Este aviso no ha de tomarse a la ligera. Hoy aparece aquí, al final, el nefando chascarrillo conocido en los anales de la sicalipsis con el siguiente extraño nombre: "¿Qué le pidió aquel hombre entrado en años a la muchacha sexoservidora para que lo pusiera en condiciones de hacer en ella obra de varón?". El dicho cuento excede todos los límites de la pudicia. Lo reprobaron de consuno doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a condición de que no sea en domingo). Lean mis cuatro lectores, bajo su riesgo, ese relato. Antes contaré otras historietillas a fin de disponer el ánimo de la República para recibir tan vitanda narración... Susiflor tenía un persistente enamorado llamado Constantino. Pero la mujer es esquiva con quien la ama, y ama rendidamente a quien la esquiva. Esto no lo digo yo; lo dijo sor Juana. Así, Susiflor dio su mano a otro hombre. En la noche de bodas estaba dándole todo lo demás cuando de súbito Constantino irrumpió en la habitación a través de una ventana, y le dijo a Susiflor: "Amada mía: aparte de este individuo ¿hay algo más que se interponga entre nosotros?"... En la final de futbol el árbitro marcó un penal dudoso. Un partidario del equipo que recibió el castigo le gritó furioso: "¡Estás ciego, árbitro!". Irritado, el silbante va hacia el hombre y le reclama: "¿A quién llamó usted ciego, señora?"... Doña Gordoloba hacía un viaje en autobús. Ocupaba el penúltimo asiento. En el último iban nuestros ya conocidos Pimp y Nela, pareja de rompe y rasga. Tan pronto se hizo noche y se apagaron las luces del vehículo, los ardientes amantes, ante el escándalo y azoro de doña Gordoloba, se aplicaron a hacer el amor en modo tal que dejaron a las más grandes estrellas del cine pornográfico (Linda Lovelace en "Deep Throat"; Casey Donovan en "Boys in the Sand"; Marilyn Chambers en "Behind the Green Door" y Bambi Woods la de "Debbie does Dallas") en calidad de personajes de Walt Disney. Terminado el erótico trance Pimp y Nela encendieron sendos cigarrillos, y perdieron la mirada en el vacío. Eso hacen algunos para gozar aún más la dulce fatiga soporosa que sucede al acto del amor. Doña Macalota no daba crédito a lo que había visto. Disgustada, clavó una severa mirada en los desfachatados amadores. Advirtió Pimp aquello y le preguntó: "Señora: ¿le molesta el humo?"... Sigue ahora el prohibido cuento que anuncié ut supra. Es tiempo todavía de suspender aquí mismo la lectura... Don Valettu di Nario, señor de edad madura, contrató los servicios de una joven sexoservidora. Por más esfuerzos que el añoso caballero hacía no lograba ponerse en aptitud de hacer en ella obra de varón. ¡Cuán distinta habría sido su suerte si hubiese tenido a mano siquiera un centilitro de las miríficas aguas de Saltillo! Entonces habría izado en todo lo alto el pendón de su rijosa varonía. Cansado ya de sus ímprobos -aunque inútiles- empeños, el señor le dijo finalmente a la muchacha: "Hazme un favor, preciosa. Imagina por un momento que eres un médico proctólogo que me va a practicar un examen digital. Para el efecto dame un piquete profundo, o varios, en salva sea la parte". La chica, complaciente hizo lo que se le pedía. Con ese estímulo estuvo don Valettu en condiciones de hacer honor al compromiso con la lozana suripanta. Terminado el trance de libídine le preguntó el señor Di Nario a la muchacha: "¿Cuánto te debo, linda?". Respondió ella: "Son 400 pesos, señor". "Te voy a dar 500 -replica don Valettu-. Pero, por favor, no le digas a nadie dónde tengo el motor de arranque"... FIN.