"Tengo dos años ya de acostarme con mi novio -le contó Rosibel a una amiga-. Anoche que estábamos haciendo el amor quise formalizar la relación, y le exigí: 'O me dices cómo te llamas o aquí terminamos'". Un señor comentaba: "Cuando llegó a los 80 años mi abuelo empezó a inclinarse a la derecha". Le pregunta alguien: "¿¿Antes era de izquierda?". "No -aclara el señor-. Empezó a inclinarse a la derecha cuando está sentado, para dejar salir un aire". Don Chinguetas le pidió a su médico: "Quiero que me extirpe el apéndice". Opuso el facultativo: "No hay nada malo con su apéndice". "Ya lo sé -replica don Chinguetas-. Pero quiero que los órganos cercanos vean eso y piensen: 'Si estando bien su apéndice este caón se lo sacó, ¿qué nos pasará a nosotros si le funcionamos mal?". Decía una señora: "Mis padres tuvieron sólo un pleito en 55 años de casados. Pero ese pleito duró 53". Si yo supiera corresponder a todas las bondades que de mi prójimo recibo sería el hombre más bueno de este mundo, y andaría por dondequiera muy orondo, con alas de ángel y portando aureola, de neón quizá. Pero ¡ay de mí! soy sólo un citano cualquiera, incapaz de elevarse por encima de su medianía y que ni siquiera sabe qué significa la palabra citano (significa zutano). La gente me dice cosas muy bonitas, y aun quienes disienten de mis opiniones lo hacen con respetuosa consideración, supongo que en atención a mis muchos almanaques. Lo que me apena de tanta bondad es que llegaré al final de esta vida en tal modo endeudado que la que sigue, con todo y ser eterna, según dicen, no me bastará para saldar mis agradecimientos. Vean ustedes, por ejemplo, lo que me sucedió en Guadalajara hace unos días. Recibí una valiosísima presea que en esa bella ciudad se otorga a personas de mérito. Conmigo se hizo una excepción, y por pura generosidad me fue entregado el Premio "Pedro Sarquis Merrewe". Tuve el honor de recibirlo al lado de distinguidos mexicanos que sí lo merecían: Denise Maerker, a quien tanto admiro tanto; Saúl "El Canelo" Álvarez, destacado deportista; Horacio Franco, que ha dado a conocer la música de México en el mundo; José Luis González Íñigo, empresario y filántropo, y un grupo de jóvenes investigadores que han hecho hallazgos importantes en el campo de la medicina. Fui designado -también seguramente por mis muchos años- para hablar en nombre de los premiados, y cité una frase de ese libanés ejemplar que fue don Pedro Sarquis: "Todo lo que se hace con amor puede lograrse". Doy gracias a la familia Sarquis, de quien la comunidad jalisciense ha recibido tantos bienes, por haberme distinguido sin hacer aprecio de mis escasos méritos. Expreso mi especial agradecimiento a don Víctor Sarquis, continuador del noble ejemplo dejado por su padre, y envío un abrazo a mis amigos tapatíos Salud Ramírez y Alfredo Dau, por quienes he conocido la calidez del afecto que Guadalajara y Jalisco saben dar. "La culebrita verde". Tal es el nombre del cuento que sacaré a la luz aquí el próximo viernes. No he podido dilucidar si ese relato es el más sicalíptico o el más tierno de todos cuantos llevo escritos, los cuales suman ya quimiles. (Quimil es una expresión popular que viene de quimilli, montón en náhuatl. El término se usa para designar un número indeterminado de millares). Lean mis cuatro lectores esa historieta singular el día señalado, y determinen si pertenece a los anales de la ternura o de la sicalipsis. Florilí, muchacha en flor de edad, se la pasaba acostada en su cuarto todo el día. Su mamá se mortificaba por su ociosidad, y la amonestaba con duros réspices llenos de acrimonia. La perezosa joven no pudo aguantar ya esas regañinas, y un buen día se fue de la casa. A los dos años regresó. Traía coche de lujo; vestía ropa de marca; lucía zapatos y accesorios de los que sólo se ven en París, Roma, Londres, Nueva York y Saltillo, y se adornaba con joyas rutilantes. "¿¿Ya ves, mami? -le dice con orgullo a su asombrada madre-. ¡Y tú me decías que acostada no haría nada en la vida!". FIN.