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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Cuando doña Tebaida Tridua leyó el chiste que ahora voy a contar sufrió un soponcio de noveno grado que la dejó postrada. Doña Tebaida, ya se sabe, es Presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y los relatos picarescos la afectan de tal modo que al escucharlos suele perder por lo menos dos de las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad. En esta ocasión perdió las tres. Fue llamado su médico de pie de cama, porque el de cabecera no quería perderse en la tele la película "Qué verde era mi valle" (1941, con Walter Pidgeon, Maureen O'Hara, Donald Crisp y Roddy McDowall; dirección de John Ford). Tras auscultar a doña Tebaida -por sobre el edredón únicamente, ya que ella no admite tocamientos ni aun de orden profesional- el facultativo diagnosticó una perturbación del humor melancólico, y recomendó aplicar a la ilustre enferma un apósito de gordolobo y orozuz, poderoso emoliente y pectoral. Con eso volvió la dama a sus sentidos. Eso la satisfizo mucho, pues -dijo- "así quedo en estado de desmayarme nuevamente cuando me cuenten otro relato sicalíptico". He aquí el que provocó la última postración de la señora... Contrajo matrimonio Babalucas, el tonto mayor de la comarca. Nada sabía el badulaque acerca de las cosas de la vida, de modo que llegó a la noche de sus bodas sin saber lo que ahí le aguardaba. Tampoco tenía idea de lo que debía hacer. Su flamante mujercita, más avispada y sabidora, se puso de inmediato en aptitud de proceder al himeneo, para lo cual se despojó del vaporoso negligé que la cubría y se acomodó en el lecho dispuesta al trance mediante el cual se consuma el matrimonio. Tenía la misma postura que "La Maja Desnuda" del inmortal Goya (1746-1828), y eso que nunca había visto el cuadro. ¡Ah, la naturaleza consigue más prodigios que los que logra el arte! Babalucas nada hacía aparte de mirar a su desposada con ojos muy abiertos. En esa contemplación estuvo por buen rato. "¿Qué te sucede? -le preguntó por fin ella-. ¿Por qué no vienes a la cama?". Responde Babalucas, preocupado: "Me salió una inflamación, y estoy esperando a que se me quite". (No le entendí)... Nalgarina Grandchichier, vedette de moda, fue a una fiesta, y alguien le presentó a don Creso, señor rico y maduro. Le dice Nalgarina: "Al verlo a usted pienso en mi tercer marido". "¿De veras? -responde don Creso-. Pues ¿cuántas veces se ha casado usted?". Con un mohín de coquetería responde Nalgarina: "Dos". En la sala de espera el médico le informó al papá primerizo: "Su esposa dio a luz triates". "Me lo explico -responde sin asombro el joven padre-. Y habrá que esperar una hora, porque si las cosas son como hace nueve meses, sigue otra tanda de tres"... Hace unos días circuló en la red una ingeniosa gracejada en forma de pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre disolución y solución? La respuesta: Si echas a un político en un recipiente con ácido, se disuelve. Eso es disolución. Si los echas a todos, eso es solución. Ciertamente la clase política no es la que goza de mayor consideración en México, y supongo que tampoco en los demás países. Aquí resentimos las ingentes sumas de dinero que se gastan para sostener a los partidos, partiditos y partidejos existentes, y a la profusa burocracia que gira en torno de ellos. Esos partidos han creado un monopolio político que los ciudadanos aún no hemos podido romper. También se han apoderado de la institución encargada de organizar, vigilar y calificar las elecciones, instituto que está ya desvirtuado, y que en vez de ser instrumento de los ciudadanos se ha vuelto herramienta de los partidos políticos para hostigarlos, restringir sus libertades, e imponerles toda suerte de obligaciones que a nadie favorecen más que a una casta totalmente desvinculada del interés de la ciudadanía. Buenos políticos hay en México, pero desaparecen bajo la inmensa caterva de quienes hacen de la política una mera búsqueda de poder por el poder mismo. En fin, que en lo que mira a nuestra vida cívica estamos ligeramente jodidísimos. El anciano caballero le ofreció a la muchacha: "Si haces el amor conmigo te daré mis ahorros de 20 años". Ella accedió, por afán del dinero. Cuando termina el dilatado trance pregunta ella: "¿Dónde están sus ahorros?". Responde el viejecito. Exhausto pero satisfecho: "Te los acabo de dar, linda"... FIN

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