"Todas las noches debo darte sexo -le dijo la esposa de Afrodisio a su marido-, y además tengo que mantener la casa en orden, hacer la comida, lavar y planchar la ropa y cuidar a los hijos. Necesito que contrates a una mujer". Afrodisio atendió la queja de su esposa, y contrató a una mujer para que le diera sexo. El señor que iba en un taxi le tocó el hombro al taxista para darle una indicación. El hombre saltó en su asiento, espantado, al tiempo que lanzaba un alarido de terror. El cliente se disculpó. Le dijo: "Perdone usted. No pensé que tocarle el hombro lo asustaría tanto". "Perdóneme usted a mí, señor -se disculpó a su vez el taxista-. Es que, ¿sabe usted?, durante 30 años manejé una carroza fúnebre, y hoy es mi primer día de taxista". Doña Fecundina, esposa de don Temístocles, rudo hombre del campo, fue a la clínica del pueblo a dar a luz a su hijo número 14. Le dice la joven enfermera: "Ya no debería usted tener más hijos, doña Cundi". "¿Estás loca, muchacha? -responde con vehemencia la prolífera mujer-. ¡Ésta es la única manera en que puedo tomarme unos días de vacaciones!". Inepcio era incapaz de dar satisfacción a una mujer. Hasta su muñeca inflable lo dejó. Andrés Manuel López Obrador se quiere deslopezobradorizar. Quien lo ayude a deslopezobradorizarse será un buen deslopezobradorizador. De todo podrá ser acusado AMLO, menos de falta de habilidad política. La palabra "peje", mote con el cual es designado, sirve para nombrar a un pez, pero define también a un "hombre astuto, sagaz e industrioso". A estas alturas el tabasqueño ha aprendido una lección: los radicalismos pueden llevar a la raíz, pero no llevan a ninguna otra parte. Tengamos por seguro que se mirará en el espejo del peruano Ollanta Humala. Éste moderó su discurso populista; puso distancia entre él y Chávez; adoptó una actitud conciliatoria ante los empresarios, y finalmente logró ganar la carrera por la Presidencia de su país, aunque la había iniciado en desventaja. Su mayor base de apoyo, ciertamente, estaba entre los pobres; pero sabía que sin un buen número de votos de la clase media no lograría su objetivo. Por eso pasó de la revolución a la moderación. Lo mismo habremos de ver en el caso de López Obrador. Hará a un lado desplantes como aquel de: "¡Al diablo las instituciones!", y se acercará a una postura más de centro que disipe la desconfianza de quienes ven en él a un profeta del desastre. Desde luego los peruanos no saben ahora cuál de los dos Humalas es el verdadero; si el radical de antes o el moderado de la campaña por la Presidencia. Hay peruanos que están trayendo a colación el símil del lobo con piel de oveja. Igual recelo suscitará López Obrador. Sabe él muy bien, empero, que lo primero que debe hacer para dar cimientos firmes a su aspiración presidencial es disipar el temor que mucha gente de la clase media siente aún ante quien fue calificado de peligro para México. Su principal esfuerzo, entonces, será ganar terreno en ese sector de la ciudadanía en el cual hoy por hoy Marcelo Ebrard está mejor posicionado que él. Dicho de otra manera, preparémonos a ver un radical ya no tan radical; un López Obrador ya no tan López Obrador. Meñico Maldotado era socio de un club nudista. Le contó a su esposa que en el club iba a haber un concurso de arreglos florales, y que él se iba a inscribir. Le preguntó ella con sequedad: "Y ¿en qué categoría vas a participar? ¿En el de plantas bonzai?". Decía una señora con lamentoso acento: "Mi esposo se acaba de jubilar. Ahora tengo la mitad de sueldo y el doble de marido". Don Algón terminó de arreglarse la ropa en la oficina. También terminó de arreglarse la suya la nueva secretaria. Le dice el salaz ejecutivo con una gran sonrisa: "Muy bien, señorita Rosibel: acaba usted de conseguir el empleo. Ahora, si me espera una media horita, podrá optar de inmediato a un aumento de sueldo". FIN.
