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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Lord Feebledick volvió a su casa en Uppity Hills después de participar en la cacería de la zorra. La jornada estuvo llena de incidentes. La perra que llevó Miss Dumby se hallaba en celo, y los perros, en vez de ir tras la presa, fueron tras ella, con lo que la zorra quedó en último lugar en la carrera, incluso atrás de los jinetes que la perseguían. El anfitrión, lord Highrump, ofreció como único refrigerio sándwiches de lengua, y aunque alguien recordó la frase de Dickens en The Pickwick Papers: "Tongue: well, that's a wery good thing when it an't a woman's", lo cierto es que el condumio no fue muy del agrado de lord Feebledick. Regresó, pues, con ánimo desabrido a su finca rural, sólo para encontrar a su mujer, lady Loosebloomers, en refocilación carnal con Wellh Ung, el toroso mancebo pelirrojo encargado de la cría de los faisanes. Requirió milord su rifle de caza, un Pieper de fabricación belga, y con él apuntó al acezante mozallón, que ni siquiera advirtió el peligro en que se hallaba, pues había llegado ya a la fase conocida como "de ojos en blanco", en la cual no hay regreso posible. (Evoquemos el caso de aquel desdichado hombre que no tenía piernas. Explicaba esa falta diciendo: "Yo ya estaba llegando; ella ya estaba llegando, y el tren ya estaba llegando"). Por su posición en el lecho lady Loosebloomers si pudo ver a su marido, y le reprochó con acrimonia su conducta. "¿No ves que el muchacho está ocupado? -le dijo-. Espera al menos a que acabe su quehacer". Se sentó, pues, lord Feebledick en un sillón Voltaire, y se entretuvo en revisar si su arma estaba bien aceitada. El trance adulterino llegó bien pronto a su culminación, por la fogosa juventud del amante. Desmadejado por la debilidad que sigue a la culminación de la pasión carnal ("La petite mort" llaman los franceses al orgasmo), Wellh Ung se dejó caer de espaldas sobre el lecho, y entonces sí se dio cuenta del peligro que corría. "Bloody be, gov'nor! -exclamó asustado-. ¡No me dispare, por piedad! ¡Espere al menos al final de mes, para cobrar mi última quincena y dejar algo a mi pobre madre ciega, a quien mi padre abandonó desde antes de nacer nosotros, sus nueve hijos!". Así clamó el desesperado joven. Y añadió suplicante con su acento cockney: "Be a sport, man!". Replicó,enérgico, lord Feebledick: "No puedo esperar tanto. A lo más que aguardaré es a que cobres fuerzas para dejar ese lecho que tú y mi babilónica mujer han convertido en revolcadero fornicario". "¡Ay, Feebledick! -profirió lady Loosebloomers con lamentoso acento-. ¡Qué cosas tan feas dices! ¿Cómo puedes hablar de revolcaderos, si las sábanas son de seda, y de satín la colcha? Anda, deja que el joven se reponga un poco, y luego haz tu voluntad". Se sentó otra vez lord Feebledick en el sillón Voltaire, y esperó paseando la mirada por las paredes del aposento, al tiempo que apuntaba con el rifle a las flores del empapelado para probar la mira. Por fin Wellh Ung se sintió con arrestos, y dejó el lecho donde se había celebrado aquella indebida coición. "No te dispararé del todo -le anunció, magnánimo, lord Feebledick-. Tiraré sólo a dar en las partes que te han servido para tu insana refocilación. Y otra ventaja te concederé: abre las piernas y muévete de modo que esas partes adquieran un movimiento pendular. Así el tiro será más difícil. Antes que vengador soy deportista". ¡Ah, hidalgo caballero! ¡Con qué entusiasmo elogio tu actitud! Ya se han perdido, desgraciadamente, esas costumbres caballerescas propias de los pasados tiempos. En estos que vivimos ahora, de calígine, todo se nos va en pugnas de política, en revelaciones de arreglos hechos bajo mesa, en manipuleos que nada tienen qué ver con el interés nacional, sino sólo con la adquisición y mantenencia del poder. ¡Tantos recursos naturales tiene México, y tan grande potencialidad su gente, y todo naufraga en ese pantanoso légamo de politiquería! Mejor narraré una historieta final, y luego, como decimos los merolicos -iguales los culteranos que los callejeros-, pasaré a retirarme. Le dijo Susiflor a Libidiano: "Por la manera en que un hombre introduce la llave en la cerradura de la puerta puedo saber el modo en que me hará el amor. Si lo hace con fuerza, eso quiere decir que me amará con ímpetu. Si procede con lentitud, eso significa que al hacer el sexo será tierno y delicado. ¿Cómo introduces tú la llave?". Responde Libidiano: "A veces de una manera, a veces de otra. Pero siempre le doy primero unos besitos a la chapa". (No le entendí). FIN.

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