Silly Kohn, famosa bailarina de burlesque, hacía sensuales evoluciones en el tubo. Un turista americano le puso un billete de 100 dólares en la tanguita, y otro paisano suyo hizo lo mismo. Pancho el Mexicano pasó su tarjeta de crédito por entre las pompas de la danzarina, y anunció al tiempo que tomaba los billetes: "Procedo a hacer un retiro de 200 dólares". Aquella noche el marido se acercó a su esposa con evidentes intenciones amorosas. "Hoy no -lo detuvo ella-. Me duele la cabeza". Replicó él sin dar marcha atrás: "La cabeza para nada la vamos a necesitar". Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, regresó decepcionada de su viaje a Londres. "¡Malajos! -comentaba con disgusto-. ¡El Big Ben es un reloj!". Desde mi gozosa y bien gozada heterosexualidad celebro y aplaudo con ambas manos, para mayor efecto, los avances del movimiento gay en su lucha contra la discriminación. Maravilloso don es el del sexo, fuente y manifestación entre las más plenas del amor humano. Un cierto amigo mío, hombre profundamente religioso, exclama después de cada orgasmo, cuando lo ciñen aún los brazos de la mujer amada: "¡Gracias a Dios!". Y es que esa plenitud de vida debe agradecerse como uno de los regalos más bellos de la divinidad. La diversidad que se advierte en la naturaleza se mira también en el amor. No adopta una sola forma, sino varias, y todas son dignas de respeto si se fincan en la libre elección de la pareja, y si a nadie causan daño los que se aman con su relación. En el amor está la única respuesta válida a las dudas y cuestionamientos que plantean esas diversas formas del amor. Me conmovió una fotografía que se tomó en el curso de la Marcha del Orgullo Gay celebrada en la Ciudad de México. Abrazado por su abuelo y por su madre desfiló un adolescente gay que gracias al amor y comprensión de su familia no tuvo que sufrir la tortura de vivir en la clandestinidad su orientación sexual. "Amo a mi nieto gay", proclamaba el letrero que llevaba al pecho el admirable abuelo, y "Amo a mi hijo gay" decía el que portaba la amorosa madre. Ejemplo hermosísimo de amor es ése, que deberían imitar quienes predican el amor sin conocer su significado verdadero. En Nueva York las personas homosexuales festejaron ayer la aprobación de una ley que les permitirá establecer uniones legales entre ellos. He ahí otro importante avance en la lucha contra la discriminación. Día llegará en que miremos como una forma inexplicable y monstruosa de injusticia las muestras de homofobia que todavía vemos hoy, igual que ahora consideramos aberrante el trato que recibió durante muchos años en Estados Unidos la gente de color, casi siempre con bendición de las iglesias. Por eso me atribula que la mía, la católica, siga oponiendo resistencia, igual que otras iglesias cristianas, al reconocimiento de la diversidad sexual, y de las distintas preferencias, determinadas la mayoría de las veces por la naturaleza, o sea -para los creyentes- por el mismo Dios. En medio del júbilo que en la comunidad lésbica y gay de Nueva York, y en las organizaciones civiles en general, causó la aprobación de aquella ley, los obispo católicos del estado emitieron una declaración en la que se muestran "profundamente preocupados y desilusionados" por esa ley, que no hace sino validar el derecho que tienen dos seres humanos a consagrar su amor con un vínculo reconocido por la sociedad. Por encima de toda incomprensión y toda hostilidad, la causa de la comunidad homosexual, que es causa justa, seguirá avanzando. Dos amigos se encontraron después de mucho tiempo de no verse. Uno de ellos estaba rico. Dice: "Inventé un perfume que da a la mujer un aroma íntimo, como de fruta". Tiempo después volvieron a encontrarse. Ahora el otro amigo era más rico. Explica: "Inventé un perfume que da a la fruta un aroma íntimo, como de mujer". FIN.