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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Senilio, caballero de edad más que madura, fue con su joven nieto a una librería. "Voy a comprar un libro de historia" -le dijo. Entraron los dos, y don Senilio adquirió el libro llamado "Sexo, sexo y sexo", a todas luces pornográfico. "Abuelo -lo reconviene el nieto-. Me dijiste que ibas a comprar un libro de historia, y en su lugar mira lo que llevas: 'Sexo, sexo y sexo'". "Bueno, hijo -explica con triste acento el veterano-. Lo que sucede es que para mí el sexo ya es historia"... El Padre Arsilio fue enviado a una pequeña ciudad de la frontera americana cuya población era en su mayoría hispánica. En sus sermones el buen sacerdote decía siempre que Dios tiene una marcada preferencia por los hispanos. No tomaba en cuenta el señor cura que entre los feligreses había también muchos de ascendencia anglosajona. Fueron éstos y se quejaron con el obispo de la diócesis. Monseñor llamó al curita y lo amonestó con suavidad. "Padre Arsilio -le dijo-. Todos somos hijos de Dios. No diga usted eso de que el Señor prefiere a los hispanos sobre los anglos". Don Arsilio, apenado, le prometió a Su Excelencia que jamás volvería a decir tal cosa. Días después puso en la puerta de la casa cural un letrero que decía: "Se dan clases de español gratuitas a los ancianos de habla inglesa". Algunos añosos feligreses anglos le preguntaron al Padre Arsilio por qué les ofrecía esas clases de español. Les contestó él: "Pronto comparecerán ustedes ante Dios. ¿No les gustaría hablarle en su idioma?"... El sheriff de aquel pueblo del Salvaje Oeste tomó el teléfono y marcó un número, el 4-44-444-444. Le contestó una voz: "Diga". Inquiere el sheriff con severidad: "¿Son ustedes cuatreros?". (Caón, un chiste más como ése y mi columnejilla será dada de baja de este prestigiadísimo periódico). López Obrador y Camacho Solís no son precisamente amigos, pero tienen algo en común: los dos hicieron una gran rabieta cuando se les fue la Presidencia. Camacho se creía candidato natural del PRI a la máxima magistratura. Cuando Salinas escogió a Colosio, Camacho hirvió en paroxismo de cólera, y se apartó de la tradicional disciplina -o sumisión- priista. Luego pasó lo que pasó, y él ya no estuvo en la mente del gran elector. En su lugar subió el que menos se esperaba (y el que menos lo esperaba): Ernesto Zedillo. Quizá si Camacho hubiese aceptado sin chistar, conforme a las reglas del juego, la postulación de Colosio, y lo hubiese apoyado, él habría sido luego el elegido para sustituirlo. Pero su pataleta le cambió el destino. Algo muy parecido sucedió con López Obrador. La irracional toma del Paseo de la Reforma -su rabieta- hizo pensar a muchos que tenían razón aquellos que lo tildaban de ser un peligro para México. Esa acción le pesa ahora a AMLO, a quien algunos ven como extremista radical, sobre todo si se le compara con el moderado Ebrard. Alguien dijo que los pueblos tienen mala memoria (ya se me olvidó quién). Sin embargo hay cosas que se siguen recordando durante mucho tiempo. La batalla de Waterloo, en la que fue vencido Carlomagno, es un ejemplo claro. Si después de su derrota -"haiga sido como haiga sido"- López Obrador hubiese actuado como estadista, o al menos como político, y no como alborotador callejero, quizás ahora tendría una oportunidad mayor en la elección del próximo año. Llegó un individuo a una cantina y le preguntó al cantinero: "¿Tiene caldo de pollo?". "-No, -contesta el hombre-. Aquí no servimos comida". Se fue el tipo, pero regresó media hora después. "¿Tiene caldo de pollo?". "No hay -vuelve a decirle el cantinero-. Ya le dije que aquí no es restorán". Otra vez se retiró el sujeto, pero antes de una hora estaba de vuelta. "¿Tiene caldo de pollo?". "¡Ya le dije que no! -estalla el de la cantina-. ¡Y no me moleste más! ¡Si vuelve a pedirme caldo de pollo le voy a clavar en el mostrador los testes, dídimos o compañones!". Asustado, se retiró el importuno. Regresó un par de horas después. "¿Tiene clavos?". "No" -contesta desconcertado el cantinero. "Entonces -dice el tipo- ¿tiene caldo de pollo?"... Afrodisio Pitongo, galán concupiscente, le preguntó a Susiflor, para insinuarle que pasara la noche con él: "¿Cómo te gustan tus huevos en la mañana, linda?". Respondió ella con firmeza: "Sin fertilizar"... FIN.

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