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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

Hoy empieza esta columnejilla con un cuento tan ordinario que llega a ser extraordinario. Las personas con tendencias morales no deberían leerlo... El señor y la señora tenían ya 25 años de casados, y sin embargo él insistía siempre en hacer el amor con la luz apagada. Una noche la esposa decidió que ya era tiempo de romper aquella absurda práctica, y en pleno acto encendió la luz. Lo que vio la dejó petrificada: su consorte no usaba en aquel trance su parte natural, sino que se valía de un artilugio de material plástico de ésos que en los sex shops se expenden. "¡Infame! -le reclamó vehemente-. ¡Todos estos años me has tenido engañada! ¡Ahora entiendo la razón por la cual nunca quieres hacerlo con la luz prendida! ¡Explícame por qué has usado siempre ese aparato!". Responde calmoso el marido: "Te lo explicaré si tú me explicas lo de los cinco hijos que tenemos"... A otra cosa... Ni siquiera su nombre lo sentía suyo. Cuando la madre decía "Ernestito" no se refería a él, sino al pequeño muerto que se fue del mundo cuando el otro hijo estaba aún en su vientre, y que al nacer recibió el mismo nombre del infantil fantasma fallecido. Su niñez fue de miedo por la presencia de un padre hosco y severo cuyas ternuras sólo conoció cuando el amor no podía decirse ya. Tuvo por maestra a esa dura madrastra que es la soledad. De joven incurrió en una utopía llamada comunismo. Sus compañeros recelaron de él porque sostuvo la arriesgada tesis de que los postulados del materialismo dialéctico no eran aplicables al mundo de la naturaleza. Lo enviaron a Moscú para que se curara de revisionismo. Eran tiempos de Stalin, y él supo que su destino sería Siberia o un hospital psiquiátrico. Escapó a París. Ahí conoció el hambre y el frío. Volvió a su patria, y los antiguos camaradas lo persiguieron por haber hecho traición a la doctrina. Se entregó al estudio de la ciencia, a pesar de haber oído a un viejo indio que cuando supo que en Buenos Aires se oiría en radios de galena la pelea celebrada en Nueva York entre Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo meneó la cabeza y dijo con sombrío acento: "Cuando más cencia más Mandinga". Mandinga es el diablo. Escribió, escribió mucho y bien. Ganó premios que lo llevaron por el mundo. Conoció luego el tiempo más sombrío de su país, cuando el Estado absoluto desató el terror. Presidió después la comisión que enjuició a los culpables de esa perversidad por la cual la palabra "desaparecidos" se dijo en español en todo el mundo. "Descendí a los infiernos" dijo tras conocer los crímenes de aquel régimen de asesinos, y proclamó: "¡Nunca más!". Al final de su vida sintetizó todos sus aprendizajes en una frase sola: "No podemos desentendernos del sufrimiento de ningún ser humano". Ernesto Sabato. Hoy se cumplen 100 años de su nacimiento. Murió a los 99 de su edad, el día 30 del pasado abril. No ha muerto... Pepito iba por un camino rural, y encontró a una niñita. "¿De dónde vienes?" -le preguntó. Respondió la pequeña: "De la iglesia. Soy bautista, y hoy tuvimos la escuela dominical". "Yo también vengo de la iglesia -dijo Pepito-. Soy católico, y este día tuvimos misa y catecismo". Caminaron juntos, y llegaron a un arroyo cuyas aguas se habían crecido. La niña se preocupó: "No puedo mojar mi vestidito. Es nuevo, y mi mamá se enojará si lo maltrato". "Tampoco yo puedo mojar mi traje -dijo Pepito-. Es el de los domingos, y mi papá se disgustará mucho si lo mojo". "Te diré lo que haremos -sugirió la niña-. Vamos a quitarnos toda la ropa. La sostendremos por encima de la cabeza, y de ese modo cruzaremos el arroyo". Así lo hicieron. Cuando estuvieron en la otra orilla le dice Pepito a la niñita: "Voy a serte muy sincero: no sabía la gran diferencia que hay entre bautistas y católicos"... El autobús iba atestado. Un añoso señor le ofreció a la linda chica que se sentara en su regazo: "Soy tan viejo -le dijo- que he olvidado todo lo relativo al sexo". Ella, cansada, aceptó el ofrecimiento. Pero poco después el maduro caballero le pidió apenado: "Tendrás que levantarte linda. Parece que una parte de mí acaba de acordarse"... (No le entendí)... FIN.

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