que se debe prohibir son las prohibiciones, sobre todo tomando en cuenta que la gente y los artistas suelen pasarse esas prohibiciones por prohibido decir dónde... Meñico Maldotado le cuenta muy divertido a su señora: "Me bañé con agua fría, y el pirulete me quedó de dos pulgadas". "¡Qué barbaridad! -exclama preocupada la señora-. ¿Se te inflamó?"... Rosibel le dice al abogado: "Entonces Pitoncio me llevó a su departamento contra mi voluntad". "Secuestro -escribe el jurista en su libreta-. 20 años de cárcel". Prosigue Rosibel: "Cuando ya estábamos ahí cerró la puerta con llave". "Privación ilegal de la libertad -anota el licenciado-. Otros 20 años de prisión". "Luego-continúa Rosibel-, me tomó la mano y la puso en su... en su...". "Atentado al pudor -apunta el letrado en su libreta-. Cinco años más de cárcel". "Seguidamente -narra Rosibel- me desgarró la blusa, el vestido y la ropa interior". "Daño en propiedad ajena -dice el jurisperito volviendo a anotar-. Un año más de reclusorio". "Después -reanuda su relato Rosibel-, me empujó con violencia a la cama". "Lesiones" -apunta el jurisperito-. 10 años de prisión". "Y finalmente -dice Rosibel apenada-, hizo conmigo... lo que tenía que hacer". "Violación -concluye el abogado tomando nota en su libreta-. Otros 30 años de condena. Por lo que veo, podemos sumir en la cárcel a ese malvado por el resto de sus días. Desde luego mientras él consumaba todas esas acciones canallescas usted forcejeaba, gritaba, se defendía...". "Bueno -vacila Rosibel-, no precisamente. Ya era noche; temí molestar a los vecinos...". "Ah, vaya -dice con disgusto el abogado al tiempo que rompía los apuntes que había hecho-. Entonces no fue violación; fue una fornicada común y corriente"... FIN.