"Siento de continuo un deseo sexual tan ardiente que me lleva a entregarme al primer hombre que veo". Eso le dijo aquella mujer al analista. Y añadió; "Tal erotismo me causa grandes remordimientos". Declara el psiquiatra: "Pienso que puedo quitarle tan urente impulso". "El impulso déjemelo -replica la mujer-. Lo que quiero que me quite son los remordimientos"... La joven nieta le preguntó a su abuela: "Abue: ¿cuántos años tienen de casados tú y mi abuelo?". Respondió la señora: "El próximo noviembre cumpliremos 54 años de matrimonio". "¡54 años! -exclama la muchacha-. Y en todos esos años ¿jamás pensaste en el divorcio?". "¡Dios me libre! -se escandaliza la abuelita-. Soy una buena católica. Varias veces pensé en el asesinato, sí, pero en el divorcio nunca"... El señor y la señora iban a dar una fiesta. Él se entretuvo un poco en el trabajo. Cuando llegó a la casa sorprendió a su mujer haciendo el amor apasionadamente con un tipo. Hecho una furia el marido le preguntó a su cónyuge: "¿Cómo explicas esto?". Respondió ella: "Fue el primer invitado en llegar, y en algo tenía que entretenerlo"... Una señora les confió a sus amigas: " Mi esposo Languidio ha perdido últimamente su vigor sexual". Pregunta una: "Y ¿qué han hecho al respecto?". Contesta ella: "Estamos en tratamiento". Inquiere la otra: "¿En qué consiste ese tratamiento?". Explica la señora: "Él trata, y yo miento"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, asomó envuelta en una sábana por la ventana del segundo piso, y le pidió al policía que tocaba el timbre de la puerta: "Por favor, oficial, retírese inmediatamente". Pregunta el patrullero: "¿No fue usted la que llamó pidiendo auxilio porque un hombre amenazaba con violarla?". "Sí; yo soy -responde la señorita Himenia-. Pero una puede cambiar de opinión ¿no?"... Las bebidas alcohólicas y el cigarrillo contienen sustancias adictivas que bien pueden ponerse en la categoría de las drogas. Y sin embargo nadie ha pensado en criminalizar su consumo. Cuando en los Estados Unidos se prohibió la distribución y venta de bebidas de contenido alcohólico se produjo una de las eras de mayor violencia en ese país, violencia que cedió cuando la prohibición fue levantada. El consumo de cigarrillos ha descendido considerablemente: cada día es menor el número de los adictos a esa perniciosa droga, el tabaco. Y tal cosa se ha logrado no por medio de acciones policiacas, sino a través de campañas de convencimiento y con medidas tendientes a evitar que los fumadores causen molestia o daño a quienes no lo son. Voces muy respetables se han dejado escuchar para pedir que se abra un diálogo tendiente a determinar si es conveniente o no la legalización parcial y gradual de algunas drogas cuyo uso es hoy objeto de persecución, y que motivan la terrible violencia derivada del narcotráfico. Nadie debería oponerse a que se lleve a cabo ese debate. De él pueden salir conclusiones que pongan luz en estos sombríos tiempos que vivimos. Sigue ahora un cuento de subidísimo color. Lo leyó el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a condición de que no sea consumado el Día del Señor), y pronunció estas piadosas palabras: "¡Sea por Dios! Se han perdido los valores. Hallarlos otra vez va a estar cab...". Las personas que no gusten de leer cuentos de subidísimo color deben saltarse hasta donde dice FIN. Una mujer con mucha ciencia de la vida conoció a un rudo mocetón fornido y lacertoso, y entró en deseos de refocilarse carnalmente con él. Lo llevó a su departamento, y empleando sutiles artes aprendidas en muchos trances similares lo puso bien pronto en acezante estado de lubricidad. Ya se disponía el mancebo a combatir en la amorosa lid cuando ella lo detuvo para preguntarle: "¿No traes preservativo?". Él, confundido, respondió que no. "Yo tengo" -dijo ella. Y sacó uno de su bolso. El muchacho extrajo el condón del sobrecito y procedió a examinarlo fijamente. Luego, sin decir palabra, empezó a ponérselo a manera de gorro en la cabeza. "¡Oye! -lo detuvo la mujer entre asombrada y divertida-. ¡Ahí no se pone!". "Ya sé que no se pone ahí -contestó, imperturbable, el mocetón-. Lo estoy aflojando"... (No le entendí)... FIN.