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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Un estudio reciente hecho por la Universidad de Pittsburgh -hablo en serio- llegó a la conclusión de que las mujeres de generoso caderamen, por no decir nalgonas, son más inteligentes que sus congéneres que por atrás son tábula rasa. Si la aseveración es cierta, entonces Pomponona Granderriére, personaje de esta columnejilla, es la Albert Einstein del sexo femenino. Tan abundante en glúteos es que en su espacioso traspuntín los alumnos de todas las escuelas de enfermería del país podrían aprender al mismo tiempo el arte de aplicar inyecciones subcutáneas. Recuerdo a dos gentiles damas del teatro mexicano, queridas por igual e inolvidables ambas: doña Virginia Fábregas y doña Prudencia Grifell. Doña Virgina tenía busto majestuoso, como la enhiesta proa de un galeón. Doña Prudencia, en cambio, era dueña de una opima comarca posterior. Novo hizo un comentario a propósito de la presencia de esas dos grandes señoras en el escenario. Dijo: "Virginia tarda en entrar lo que Prudencia en salir". Ahora, por desgracia, priva el minimalismo en las formas femeninas. Las Tres Gracias de Rubens, capaces de llenar con sus redondeces un camión de mudanzas, han quedado reducidas a una décima de gracia. Y de grasa. Podrán pescarlo a uno con las manos en la musa, pero en la masa no, pues ya hay poco asidero para el ávido tacto masculino. Quienes ayer celebramos el Día del Abuelo sentimos nostalgia lacrimógena por aquellas espléndidas rumberas de los años cuarentas y cincuentas, ubérrimas señoras que con sus bien torneadas piernas y anchos muslos habrían podido sostener el templo que derribó Sansón, y que al mover el bote en una jacarandosa rumba provocaban estremecimientos telúricos en todo el territorio nacional, islas adyacentes y plataforma continental. Pero advierto que me he alejado del relato. Vuelvo a él. En cierta ocasión Pomponona Granderriére buscó a Mario Sorrenti, famoso fotógrafo de modelos cuyos elegantes desnudos han ornado muchas veces las páginas de la revista Vogue. Quería que le hiciera un retrato. Al empezar a posar le pidió: "Tómeme mi mejor ángulo". "No puedo -respondió el célebre artista de la lente-. Está usted sentada arriba de él". Se va acercando la fecha en que los tres partidos principales, PAN, PRI y PRD, con el resto de la morralla partidista, deberán presentar sus candidatos a la Presidencia. Todos tendrán que mostrar su mejor ángulo. El del PRI se conoce ya: según muestran las encuestas -y las pantallas de televisión-, es Enrique Peña Nieto. El mejor ángulo del PAN es, sin ninguna duda, Josefina Vázquez Mota. Pero esta ejemplar mujer está luchando -igual que todas las mujeres- contra la obtusa cerrazón masculina. Muchos de sus compañeros de partido se niegan todavía a ver lo evidente: que Josefina es la única posibilidad que tiene el PAN de enfrentar con probabilidades de éxito a la nueva aplanadora priista. El caso del PRD es distinto. Aún no se sabe cuál es su mejor ángulo, porque las incontables tribus del partido -a semejanza de la Pomponona- están sentadas arriba de él. La izquierda no avanza ni un milímetro en la toma de su más crucial decisión: escoger entre Ebrard y López Obrador. El tiempo pasa -tal es su principal oficio-, y la tardanza en la definición de las izquierdas es motivo de inquietud y desconcierto para sus partidarios. Alguna vez hice con cinco palabras un poema mínimo: "Sí. No. Si no, sino". Eso significa que en la vida hay que actuar con decisión -decir sí o no-, pues en caso contrario seremos débiles barquillas en el mar proceloso del destino. (Hermoso símil. Y original). Pero advierto que me estoy poniendo filosófico. ¡Dios me libre de esos filosofismos, y libre de ellos a mis cuatro lectores! Mejor narraré un chascarrillo final, y luego pasaré a retirarme. En la farmacia un hombre joven pidió tres pastillas de Viagra y un vaso de agua para tomárselas ahí mismo. Explicó: "Es que voy a tener un encuentro amoroso con dos chicas". A la mañana siguiente llegó y pidió tres pastillas antiinflamatorias y un vaso de agua para tomárselas ahí mismo. Explicó: "Las muchachas no llegaron, y la inflamación no se me baja". (No le entendí). FIN.

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