Dulcilí, muchacha ingenua, le entregó la nunca tangida gala de su doncellez a Libidiano, untuoso galán de labia seductora. Al concluir el trance erótico Dulcilí le pregunta a su amador con ansia no disimulada: "Mi mamá me ha dicho siempre que sea buena. ¿Lo fui?". El jefe del campamento de verano llamó por teléfono a la mamá del niño y le informó que su hijo había recogido un perro callejero, y estaba durmiendo con él en su tienda de campaña. "¡Qué barbaridad! -exclama la señora-. ¿Y el olor?". Replica el encargado: "El perro parece haberse acostumbrado ya". Una joven señora le pregunta a otra: "Tu marido ¿ronca?". "No sé -contesta ella-. Sólo hemos estado casados tres días". Babalucas fue a confesarse con el padre Arsilio. El buen sacerdote le dijo: "De penitencia rezarás dos credos". Contestó el badulaque: "Nomás me sé uno". Uglilia era muy fea. Cayó en manos de una tribu de salvajes antropófagos, y todos pidieron únicamente la ensalada. Doña Panoplia, dama de sociedad, señora de alto pedo, se inscribió en un club nudista. Aunque aprendió en ese sitio que no todos los hombres fueron creados iguales, bien pronto renunció a su membresía. Comentó, disgustada: "Ahí todas las mujeres llevan lo mismo". Una linda muchacha se subió en la báscula de monedas de la estación del tren. Quería saber su peso. Al parecer lo que marcó la báscula no la dejó contenta, pues se despojó del abrigo que llevaba, echó otra moneda y se subió otra vez. Tampoco quedó satisfecha, y entonces se quitó los zapatos. Subió de nuevo, se quitó el saquito que traía y otra vez hizo un gesto de disgusto. Le dijo un chico que observaba aquello: "No se detenga, señorita. Yo traigo más monedas". Don Algón entró al cuarto del archivo a la hora del café y sorprendió al office boy y a la secretaria haciendo el amor desaforadamente sobre un escritorio. Les preguntó, irritado: "¿Pueden explicar esto?". "Claro que sí, señor -responde la muchacha-. A ninguno de los dos nos gusta el café". Comentó con tristeza don Languidio, añoso caballero: "Me estoy haciendo viejo. Vi una manifestación de sexoservidoras que protestaban desnudas porque las quieren sacar de la calle, y leí lo que decían sus carteles". Pregunta: ¿Por qué los canguros de Australia corren tan aprisa? Respuesta: Porque han visto lo que los pastores les hacen a las ovejas. (No le entendí). Pepito acompañó a su papá a una venta de caballos. El señor vio uno y empezó a palparlo detenidamente. Le tentó la grupa, el pecho, el vientre los ijares, la cinchera, el brazo y el brazuelo, la caña, la corona, el espejuelo, la babilla, la cerneja, los jarretes, el menudillo, el vaso y hasta el espolón. Intrigado, le preguntó el chiquillo: "¿Qué haces, papá? ¿Por qué tocas al caballo así?". Responde el señor: "Antes de comprarlo debo saber si está sano de todas sus partes". Dice entonces Pepito, pensativo: "¿Sabes qué? Estoy sospechando que el cartero quiere comprar a mi mamá". Una señora le contó a su vecina que el médico le había inyectado a su marido glándulas de mono para mejorar su desempeño en la alcoba. La vecina pregunta, muy interesada: "¿Dio resultado el tratamiento?". Contesta la señora: "Lo sabré cuando deje de columpiarse del candil". Simpliciano, joven inocente, le dijo a su mamá que ya tenía novia. Pregunta la señora: "¿Qué hace ella?". "No sé exactamente -responde el cándido muchacho-, pero me invitó a su cuarto, y arriba de la cabecera de la cama tiene un letrero que dice: 'Descuentos especiales a grupos'". El botones del hotel le dijo al encargado de la recepción: "El señor Mass, el recién casado que ocupa con su novia la suite nupcial, llamó para pedir el desayuno". Responde el otro: "El huésped que está en la suite nupcial no se apellida Mass. Se apellida Smith". "Estás equivocado -replica el botones-. Anoche pasé frente a la puerta de la habitación, y clarito oí que la muchacha le decía: "¡Mass! ¡Mass!". FIN.
