La Revolución tuvo cosas muy buenas y cosas muy malas. Los circos, por ejemplo, se acabaron, pues los leones y tigres murieron faltos de alimento, y los empresarios, artistas y operarios se comieron las cebras y caballos para no fenecer de hambre ellos también. Eso fue algo muy malo. Pero lo bueno es que al término de aquel conflicto los cirqueros, sin animales ya, convirtieron sus circos en carpas de variedades, y ellos mismos, para sobrevivir, se volvieron actores, bailarines, cantantes, tramoyistas. El payaso se hizo cómico; el director de pista se convirtió en maestro de ceremonias o patiño; la caballista empezó a cantar como los propios ángeles, y el hombre del trapecio se las arregló para hacerla de ventrílocuo. Así nació la carpa mexicana, rica en anecdotario y en recuerdos. Era el tiempo del Waikikí, insigne cabaret, y de las veladoras de Santa, que yo todavía alcancé a beber, mixtura hecha con té de canela, jarabe de diferentes frutas y alcohol de 96 grados al que se prendía fuego en el momento de servirla, de ahí lo de veladoras. En el local de Santa cantaba y tocaba su mágica guitarra Claudio Estrada: para oírlo se hacía un silencio reverente entre los bebedores. Era el tiempo de las putas -con perdón sea dicho- de San Juan de Letrán y el barrio de Cuauhtemotzín, en donde había furcias que se decían francesas, y que cobraban un peso "por las tres cosas" (masturbatio, fellatio et fornicatio), al lado de humildes suripantas del país que cobraban únicamente cuatro reales, pero por una sola cosa, la naturalita, pues ellas -aclaraban- eran muy putas, pero muy decentes. Un buen día todas subieron su tarifa al doble: se puso de moda la canción de Agustín Lara que decía: "Vende caro tu amor, aventurera.", y ellas siguieron el consejo. Los parroquianos le mentaban la madre al Músico Poeta por haber provocado esa inflación. Era el tiempo de los padrotes célebres, otra vez dicho sea con perdón. El más temido fue aquel Pepe Cora, hermano de Susana, la actriz de cine, llamado el Colo Colo. Medía 2 metros de estatura, y tenía un gran parecido con Tarzán, vale decir Johnny Weissmuller. Al paso de los años el Colo Colo llegaría a ser guardaespaldas de un personaje que entonces era un total desconocido, bailarín de carpas de barriada, en las que actuaba, con la cara pintada de negro, por las monedas que el público echaba al escenario. Provenía del barrio de Santa María la Redonda, de donde salieron también Alberto Balderas y David Liceaga, grandes figuras del toreo; el Chango Casanova y Kid Azteca, legendarios púgiles; Armando Soto la Marina, el Chicote de las películas de Pedro Infante, y el mismo Agustín Lara. Ese comediante que digo formó después pareja con Yoli, vedette muy conocida, quien lo convenció de vestirse como el Chupamirto, un personaje de las tiras cómicas de "El Universal". Dicho atuendo era el de los peladitos de la Capital, pero el muchacho le añadió una garra que llevaba al hombro, pues según él era su gabardina. Estoy hablando de Cantinflas, claro. Otros compañeros suyos le dieron inspiración para su personaje. En la banda de la carpa "El Salón Rojo" tocaba un baterista apodado el Golito, de quien los otros músicos hacían burla porque hablaba mucho y no se le entendía nada. Cierto día, por broma, Cantinflas se puso a dialogar con él desde el escenario, y las carcajadas del público fueron tales que "El cómico de la gabardina" empezó a cantinflear en todas sus actuaciones. Se ha pretendido hacer comparaciones entre Chaplin y Cantinflas. Lo cierto es que ambos son incomparables. Lo que Charlot decía con los ojos, Cantinflas no lo decía con palabras. Y sin embargo el mexicano dio a su idioma por lo menos ocho vocablos nuevos que la Academia reconoce: cantinflas, cantinflada, cantinflear, cantinfleo, acantinflado, cantinflérico, cantinflesco y cantinflero. Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Mario Moreno Reyes, gran artista, gran hombre que dedicó su vida a dar a México y a los mexicanos el hermoso regalo de la risa. Estas evocaciones son homenaje a la memoria de Cantinflas. Decir que no está aquí, pero aquí está ¿sería cantinflear?... FIN.