El apuesto galán de cine accedió por fin a aparecer desnudo en una película. Sus fans, sin embargo, se mostraron decepcionadas. Comentaron: "Tiene una parte muy pequeña"... La muchacha que había dado a luz le entregó un papel a su ginecólogo y le dijo: "Divida usted sus honorarios entre cuatro, doctor, y cóbrele lo que corresponda a cada uno de estos cuatro caballeros"... Don Algón sorprendió a su contador haciéndole el amor a su secretaria en el diván de su oficina. Le dice: "Es cierto que es usted empleado de confianza, Mercuriano, pero se está tomando demasiada". (Nota. No actuaba con justicia don Algón. El tipo era tenedor de libros, y lo único que estaba haciendo era picar)... Durante las siete décadas que duró la dominación del PRI hubo en México tres poderes: el Presidente de la República, el Primer Magistrado de la Nación y el Jefe del Ejecutivo Federal. Quiero decir que un solo hombre tenía en sus manos el control del país. A él se supeditaban todas las voluntades; su fuerza era incontrastable. En verdad el porfiriato no desapareció: sólo se dividió en sexenios. Aquella expresión de Vargas Llosa que tanto escandalizó, la que hablaba de una "dictadura perfecta" en México, fue algo más que una frase. El Primer Mandatario llegó a ser una figura cuasi sagrada. Cuando empecé a escribir en los periódicos los directores me advirtieron que había tres figuras intocables: el Presidente de la República, la Virgen de Guadalupe y el Ejército. En ese orden. Llegué a ver cosas que casi no son para creerse. En la Plaza de Armas de mi ciudad, Saltillo, se instalaron altavoces para que se pudiera oír el informe del presidente en turno. Al pasar frente a la bocina en que sonaba la voz presidencial un campesino se quitó el sombrero respetuosamente. Cuando en los noticiarios del cine salía el presidente -y siempre salía en todos- la gente aplaudía como en un reflejo condicionado. Ninguna hoja de ningún árbol en ningún rincón del territorio nacional se movía sin la autorización del Señor Presidente. Ahora ese poder se ha diluido. Y eso no es malo, pues todo absolutismo es pernicioso. Lo malo es que por alguna ley fatal que nos lleva a andar siempre en los extremos, sin lograr nunca un punto medio, hemos pasado del orden absoluto al absoluto caos. Del presidencialismo fuimos a dar a la anarquía. Ahora las Cámaras hacen lo que se les pega la gana, los partidos hacen lo que se les pega la gana, los gobernadores y alcaldes hacen lo que se les pega la gana, y todos en general hacemos lo que se nos pega la gana. El resultado se ve ya: la república está ligeramente jodidísima. Alguien dirá que estamos pagando el noviciado de la democracia, eso que antes no sabíamos ni con qué se comía y que ahora se nos atraganta. Pero tal noviciado ya va durando mucho. En fin, paciencia y barajar. Quizá algún día -lo verán los bisnietos de mis nietos- este país regrese al buen camino, el que tenía antes de que hubiera gente aquí... Babalucas andaba sin ropa por su casa. Lo único que traía era una corbata. Su esposa, extrañada, le pregunta: "¿Por qué andas así, en cueros?". Contesta el badulaque: "Estoy en mi casa ¿no?". "Sí -admite la señora-. Pero ¿y la corbata?". Responde Babalucas. "Es por si nos cae visita"... Aquel señor iba a ser objeto de una delicada intervención quirúrgica. Su hijo, que era cirujano, lo iba a operar. Ya en el quirófano, el señor le dice al joven médico: "Espero que todo salga bien, hijo mío. Sólo recuerda esto: si algo me pasa tu mamá tendrá que irse a vivir contigo y con tu esposa"... Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, decidieron dejar de fumar. Días después Himenia le dice a su amiguita: "Estoy desesperada. Creo que voy a caer otra vez en el vicio". "Haz lo que yo -le sugiere Celiberia-. Cada vez que siento ganas de fumar chupo un Salvavidas". "Sí -replica la señorita Himenia-. Pero tú vives cerca de la playa". (No le entendí)... FIN.