El tigre le dice a la tigresa: "Prepárate, porque hoy en la noche me voy a aventar el salto del hombre"... Un señor le comentó a otro: "Mi padre tiene 90 años, y todos los días se levanta a las 6 de la mañana a caminar 5 kilómetros". Pregunta el amigo, admirado: "Y ¿qué hace en las tardes?". Contesta el otro: "Termina el primer kilómetro"... El psiquiatra le dice a doña Macalota: "Pienso, señora, que todos sus problemas se deben a su inconsciente". Responde ella: "No creo que mi marido tenga nada qué ver en esto"... Susiflor le contó a Rosibel: "Dejé para siempre el socialismo cuando fui a un campo nudista. Ahí aprendí que no todos los hombres son iguales"... "¡Haiga cosas!". Así dice la gente del Potrero para manifestar asombro ante un acontecimiento insólito. "Don Elisando no se emborrachó ayer". "¡Haiga cosas!". "La viuda de don Sindo, el que murió hace un mes, ya trae novio. Es aquel bigotón del tololoche que vino con el grupo que le tocó Las Golondrinas al difunto en el panteón". "¡Haiga cosas!". Para mostrar sorpresa los españoles dicen -o decían-: "¡Ca!". Según los académicos esa expresión equivale al "¡Quia!" de "¡Qué ha de ser!". Yo pienso, sin embargo, que el "¡Ca!" es una abreviatura de "¡Caramba!", y que a su vez el "¡Caramba!" es eufemismo para evitar decir "¡Carajo!", uno de los innumerables nombres que recibe el atributo masculino. Uno de tales apelativos, entre los más curiosos -y de mayor jactancia-, lo oí en ese lindísimo país que es Costa Rica, donde la parte pudenda del varón se llama "atarantachanchos". Advierto, sin embargo, que mi gusto por las disquisiciones filológicas me está apartando de la tarea de orientar a la República. Vuelvo a lo mío. Yo no dije: "¡Haiga cosas!", ni dije "¡Quia!" ni "Ca", cuando supe que los señores Arce y Círigo habían decidido dejar su militancia perredista para ingresar como nuevos catecúmenos en las filas del priismo. Es de saberse que muchos señores -y señoras- de la izquierda son consumados anemómetros que miden bien la intensidad y rumbo en que los aires soplan, y se acomodan, igual que las veletas o giraldas, al cambio de los vientos para lograr mejor los bonancibles. Lejos de mí la temeraria idea de tildar de cambiacasacas a los citados caballeros. Seguro estoy de que su tránsito de un partido a otro obedece a la más profunda convicción. Ya veremos otras emigraciones semejantes. En tiempo de higos abundan los amigos de los higos, y ahora que el PRI tiene otra vez el sol de frente le sobrarán conversos. Cosas de la política son éstas. Por desgracia, en el México de nuestro tiempo, cosas de la política son todas... Sombría reflexión has hecho, desmañado pendolista. Tus palabras me provocaron un repeluzno, espasmo o calosfrío que me llegó del píloro hasta el periné. Haz ahora el relato de alguna de tus inanes historietas a fin de sedar un tanto la inquietud que tus palabras causaron en todo el territorio nacional, excepción hecha de la plataforma continental y el zócalo submarino, que por hoy se libraron de tus pampiroladas... Babalucas fue a una playa de moda, y no pudo hallar hotel. En el último donde inútilmente buscó cuarto una chica le dijo: "Señor: tengo una habitación, y en ella hay un diván. Yo no lo conozco a usted; usted no me conoce a mí; de modo que bien podemos compartir el cuarto, pagándolo por mitad". Babalucas aceptó el trato. Ya en la habitación le dice la muchacha: "Señor: veo que el diván es muy incómodo. Yo no lo conozco a usted; usted no me conoce a mí, de modo que no creo que haya inconveniente en compartir también la cama". En efecto, Babalucas se acostó en el lecho, al lado de la hermosa chica. En la penumbra de la habitación ella le dice: "Señor: yo no lo conozco a usted, usted no me conoce a mí. ¿Qué le parece si hacemos de esto una fiesta, y nos divertimos?". Replica con tristeza Babalucas: "Usted no me conoce a mí; y yo no la conozco a usted. ¿A quién vamos a invitar a la fiesta?"... FIN.