Vargas Llosa ha de estar feliz con el triunfo de Ollanta Humala en el Perú. También yo estoy contento: la victoria de Keiko Fujimori habría convalidado el manido decir según el cual los pueblos no tienen memoria. Las naciones olvidan muchas cosas, eso es cierto, pero otras las guardan siempre en el recuerdo. Igual sucede con los individuos. Yo, por ejemplo, he olvidado todos los conocimientos que adquirí en la escuela, pero jamás olvidaré la noche aquella en que. (Nota: Nuestro estimado colaborador se extiende en un largo relato autobiográfico que por falta de espacio nos vemos en la penosa necesidad de suprimir, y también porque su escrito rebasa los límites que el decoro y la moral imponen). El proceso electoral peruano, y su culminación, deben constituir una lección para los dos principales partidos mexicanos, el PAN y el PRI. En Perú los partidos de centro se atacaron con virulencia tal que se descartaron entre sí. Con eso abrieron la puerta para que llegaran a la fase final de la elección los candidatos extremistas, que al principio de la contienda tenían pocas oportunidades de ganar. Lo mismo puede suceder aquí. Y no es que considere yo que López Obrador sea un peligro para México. No lo es. Constituye una opción política respetable que no se puede -ni se debe- descalificar. Señalo, sí, otro peligro, éste presente y real, a que puede llevarnos la actitud obsesiva de Calderón por evitar el regreso del PRI. Lo sucedido con Hank Rohn demuestra que en el actual régimen panista, igual que en los de ayer, priistas, las garantías y derechos consagrados por la Constitución son letra muerta; que las turbiedades de la política, y la fuerza ejercida desde el poder, están por encima del orden jurídico, y que en esas circunstancias ningún mexicano puede ir a dormir tranquilo sin el temor de que súbitamente irrumpan en su alcoba hombres armados para detenerlo y llevarlo preso, sin previa orden de aprehensión o de cateo, a la manera de lo que ha sucedido en los peores regímenes totalitarios. El hijo de Hank González puede ser un delincuente -a las autoridades toca demostrarlo-, pero no por eso se le pueden conculcar sus garantías. Eso equivale a combatir la ilegalidad con la ilegalidad. Al decir lo que digo no estoy haciendo la defensa de Hank Rohn. No lo conozco, y espero no conocerlo nunca. Estoy intentando defender a este país, si tan desmesurada pretensión me es permitida. Callar ante el abuso cometido en la persona de un supuesto culpable es propiciar posibles abusos contra los inocentes. El gobierno federal pretende encuadrar lo sucedido con Hank Rohn dentro de la lucha contra la delincuencia, y no dentro de la actual coyuntura política. No se convierta él mismo, entonces, en un delincuente, y menos aún ponga al Ejército en el trance de aparecer como violador de los derechos que asisten a los ciudadanos. Eso haría que el Estado Mexicano incursionara también en el terreno de la delincuencia organizada. Esperemos que el Poder Judicial demuestre en este caso su independencia ante el Ejecutivo. La recta aplicación de la ley por encima de toda política es la mejor salvaguarda de la comunidad. 'Uta', después de esta larga perorata apenas me quedaron fuerzas para contar un chascarrillo final. Rosibel y Susiflor, jóvenes casadas, regresaban juntas a sus casas después de una reunión con sus amigas. En el camino sintieron urentes ganas de desahogar una necesidad menor, y no hallaron ningún sitio cercano dónde aliviar su urgencia más que el pequeño panteón municipal. Con cierta inquietud entraron en él, pues había caído ya la noche, y ahí hicieron lo que tenían que hacer. Rosibel, a falta de otra cosa con qué secarse, usó su pantaletita, que luego desechó. Susiflor no quiso privarse de esa prenda, y utilizó para el efecto lo primero que tuvo a mano. Al día siguiente los esposos de las dos jóvenes señoras se encontraron. El marido de Rosibel dice muy preocupado: "Creo que debemos vigilar a nuestras esposas. Anoche la mía llegó a casa sin pantaleta". "Eso no es nada -replica, hosco, el marido de Susiflor-. Mi mujer llegó trayendo entre las piernas un listón que decía: 'Jamás te olvidaremos'". FIN.