"¿Por qué tienes las tetas en la espalda?". Tal pregunta le hizo, burlón, el elefante a la camella. Respondió ésta: "¡Vaya pregunta para alguien que tiene la pija en la cara!"... Antes de cada sorteo de la lotería Babalucas rezaba en la iglesia: "¡Hazme un milagro, Dios mío! ¡Haz que me saque el premio gordo!". Ni reintegro sacaba nunca el tonto roque. Cierto día, cuando renovaba por enésima vez su ardiente súplica de que Dios le hiciera el milagro de sacarse la lotería, escuchose en la vasta soledad del templo una voz majestuosa que le dijo: "Pos ayúdame, caón! ¡Compra un boleto!"... Cada año, puntualmente, doña Prolífera daba a luz un hijo, y se acogía a los programas de la beneficencia pública. Una trabajadora social la amonestó, severa: "Señora: usted me ha dicho que es viuda". "Señorita -acota doña Prolífera muy seria-: el muerto es mi marido, no yo"... En los baratillos he encontrado algunos de mis más caros libros. Quiero decir de los más queridos. Uno de mis mayores goces cuando estoy en esa adorable giganta que es la Ciudad de México consiste en entrar en las librerías de viejo de Donceles -la calle que don Celestino Gorostiza decía que fue bautizada en su honor: Don Celes-, y buscar y rebuscar en mesas y anaqueles hasta hacer un hallazgo de esos que por sí solos valen todo el viaje. Hace unos días encontré un libro y lo compré. Pagué por él -¡bendito sea el Señor!- 10 pesos. Se llama "Mi vida con Rodolfo Usigli", y lo escribió Argentina Casas, esposa que fue del dramaturgo y diplomático. En sus páginas leo un episodio interesante de cuando Usigli era embajador de México en el Líbano: "...Estábamos terminando de desayunar. Sonó el timbre, y nuestro mayordomo-chofer, Selim, nos anunció que un señor deseaba ver a Su Excelencia. Rodolfo me pidió que lo esperara en el comedor. Creo que tardó alrededor de 20 minutos. Cuando regresé pude notar que tenía el rostro lívido. Me dijo: '¡Imagínate nada más! Ese respetable caballero es miembro de la mafia de las drogas, y vino a proponerme formar parte de la organización. Me dijo que por cada viaje que hiciera, en que nada más tendría que entregar un paquete, me ofrecían el equivalente de un millón de pesos mexicanos. Desde luego rechacé la oferta. Y lo peor es que ni siquiera lo puedo denunciar, pues me amenazó de muerte junto con toda mi familia...". Eso sucedió en 1957. Ahora, más de medio siglo después, nos enteramos del caso de un copiloto de Aeroméxico que fue detenido hace días en España por haber llevado allá 42 kilos de cocaína. Ya se ve que es imposible acabar con el transporte y mercadeo de las drogas, y que la lucha contra el narcotráfico no ha rendido más fruto que el de muertes y daños incontables. Todas las evidencias muestran la necesidad de llevar a cabo en México el debate que sobre el tema de las drogas han propuesto voces muy autorizadas. Ese diálogo debe realizarse en ejercicio pleno de la soberanía de la nación, mirando sólo al bien de México, en vez de seguir librando una sangrienta e inútil guerra ajena, que debería enfrentar en su propio territorio el país del Norte, cuyo alto consumo de drogas es causa principal de los gravísimos problemas de inseguridad y violencia que padecemos aquí. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado... Un marido le estaba haciendo el amor a su mujer. Saltó de pronto de la cama y empezó a rezar: "Dale, Señor, el descanso eterno...". "¿Qué haces?" -preguntó, sorprendida, la señora. "Caray, perdóname -responde el individuo con simulada pena-. Creí que estabas muerta"... Narró una gallina: "Cuando vi al coyote se me puso la carne de gente"... Pepito le dice en son de queja a su mamá: "En el autobús mi papi me pidió que me levantara y le diera a una muchacha el lugar en que iba yo sentado". "Hizo bien en pedirte eso -replica la señora-. Es cortesía de caballeros". "Sí -aclara Pepito-. Pero yo iba sentado en el regazo de él". (Nota: Viejo libidinoso)... FIN.