Galatina, joven mujer de opimo busto, mostraba una serie de curitas o telas adhesivas en el munífico tetamen. Le preguntó una amiga: "¿Y como cuántos años tiene el niño que dices que te mordió?". Babalucas sostenía en el restorán una hamburguesa en cada mano, y comía de ambas en forma alternativa. La mesera, curiosa, le preguntó por qué hacía eso. Explicó el badulaque: "Es que el médico me recomendó una dieta balanceada". Susiflor le contó a una amiga: "Mi mamá me dijo que cuando salga con mi novio, 'de la tapia todo, pero de la huerta nada'". La amiga no entendió la frase. Preguntó: "¿Qué significa eso?". "Significa -explicó Susiflor- que puedo permitirle que me toque de la cintura para arriba; pero absolutamente nada de la cintura para abajo". Le dice la amiga: "Y ¿qué vas a hacer?". Contesta Susiflor: "No puedo desoír un consejo de mi madre. Pero voy a aprender a pararme de manos". A propósito de la cabra dicen los campesinos de Ábrego: "En el monte es muy latosa; en la mesa muy sabrosa, y en la bolsa muy ruidosa". Sin tener las otras cualidades, mucha lata suele dar también esa señora que todavía no acaba de instalarse bien entre nosotros: doña Democracia. Latosa y todo, sin ella no es bueno vivir. En México hemos de cuidarla como renuevo cuyos aliños un viento helado marchitaría en flor. País de América Latina es el nuestro, y aquí la democracia sigue siendo flor exótica, de invernadero, sujeta siempre a toda suerte de amenazas. Por eso debemos rechazar la idea de que los tres principales partidos, el PAN, el PRI y el PRD (se citan por orden de aparición en escena), se unan para postular un solo candidato al gobierno de Michoacán. Plan más antidemocrático que ése sería difícil imaginar. Ningún argumento, ni el de la inseguridad, puede justificar la anulación de la voluntad de los ciudadanos. ¿Van a erigirse ahora los partidos en grandes electores? Si lo hacen atentarán gravemente contra la vida nacional. La democracia tiene riesgos, eso es cierto, pero el riesgo mayor es pretender suplantarla con invenciones que al concretarse suprimirían la capacidad de elegir que deben tener siempre los votantes. Al parecer ese proyecto se ha frustrado ya. Esperemos que así sea, pues de otra manera la vida política de Michoacán sufrirá mengua, y quedará un peligrosísimo precedente al cual me opongo desde ahora en forma viril -dentro de lo que cabe-, enemigo como soy de todo lo peligrosísimo. He cumplido por hoy la modesta misión que a mí mismo me he fijado: la de orientar a la República. Paso en seguida a otra escritura de menor entidad, pero de amenidad más grande. Lord Steamyprick puso los ojos en Skimpy, la nueva mucama de la casa. Un día que se atareaba ella en las faenas cotidianas la tomó en sus membrudos brazos de gimnasta de Eton, le levantó las faldas y le bajó con mano experta la lencería interior. Luego la recargó violentamente en la puerta del salón de trofeos. Ahí, de pie ambos, tuvo lugar un episodio erótico que me está vedado describir en atención a los límites que imponen de consuno el buen gusto y la decencia. Si milord y la joven azafata hubiesen hecho aquello como Dios manda, yaciendo en lecho o cama, otra cosa sería. Pero así, en pose vertical, la narración del insólito suceso pide otra pluma con menos tiquismiquis moralistas que la mía. El caso es que al terminar esa apretada coición la muchacha no daba trazas de salir de la alcoba para reintegrarse a sus quehaceres. Extrañado, Steamyprick la interrogó al tiempo que la miraba con recelo a través de su monóculo: "¿Por qué no te retiras, joven fámula? ¿Pretendes acaso de mi parte un bis?". "No, milord -respondió ella apenada-. Lo que sucede es que me quedé atorada por atrás en la perilla de la puerta, y no me puedo zafar". FIN.
