La mujer de Afrodisio regresó de un viaje y encontró a su marido refocilándose carnalmente en el lecho conyugal con una exuberante fémina. Antes de que la estupefacta señora pudiera pronunciar palabra le dice su coscolino esposo: "Razonemos, mujer: si los infantes disfrutan de la infancia ¿por qué no podemos los adultos gozar del adulterio?"... Un amigo le dijo a Babalucas: "En tu pueblo están muy atrasados. Entiendo que votaron por don Adolfo Ruiz Cortines". Babalucas se enojó al oír aquello. "Mucha gente votó por Ruiz Cortines". Replica el amigo: "¿En la elección del 2006?". (El 2000 votaron por don Manuel Ávila Camacho, para estar del lado de la modernidad)... "No queremos caras: queremos ideas". Así decía uno de los carteles que los indignados jóvenes madrileños redactaron durante su movimiento de mayo en la Plaza del Sol. Esa espontánea manifestación, en efecto, fue de bases. No tenía ningún líder. Acción de personas fue, no de personajes. Quizá por eso nadie pudo decir que él la inició, o considerarse cabeza de la reivindicación. Quizá también por eso no pudieron colarse en aquella expresión comunitaria los radicales que andan en el aire, o los eternos cazadores de ambulancias que están siempre al acecho de la primera que pase para subirse en ella y retratarse al lado del herido. En nuestro tiempo un movimiento de líderes tiene como destino casi siempre la parálisis, y más cuando el dirigente se asume como tal y empieza a desempeñar su papel. Fuera del teatro toda teatralidad es peligrosa. El subcomandante Marcos, con su característica capucha, su característica pipa, sus características cananas, acabó por ser un característico. Así se nombra en el argot teatral al actor que se representa a sí mismo. Sus malquerientes lo llamaban "el subcomediante". No son los tiempos ya de los caudillos. Ahora es el tiempo de la gente. Quien de ella se pierda está perdido. Creo que en ese riesgo se halla el movimiento iniciado por Javier Sicilia. Absolutamente respetable en su origen -su origen fue el dolor-, sus implicaciones han estado sujetas a las demandas, a veces caprichosas, de todos los individuos y grupos que se le han sumado muy oportunamente, y que tienen los más diversos propósitos y orígenes. De ahí que su pliego petitorio -¿así se dice todavía?- esté pidiendo el sol, la luna y las estrellas, más el mar con todos sus pescaditos. Lo digo sin ánimo de sorna, sino como observador externo: desde la ONU hasta la presidencia municipal de Huipanguillo, pasando por los poderes de la Unión y todas sus dependencias, tendrían que intervenir para atender las múltiples y variadísimas exigencias que se contemplan ahí. Lo más lamentable es que algunas de ellas están separadas por completo del sentir comunitario. Lo del retiro del Ejército y la Marina, por ejemplo, es demanda que en la abstracción del intelecto puede tener sentido -también lo tiene para la delincuencia-, pero que a la luz de la violencia cotidiana que muchas ciudades afrontan hoy por hoy constituye desmesurada sinrazón. En soldados y marinos ven ahora los ciudadanos la única protección con la que cuentan. Se han cometido errores, ciertamente, algunos de ellos de consecuencias trágicas; pero aun así la gente prefiere que los militares sigan en el combate contra el crimen organizado. De otra manera la población, que no confía ya en las corporaciones policíacas, quedaría librada a su propia suerte, prácticamente en estado de indefensión. Oír más a la gente, y oírse menos entre sí, es obligado. Cuando eso no se hace los movimientos naufragan en sí mismos, y ese es un triste modo de naufragio... Silly Kohn, vedette de moda, aceptó la proposición matrimonial que le hizo don Nonino, señor de 90 años. Pensó que su añoso marido no tardaría en chupar Faros, colgar los tenis o irse de minero -eufemismos los tres que en México se usan para designar el último acto de la comedia de la vida, o sea el de la muerte-, y entonces ella entraría en posesión de su fortuna. Pero ¡ah errores a que conduce la codicia! Poco después del casorio Silly experimentó determinados síntomas que la movieron a ir con el ginecólogo. Éste, luego de revisarla, le informó que tenía el pisito ocupado, otro eufemismo, éste para significar que estaba embarazada. Furiosa, Silly Kohn tomó su celular y llamó al viejo verraco. "¡Desgraciado! -le gritó iracunda-. ¡Me embarazaste!". Con voz tranquila responde don Nonino: "Perdón: ¿quién habla?"... FIN.