"¿Cuántos amantes tuviste?". Esa indiscreta pregunta le hizo intempestivamente don Chinguetas a su esposa. Ella no regateó la respuesta. Contestó: "Déjame recordar. Con el de ayer creo que han sido 37". Don Astasio, otro marido mitrado por su mujer, le reclamó a la pecatriz: "Ante el altar, cuando el cura te preguntó si me serías fiel, dijiste que sí". Replica la señora: "Es que delante de tanta gente no quise iniciar una discusión". Babalucas fue víctima de un asalto en una ciudad de Estados Unidos. Le preguntó un paisano: "¿Por qué no marcaste en tu teléfono el 911". Contesta el badulaque: "No pude hallar el 11". El productor le ofreció un papel en su película a un actor ansioso de encontrar trabajo. Le advirtió: "Pero deberás darle un beso al actor principal". "Se lo daré" -responde sin vacilar el hombre. "No te apresures -le indica el productor-. Aún no te he dicho dónde deberás darle el beso". Un señor de 90 años casó con una linda corista de 20. Por desgracia el maduro caballero pasó a mejor vida en la mismísima noche de bodas. El empresario de pompas fúnebres le informó a la familia: "Lo estamos preparando para el funeral, pero no hemos podido quitarle esa sonrisota de la cara". Dos preguntas me hago. La primera: ¿podrá llegar hasta España un aplauso tributado en México? Sé bien que los mensajes españoles llegan hasta acá: con frecuencia recibo correos enviados desde la Madre Patria por lectores que me dicen que gracias al Grupo Reforma y a Internet pueden leer mis artículos, y me hacen sobre ellos amables comentarios. Pero me gustaría saber si el aplauso que hoy dedico a una dama española hará la travesía del mar y llegará a Madrid. ¿A quién envío esas palmas? ¡A la ministra de Cultura, doña Ángeles González-Sinde Reig! ¿Por qué el aplauso? Por un discurso que pronunció en el acto de presentación del cuadro "El Descendimiento", de Caravaggio, prestado por los Museos del Vaticano al Prado. En esa ceremonia estuvieron Monseñor Antonio María Rouco, cardenal arzobispo de Madrid, y el Nuncio Papal en España, Renzo Fratini. "Y con González-Sinde topó la Iglesia", tituló en forma traviesa el periódico ABC la reseña de las palabras de doña Ángeles. Dijo ella: ". (Caravaggio) fue un criminal perseguido por la ley, homosexual, disoluto, camorrista. y sin embargo hoy celebramos todos su pintura como la de uno de los grandes de la Historia del Arte.". Y añadió: ". La espiritualidad, e incluso la fe religiosa, no pertenecen a un solo modelo de hombres, sino a todos". En efecto: de ese hombre de vida arrebatada que fue Caravaggio surgieron algunas de las obras de arte cristiano más profundas y conmovedoras. Lo dicho por la ministra no sólo constituye un generoso mensaje de solidaridad humana: es también una lección que invita a no revolver la ética y la estética. Hace unos días murió Lucian Freud, genio de la pintura en nuestro tiempo. Hombre de vida frenética, ávido del misterio femenino, se dijo de él que había llegado a procrear hasta 40 hijos. Eso en ninguna manera toca su obra. Freud retrató a sus modelos con un hondo sentido de compasión, y aun de ternura. A través de la carne, que pintó en forma descarnada, llegó a lo más entrañable del espíritu. Por eso es importante el mensaje de la ministra española. Sobre moralistas y predicadores ha de imponerse la comprensión de lo humano, el reconocimiento de las diferencias que entre los hombres hay, la tolerancia y el respeto a quienes no son como soy yo. Por eso envío mi aplauso a doña Ángeles González-Sinde. Lo doy con ambas manos, para mayor efecto, y también para que tenga más posibilidades de ser oído en España. La segunda pregunta que me hago es la que me perturba desde hace muchos años: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... "¡Ah! -evocaba lord Highrump en el club-. ¡Aquellas noches de amor desenfrenado en los jardines de Hyde Park, bajo el amparo cómplice de la niebla londinense! ¡Ah, Olivia!... ¡Helen!... ¡Margaret!... ¡Robert!...". "¿Robert?" -enarca la ceja uno de los amigos. "Sí -confirma lord Highrump-. Aquella noche había más niebla que de costumbre". FIN.