Libidiano Pitonier le hizo al oído una proposición inmoral a Rosilí. "¡Estás loco! -replica ella hecha una furia-. ¡Eres un degenerado, un pervertido, un maniático sexual! ¿Cómo pudiste pensar que yo sería capaz de hacer una cosa así?". Hace Rosilí una pausa, y luego añade, cautelosa: "A menos que hayas leído mi diario". Una muchacha le pregunta a otra: "¿A dónde fuiste de vacaciones?". "A San Francisco" -responde ella. "¡Ah! -suspira la primera-. Yo fui ahí el año pasado, y créeme que dejé mi corazón en San Francisco". "Eres una tonta -le dice la amiga-. Todo lo que yo usé allá me lo traje de regreso"... El flamante recién casado observó asombrado que su mujercita, tan pronto entró en la suite nupcial, se sentó frente a la ventana y se puso a contemplar el cielo. "¿Qué haces mi amor? -le preguntó con ternura-. ¿No vas a venir a la cama?". "No -responde la muchacha-. Mi mamá me dijo que ésta va a ser la noche más hermosa de mi vida, y no quiero perderme ni un detalle"... Una joven mujer se iba a quitar la vida arrojándose a las turbias aguas del río desde lo alto de un puente. Un misterioso personaje apareció de repente a su lado y le dijo: "No hagas eso. He venido a ayudarte". "¿Quién es usted?" -preguntó con asombro la muchacha. "Soy un genio de Oriente -respondió el personaje-. Te concederé tres deseos a cambio de un pequeño favor de tu parte". "No tengo ningún motivo para seguir viviendo -dice la muchacha con tristeza-. Mi esposo me abandonó; tengo un desfalco de un millón de pesos en el banco donde trabajo, y soy muy pobre". "¡Abracadabra! -grita el personaje-. Tu esposo ya está en tu casa, esperándote con amor. Los libros del banco han quedado arreglados: tus cuentas ya están en orden. Y acabo de hacer un depósito de 5 millones a tu nombre". "¡Gracias, genio! -exclama jubilosa la chica-. Ahora dígame: ¿cuál es el pequeño favor que espera de mí?". "Demuéstrame tu gratitud con amor" -pide el personaje. La muchacha, de muy buen grado, procedió de inmediato a expresar físicamente su agradecimiento. Al terminar el trance pregunta: "Dime, genio: ¿cómo te llamas?". Responde el personaje: "Y tú, ¿cuántos años tienes?". "Treinta" -dice ella-. Pregunta a su vez el otro: "¿Y no crees que ya estás grandecita para seguir creyendo en genios?"... En el salón de Pepito el tema del día era el amor. Dice el chiquillo: "La primera vez que mi mamá vio a mi papá se enamoró perdidamente de él". "¡Ay, qué hermoso! -se emociona la maestra-. Y seguramente sigue enamorada". "Quién sabe -responde Pepito-. Nada más esa vez lo vio"... Una chica recién casada se encontró en estado de nueva esperanza, es decir embarazada. Llena de júbilo llamó por teléfono a su mejor amiga, aunque el reloj marcaba ya las 11 de la noche. Le dijo, exultante: "¡Estoy embarazada! ¡No puedo creer que tengo una persona dentro de mí!". "Llámame mañana -responde la amiga respirando con agitación-. En este momento yo tengo otra". Un individuo estableció trato con una chica de tacón dorado, y con ella fue a un motel. Acabado el erótico trance le dice él: "¿Por qué una chica como tú se dedica a esto?". Responde la muchacha con voz ensoñadora: "Es que amo los sonidos suaves. La brisa de las tibias noches de verano entre las frondas. El murmullo del arroyuelo al correr por las guijas del campo. El roce de los billetes de 500 pesos". Sebilio Mantecato era muy alto de estatura, y tremendamente gordo. El médico le impuso una dieta draconiana que le quitó más de 85 kilos. Surgió un problema, sin embargo: la piel le quedó toda colgante a Mantecato. El doctor recurrió a un expediente radical: le levantó todo el pellejo, se lo amarró por encima de la cabeza como un moño, y cortó lo que sobraba. Algunos días después Sebilio fue a una fiesta. Le dice muy divertida una muchacha: "Celebro que hayas salido bien de la operación, pero te quedó un granito muy raro en la nariz". "Eso no es nada -responde mohíno Mantecato-. El granito que dices es mi ombligo. Échale un segundo vistazo a mi corbata"... FIN.
