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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Panchito el Che era hijo de padre mexicano y madre argentina. Cuando murió llegó al Cielo, y le dijo a San Pedro: "Toda mi vida me atormentó una duda: ¿soy más mexicano que argentino, o más argentino que mexicano? Dímelo, por favor". Responde el portero celestial: "No tengo la menor idea. Te llevaré con el Padre para que se lo preguntes". En efecto, se presentaron los dos ante el Altísimo, y Panchito el Che le hizo la pregunta: "Señor: ¿soy más argentino que mexicano o más mexicano que argentino?". Hierático, le respondió desde su trono el Padre: "Eres lo que eres". Se retiran los dos, y Panchito le dice a San Pedro, desolado: "No entendí lo que me dijo". Le indica el apóstol: "Está claro. Eres más mexicano que argentino". "¿Cómo lo sabes? -inquiere Panchito ansiosamente. "Fácil -explica San Pedro-. Te dijo: 'Eres lo que eres'. Si fueras más argentino que mexicano te habría dicho: "Sos lo que sos"... En política las cochinadas deben hacerse limpiamente. Y pocas acciones tan desaseadas podrán hallarse en el cochinero político de nuestro tiempo como el de la aprehensión en Tijuana de Jorge Hank Rohn. Ni el más huizachero de los abogados debe haberse sorprendido ante las decisiones de los jueces que ordenaron la libertad de Hank. El procedimiento por el cual se le detuvo fue tan torpe, tan plagado de ilegalidades, que la mínima aplicación del derecho hacía que procediera su liberación. No hubo orden de aprehensión ni de cateo: la flagrancia era difícil de probar, y -sobre todo- la detención fue consumada por un órgano que no está legalmente investido para ello: el Ejército. Muchos pondrán el grito en el cielo, en la tierra y en todo lugar por la liberación de ese turbio señor en el cual se confunden las peores cualidades del empresario y el político. Debemos alegrarnos, sin embargo, de que en México quede todavía una sombra de justicia que contraste los abusos del poder. En este caso, desde luego, la justicia favoreció a quien por su conducta sería acreedor de castigo, pero la justicia es como el sol, que brilla lo mismo para los justos que para los pecadores. Nadie vaya a acusar entonces a los jueces que liberaron a Hank Rohn de haber doblado la vara de la justicia por interés o por temor. Hicieron lo que tenían que hacer. Cualquier decisión en contrario habría sido fácilmente recurrida por los defensores de quien con tan endebles bases fue inculpado. Con lo sucedido queda muy mal parado el régimen de Calderón. Eso no importa mucho: lo de la política a la política. Lo lamentable es la infortunada participación que en este caso tuvo el Ejército Nacional, una institución respetada y respetable cuyos mandos, empezando por el supremo, deben cuidar de que no sufra desdoro el instituto armado... Don Valettu di Nario llegó a los 100 años de su edad. Lo entrevistó una reportera: "¿A qué atribuye usted su longevidad?". Responde don Valettu: "Nunca bebí; jamás salí de parranda con amigos; procuré tener poco trato con mujeres, y a las 10 de la noche estaba ya en la cama". Le dice la reportera: "En esas condiciones ¿qué caso tenía vivir 100 años?"... El barco regresó de su primer crucero en alta mar. Al atracar en el muelle ordena el capitán: "Marino Babalucas: ¡tire el ancla!". "¿Por qué, mi capi?" -se entristece el badulaque-. ¡Está nuevecita!"... El entrenador del gimnasio escuchó estas palabras al pasar: "Finalmente conseguí mi objetivo: tengo bíceps de 17 pulgadas; cuello de 18 pulgadas; torso de 44 pulgadas. Puedo levantar 150 kilos y matar un buey de un puñetazo. Me siento maravillosamente bien. Lo único malo es que quizá una mujer como yo batalle ahora para encontrar marido"... Don Languidio tenía problemas para conciliar el sueño. Visitó al doctor Mesmerio, famoso magnetizador, y éste le enseñó un método para combatir el insomnio por medio de la hipnosis. Debía, tendido ya en el lecho, y a oscuras, ir impartiendo órdenes a las diversas partes de su cuerpo para que se durmieran, empezando desde los pies y acabando en la cabeza. Esa misma noche puso en práctica don Languidio aquel procedimiento, y empezó a decir: "Duérmanse, pies. Duérmanse, pantorrillas. Rodillas, duérmanse. Duérmanse, muslos.". Y luego continuó: "A ti no te digo nada: tú ya estás permanentemente dormida". FIN.

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