Pirulina tenía recorridos muchos kilómetros de vida. Su experiencia era al mismo tiempo vasta y basta. A la manera de Pico della Mirandola, sabía de todo y de algunas otras cosas más. Cierto día, harta de caminar por la senda del pecado, que dicen es florida -y lo es, créanmelo-, decidió hacer confesión general. Para eso habrían sido necesarias varias sesiones ad hoc de la Conferencia del Episcopado Mexicano, pero ella, más modesta, buscó al padre Hincapaz, llamado así porque las hincaba y ¡paz! El joven párroco no pudo menos que notar los muníficos atributos corporales de la penitente, dueña de abundantísimo tetamen y de profusa y ondulante popa. Empezó Pirulina el relato de sus culpas con una bombástica declaración: "Padre -manifestó contrita-, me acuso de que me estoy refocilando carnalmente con el cura de Cuitlapan". "¡Desdichada! -profirió el padre Hincapaz poseído de santa indignación-. ¿Cómo puedes incurrir en semejante desafuero? ¡Y con el cura de Cuitlapan! ¿Olvidas acaso que ésta es tu parroquia? ¡Conmigo debían ser tus refocilaciones, insensata!"... El borrachito veía los ejercicios militares que hacían los conscriptos, y escuchaba las sonoras órdenes que los jóvenes soldados recibían: "¡Firmes!... ¡Ya!". "¡Paso redoblado!. ¡Ya!". "¡Alto!... ¡Ya!". Cae que no cae, el ebrio se dirige a donde estaba el contingente, se planta frente a los mílites y les ordena con tartajosa voz: "Por el flanco derecho: ¡a tiznar a su madre todos!". Furiosos, los conscriptos se iban a lanzar contra él. El briago los detiene con ademán imperativo: "Momento, muchachitos. Todavía no he dicho: '¡Ya!'"... La señora le pide a la criadita: "Mary Thorn: ve a la tlapalería de la esquina y dile a don Quincallo que me mande un tapón, porque se me fundió el switch". Va la muchacha: "Don Quincallo, que dice la siñora que le mande usté un tapón, porque se le frunció el fuchi"... El severo juez reprende al acusado: "Leo en su expediente que asaltó usted a una señora y le robó todo el dinero que llevaba". "Así es, su señoría" -responde, hosco, el individuo. "Y leo además -prosigue el juzgador-, que también abusó usted de ella". "Es cierto, señor juez -reconoce el acusado-. Verá usted: soy de los que piensan que el dinero no lo es todo en esta vida"... Dos mexicanos tropezaron al ir por la calle en el centro de Los Ángeles. Se disculpa uno: "¡Oh! ¡Perdonar usté!". "No tener usté cuidado" -responde el otro. "Decirme, por favor -pregunta el primero-. ¿No ser usté mecsicano?". "-Sí -contesta el otro-. Yo ser mecsicano. Haber nacido al sur de la frontera". "-¡Oh! -se alegra el otro-. ¡Yo también ser mecsicano!". "¡Con una! -exclama el otro dándole una gran palmada-. ¿Entonces qué chingaos estamos haciendo hablando en inglés?"... La esposa le dice a su marido: "Falta la mitad de tu sueldo. ¿Qué le hiciste a ese dinero?". Responde el tipo: "Se lo di a una pobre mujer que vi en la calle". Inquiere, amoscada, la señora: "¿Qué mujer era esa?". "No sé -contesta él-. Nomás me dijo: 'Ven conmigo, guapo. Hago de tocho morocho'"... Pepito iba moqueando ruidosamente en el autobús. "Oye, niño -se dirige a él, molesta, una señora-. ¿No traes pañuelo?". Replica el chiquillo: "Sí, pero no lo presto".... Comentaba una señora: "Yo voy a votar por el cambio. Quizá de ese modo me quiten al cabrísimo grandón de mi marido y me lo cambian por otro"... "... Dos turistas mexicanas fueron asaltadas en una oscura calle de Nueva York por dos hombres de origen latino que las hicieron víctimas de sus erizados instintos de libídine y lujuria. "¿Podrían identificar a los asaltantes?" -les pregunta un oficial de policía-. "No, porque estaba muy oscuro -responde una-. Pero creo que eran de la ETA". "Imposible -se sorprende el norteamericano-. Aquí no hay ETA". "Sí hay -replica la mujer-. Clarito oí que uno le dijo al otro: 'Eta pa' mí; eta pa' ti"... A medias de la noche el señor llamó a su acupunturista. Le dijo: "Tengo un dolor intenso en la pierna derecha". Le indica el hombre: "Clávese un par de seguros y venga a mi consultorio en la mañana". Le cuenta un tipo a otro: "Voy a divorciarme de mi mujer. La encontré desnuda en el taller de un pintor". "No te precipites -le aconseja el otro-. A lo mejor estaba posando para él". Mohíno, el individuo hace una aclaración: "El pintor era de coches"... FIN.