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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En la casa de mala nota un excéntrico ricacho hizo un ofrecimiento: "Daré un premio de 10 mil pesos al hombre que sea capaz de dar cuenta de 10 mujeres en una hora". Se levantó un sujeto y dijo: "Permítame un momento". Regresó un cuarto de hora después y declaró: "Acepto el desafío". Y lo ganó. Pagó la suma el rico, y preguntó al hombre: "¿Por qué saliste antes de la demostración?". Explica el individuo: "Fui a otra casa de mala nota, a calarme y ver si podía con 10 mujeres. Cuando vi que sí podía, regresé a aceptar su reto". La visita del Papa Benedicto a España ha hecho que se encrespen dos radicales bandos que en materia de religión existen ahí: los progres anticlericales y los católicos que guardan todavía resabios de franquismo. Al parecer la cifra de los agnósticos y ateos va creciendo en ese país: uno de cada cuatro españoles mayores de edad se declara no creyente. El número de quienes profesan la religión católica, en cambio, está a la baja: sólo el 71 por ciento de la población se inscribe actualmente en ella, contra un 82 por ciento en la década pasada. Eso es aún más visible en la realidad cotidiana: las iglesias están casi vacías, incluso los domingos, y por lo general la gente va a ellas sólo en ocasiones sociales: bodas, bautizos o sepelios. En 2001 el 19 por ciento de los fieles asistía a misa todos los domingos. Ahora acude el 11 por ciento. Ya hay más matrimonios civiles que religiosos, y uno de cada tres bebés nace fuera del vínculo matrimonial. Es evidente que España, aquel histórico bastión de la fe católica, se va apartando poco a poco del catolicismo y la religiosidad. De ahí que la visita papal, que asume carácter misionero, haya encontrado oposición en algunos círculos no confesionales. ¡Qué diferencia con el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Madrid al despuntar el siglo veinte, cuando toda España, unida en torno de los conceptos de religión y patria, entonó a coro aquello de: ¡"Cantemos al amor de los amores."! Hay resentimiento por los privilegios que la Iglesia Católica, sus jerarcas y ministros conservan todavía, derivados de la dictadura: subsidios, exenciones, sueldos, cargos en la milicia y el gobierno, etcétera. No se olvida que el clero fue uno de los mayores aliados del franquismo. He ahí los riesgos que derivan del olvido de uno de los principios capitales de la democracia: la separación de la Iglesia y el Estado. Los mexicanos, y la misma Iglesia Católica de México, hemos de agradecer a Juárez el habernos librado de esa viciosa unión. Defectos tuvo don Benito, pero supo ver con claridad los peligros que nacen de una jerarquía religiosa que olvida su misión de trascendencia y busca el poder temporal. Yo, creyente, temo a los que creen demasiado, es decir a los fanáticos. A ese peligroso gremio ha de pertenecer el obnubilado joven mexicano que en Madrid amenazó con atacar a los inconformes con la visita papal. Desde luego espero que sus tontilocos humos de cruzado no sean tomados demasiado en serio por la justicia española, pues ni siquiera llegó a poner en práctica su intento. Ilustro, sin embargo, con su ejemplo los excesos a los puede llevar la fe mal orientada cuando falta la sana temperancia que impone la razón. Y espero que la visita papal sea ocasión para que España no actúe ni con anacrónica rabia jacobina ni con obtusa ceguera ultramontana, sino llevando en la mano esa moderna flor que es la civilidad. Un gonococo se encuentra con otro: "No te me acerques mucho -le advierte-. Traigo un poco de penicilina". Lleno de preocupación un texano le dice a su amigo: "Creo que tengo Alzheimer. Ya no recuerdo el Álamo". Doña Panoplia, dama de sociedad, despidió de mal modo a su sirvienta. En la puerta le dice la fámula: "Por favor cuide al perro, señora. ¡Viera cómo me ayudaba a lavar los platos!". Un tipo le daba lecciones de moral a su compañero de trabajo, conocido por sus jactancias de tenorio. Le dice: "Yo nunca me acosté con mi esposa antes de casarme con ella. ¿Puedes tú decir lo mismo?". "No -confiesa el otro-. Yo sí me acosté con ella. Y siento decirte que tu mujer no es muy buena en la cama". FIN.

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