"¡Se me atoró en el zipper! ¡Ayúdenme por favor!" Así clamó Pitorro, con angustia, saliendo del baño de la oficina. Acudieron sus compañeras, divertidas, a ayudarlo. Una trató de liberársela con una mano; otra con las dos; una tercera, pensando que la saliva podría servir de lubricante, usó la boca. Finalmente entre las tres lograron zafarle la corbata... Coahuila, mi estado, es hoy por hoy objeto de insistente comentario por el endeudamiento del gobierno presidido por Humberto Moreira Valdés. Cuantiosa es, en efecto, esa deuda, pero cuantiosa es también la obra realizada por el gobernador. Entiendo que por ese concepto cada coahuilense debe aproximadamente 11 mil pesos, pagaderos a 30 años. Una cantidad así equivale a lo que muchas personas de la clase media, y aun media baja, deben en su tarjeta de crédito, o por lo que han comprado a plazos en la tienda de departamentos. Seguramente la mayoría de los ciudadanos aceptarían pagar esa suma a cambio de la obra llevada a cabo, que sirve ya a los coahuilenses y que beneficiará también a las generaciones venideras. La lista de esas obras, aun parcial, es larga: pasos a desnivel, puentes y grandes distribuidores viales que resuelven los problemas de tránsito en las ciudades principales; hospitales; bibliotecas; una escuela preparatoria en cada uno de los 38 municipios del Estado; institutos tecnológicos; casas de la cultura; carreteras y caminos para unir a los poblados distantes; clínicas y farmacias aun en las más apartadas comunidades rurales; una nueva ciudad universitaria; instalaciones deportivas, espléndidos teatros en Monclova y Piedras Negras; decenas de museos; parques industriales; intensa actividad artística, cultural y editorial; lugares de recreación, amén de programas sociales que beneficiaron sobre todo a los grupos más vulnerables de la población: mujeres, ancianos, niños, minusválidos, enfermos, campesinos. Todo eso trajo una reactivación económica que hizo bajar el desempleo y dio ocupación a decenas de millares de coahuilenses. Aun los mayores malquerientes de Moreira reconocen que una obra así no tenía precedentes. Y la obra está ahí, visible y útil ya. Quizá no sea muy ortodoxa la fórmula según la cual hay que hacer lo que se debe aunque se deba lo que se hace, pero en tiempos de crisis eso sirve para fortalecer la economía, sobre todo ante el regateo de recursos por parte de la Federación, cuyo sempiterno centralismo lesiona el interés de los estados y de sus habitantes. Desde luego hay otras formas de administrar, que miran más a la conservación de un patrimonio que a la realización de obras necesarias. Pero transcribo las palabras de Miguel Ángel Rivera en su columna Clase Política, de ayer, en el diario La Jornada: "Moreira, por cierto, tiene en sus antecesores en el Gobierno de Coahuila, Eliseo Mendoza Berrueto y Enrique Martínez y Martínez, a sus mejores defensores frente a las acusaciones de haber endeudado excesivamente a su Estado. Los dos ex mandatarios han revelado en corto que, a la distancia, lamentan haber dedicado sus esfuerzos a acabar con la deuda pública, cuando hubiese sido mejor realizar más obra pública incluso a costa de aumentar la deuda". Por otra parte, la deuda es pagadera. ¿Habrían otorgado los créditos, si no, las instituciones financieras? Atrás de los señalamientos que sus adversarios políticos le hacen a Moreira hay motivaciones de tipo electoral más que preocupación verdadera por el bienestar de Coahuila y de su gente. Se trata de estorbar por todos los medios el regreso del PRI a la Presidencia. Sin embargo, por lo que hace a la inmensa mayoría de los coahuilenses la obra realizada por el gobernador Moreira -"haiga sido como haiga sido", si me es permitido pedir en préstamo esa frase- es una valiosa obra que perdurará. Y eso ya nadie nos lo quita... Pepito le confesó a su mamá: "Me asomé a un table dance". Inquieta, le preguntó la señora: "¿Y viste algo que no debías ver?". "Sí -responde Pepito-. Vi a mi papá". FIN.