"Tú tienes un amante". Así le dijo el marido a su mujer. "¡Estás loco! -protestó ella-. ¿Por qué piensas eso?". Explica él: "Hace tres días que a mí no me gritas"... Doña Macalota le sugirió a su yerno que se dejara crecer el bigote. "Caramba, suegra -se preocupó el muchacho-. ¿Es que quiere que me parezca a usted?"... Hoy es el primer día del mes de la Patria. No la vemos ahora en la figura de la hermosa mujer altiva y recia que en los almanaques de Jesús Helguera mostraba el turgente busto atravesado por la banda tricolor. En estos días la Patria se nos presenta como una madre atribulada que, vestida de luto, llora la muerte de sus hijos. Nuestra nación, cornucopia de dones de cielo, mar y tierra, se ha vuelto territorio del miedo. La desesperación se advierte en las palabras de los personajes públicos: éste pide que se pacte con los criminales; el otro propone que vengan policías extranjeros a cuidarnos; aquél exige que se implante la pena de muerte. En gesto involuntario de aflicción el Presidente les dice a los niños que no deben afligirse. (Tirarse al suelo sí, añado yo, cuando se vean en medio de una balacera, pero afligirse no). Lo bueno es que la Real Academia de la Lengua no admite la palabra "apanicado", que si no ya lo estaríamos todos. ¿Será exageración decir que el País entero se encuentra secuestrado, y que todos nos convertimos en rehenes cuando salimos a la calle o a la carretera? Ni el mismísimo Papa de Roma, aunque se vistiera de buzo para surfear en una playa mexicana, o se ciñera el traje de explorador audaz para bajar al Foso de las Golondrinas, lograría convencer al mundo de que México es un lugar seguro. Y sin embargo, yo guardo todavía un frágil resto de ingenuidad patriótica. Cuando llegan los días septembrinos me alegra ver en la plaza principal de mi ciudad a los vendedores de banderitas tricolores, y le agradezco a mi esposa que en este mes adorne nuestra casa con la belleza de las artesanías que hemos ido comprando a lo largo de los años en los mercados y ferias de los pueblos. Ese infantil fervor, de niño que en el patio de la escuela rinde honores a la bandera la mañana del lunes, me aleja de la desesperanza, que es la tristeza de no esperar ya nada. No creo que a los nuevos mexicanitos debamos asestarles cuando nacen el letrero que Dante puso en la puerta de su Infierno: Lasciate ogni speranza voi ch'entrate. Abandonad toda esperanza, vosotros que aquí entráis. Quien lea nuestra historia aprenderá que México ha sufrido calamidades considerablemente mayores que las que ahora padecemos, y siempre las ha superado. De la sociedad civil, más que de los políticos, surgirá el impulso para que otra vez los mexicanos volvamos a gozar de orden, paz y seguridad, frutos los tres que derivan de un valor fundamental que en México nos falta todavía: la justicia. Mientras tanto, Sursum corda. Eso quiere decir: ¡Arriba corazones!... El maestro les explica a los alumnos: "Un buey es un toro que ha sido castrado". Levanta la mano una alumna. "¿Quiere eso decir -pregunta- que el buey ya no tiene acceso a una hembra?". "Señorita -responde el profesor-. ¿De dónde cree usted que proviene la expresión: 'Pobre güey'?"... Tres meses de casado tenía el joven esposo y el constante ejercicio amoroso lo puso en estado de total extenuación. Junto a su mujercita fue a ver a un médico, y éste les recomendó que hicieran el amor únicamente los días que tuvieran ere. En la madrugada del siguiente día, ella, que no era vegetariana, sintió el llamado de la carne. Movió a su marido para despertarlo, y se arrimó a él, insinuante. "¿Qué día es hoy?" -pregunta él adormilado. Responde la muchacha: "Juerves"... En la ceremonia nupcial el oficiante le pregunta a la novia: "¿Prometes amar y respetar a tu esposo, acompañarlo en la salud y en la enfermedad, y serle siempre fiel?". Contesta ella: "Que escoja dos de tres"... FIN.