"¿Conservas todavía tu virginidad?". Esa pregunta le hizo Simpliciano, joven sin mucha ciencia de la vida, a Pirulina, muchacha pizpireta. Respondió ella: "La virginidad no la conservo ya. Pero todavía conservo la cajita en que venía". Un individuo le comentó a su amigo: "Tengo un problema con mi esposa. Después de que hacemos el amor se pone a echar humo como loca". Contesta el amigo: "Muchas esposas acostumbran fumar después de hacer el amor". "Ya lo sé -replica el otro-. Pero la mía no fuma". Ninel Conde, bellísima mujer, tomó la decisión de cerrar su sitio en la web a causa de los burlones comentarios de que la hacían víctima algunos mentecatos. ¡Qué no habrían dado los más de ellos por una sola mirada de los hermosos ojos de esa artista! López Velarde, poeta que conoció los misterios de la carne y el espíritu, dijo en uno de sus espléndidos poemas que Eva -es decir la mujer- se monta sobre la razón pura, y que toda la ciencia cabe bajo una de sus axilas. En efecto: la única obligación que tiene la belleza es existir. No necesita de conocimientos inútiles, ni de gramatiquerías. Venus no es Palas Atenea, si me es permitida la repipiez de ese culteranismo. De haber sabido yo la intención de Ninel Conde habría procurado disuadirla de su intento. También quienes asumimos el riesgo de expresar cada día nuestra opinión en los papeles públicos recibimos críticas que en ocasiones toman la forma de ataques injuriosos. Las más de las veces tales agresiones ni siquiera provienen de un lector, sino de una oficina de gobierno donde hay oscuros burócratas a sueldo encargados de reprimir con insultos, calumnias o difamaciones difundidas en la red a todo aquel que se atreva a criticar al patrón. Yo soy afortunado: de cada cien mensajes que recibo sólo uno pertenece a esa bajuna categoría de injurias oficiales que no se detienen ni aun ante la familia. He notado, dicho sea de paso, que las derechas son proclives a ese tipo de embestidas, de cuyo pedestre contenido ni siquiera me entero cabalmente, pues basta un clic para mandar al basurero los insultos. Ninel Conde, a quien por desventura no conozco personalmente, pero a la que admiro por el solo hecho de ser mujer y artista, debió hacer a un lado con desdén las torpes burlas de los necios, y mantener su contacto con un público que en su inmensa mayoría la quiere y la respeta. Lo demás, a la basura. ¡Bravo, columnista! Eres un caballero, eso se ve a las claras. No es la primera vez que te veo romper lanzas en defensa de una dama. En un mundo como este en que vivimos, y en los empecatados tiempos nuestros, la caballerosidad es cualidad casi perdida, y tu ejemplo nos mueve a recobrarla. No te ofrecemos tender nuestra capa a fin de que una bella mujer cruce algún charco, pues desgraciadamente las capas ya no se usan, pero sí te prometemos tender al menos nuestro paliacate. Te pedimos ahora que seas un poco menos caballero y narres algunos de los poco caballerescos chascarrillos con que sueles exornar tu columneja. Un hombre se estaba confesando con el padre Arsilio. "Soy médico -le dijo-, y a veces les hago el amor a mis pacientes". "Falta muy grave es ésa, hijo mío -lo amonestó paternalmente el bondadoso sacerdote. "Sí, padre -reconoció, humilde, el penitente-. Sobre todo tomando en cuenta que soy veterinario". Don Pasito, anciano señor, iba caminando penosamente por la calle, y se le apersonó una chica de tacón dorado. "Abuelo -le propuso-, por mil pesos le ofrezco el mejor sexo que puede hallar en la ciudad". Mira, linda -respondió el viejecito-. En primer lugar no traigo dinero. Y en segundo, ya no recuerdo qué es ese artículo que vendes". Y para terminar, una pregunta y su respuesta. ¿Qué es una cosa que por causa de la mujer se alarga y se acorta, se alarga y se acorta? La falda, que sigue el caprichoso dictado de la moda. FIN.