Aquella señora hablaba de su esposo. Decía: "Antes era muy erótico. Ahora es muy errático"... Una gallina le contó a otra: "Anoche entró un murciélago en el gallinero. ¡Qué miedo sentí al verlo! ¡Se me puso la carne de gente!"... Un señor ya entrado en años decía con tono dolorido: "Dios puso en el hombre 206 huesos, pero no se le ocurrió ponernos uno donde a veces lo necesitamos más"... Babalucas estaba con una linda chica en la sala de la casa de ella. La muchacha había bajado la intensidad de la luz. Puso música romántica, y le ofreció a su acompañante una copa. Seguidamente le informó que sus papás habían salido, de modo que estaban solos en la casa. Babalucas fijó en ella la vista con mirada intensa. Le preguntó a la chica: "¿Qué estás pensando?". Respondió ella con una sonrisa tentadora: "Lo mismo que tú". Exclama el badulaque lleno de alegría: "¡Entonces te juego unas carreritas al refri!"... Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera, aceptó una invitación de don Calendo, añoso caballero pero que aún guardaba restos de su pasada lozanía, para salir con él a pasear en su automóvil. Lo estacionó el senescente galán en un romántico paraje, y como no queriendo la cosa puso su mano en la rodilla de la señorita Sinvarón. Dice ella, severa: "¡Le doy exactamente 45 minutos para que quite su mano de ahí!"... Si Dios Padre no les hubiera prohibido a Adán y Eva que comieran del fruto del Árbol del Bien y del Mal, lo más probable es que no habrían comido. Con frecuencia es la prohibición lo que engendra el deseo. Uno de los más violentos períodos en la historia de los Estados Unidos se llama precisamente así: la Prohibición. Cuando se pretendió acabar con la distribución y venta de bebidas alcohólicas, el consumo de espíritus etílicos subió. La gente se las ingeniaba para tener con qué embriagarse; fabricaba bebidas fermentadas hasta en la bañera de su casa. Incluso quienes habían sido morigerados en el consumo del alcohol, o aun abstemios, buscaban desafiar la absurda ley que les impedía beber. La Prohibición sólo trajo consigo violencia, crimen, corrupción. Ha surgido ahora una fuerte corriente de opinión tendiente a conseguir la despenalización en el uso de algunas drogas. Está claro que la lucha contra el narcotráfico ha fracasado en todo el mundo. Mil medidas de la más diversa índole se han puesto en práctica para combatir ese mal, y todas han fallado. Me pregunto si no habrá llegado ya la hora de aplicar un remedio que en otros campos de la actividad humana ha dado maravillosos resultados. Ese remedio se llama libertad... Don Geroncio, señor de muchos años, casó con una garrida mujer que andaría por los 30. El desposado insistía en viajar a su pueblo durante las vacaciones de verano, pero ella prefería quedarse en su casa a descansar. Cada año la señora daba a luz felizmente un bebé. Don Geroncio, que veía el crecimiento anual de su familia, consultó el caso con un médico. Le preguntó: "¿Qué debo hacer, doctor, para que mi esposa no quede embarazada cada año?". Responde el facultativo sin dudar: "Llévesela con usted en las vacaciones"... Le pregunta un tipo a otro: "¿Cuál es la diferencia entre rezar en una iglesia y rezar en un casino de Las Vegas?". Responde el otro: "No sé". Y dice el primero: "En el casino de Las Vegas rezas de veras"... Aquel hombre había sido muy bien dotado por natura. En el baño de vapor del club lo vio uno de los socios, y le dijo con admiración: "¡Caray, amigo! ¡Cuán generosamente lo dotó a usted Mamá Naturaleza! En cambio, mire: conmigo se mostró avara y cicatera". Responde el individuo: "Le agradezco la observación, compañero. Y discúlpeme si le hago una pregunta: esa parte suya de la que usted se queja ¿funciona?". Dice con ufanía el tipo: "En ese renglón no tengo queja alguna. Jamás me ha hecho quedar mal". Exclama entonces con ansiedad el otro: "¡Se la cambio!"... FIN.
