Doña Pasita levantó la sábana y contempló la entrepierna de su esposo. Le dice con acento de reproche: "No guardaste nada para la jubilación ¿verdad?"... El encargado del censo interrogaba al beduino: "¿Nombre?". "Riham Hamir". "¿Sexo?". "Cinco veces a la semana". "No. Hombre o mujer". "Hombre o mujer. Y cuando no hay, camella o camello"... Doña Chalina, mujer dada al chismorreo, platicaba con su esposo. Le dice éste: "Anoche vi a un médico salir de la casa de la vecina. Ha de estar enferma". "No lo creo -replica doña Chalina-. La otra noche yo vi salir a un militar, y no estamos en guerra"... Decía don Algón hablando de su secretaria Rosibel: "Cuando es buena es muy buena, y cuando es mala ¡es maravillosa!"... Las grandes bestias tienen un problema: continuamente deben demostrar que son eso, grandes bestias. Los elefantes afrontan otro problema adicional: según cierta leyenda, sienten miedo cerval por los ratones. Cuando ven uno los invade el pánico. Temen quizá que el bicho se les meta por la trompa. Entonces su enorme corpachón se llena de terror, y poseídos por el espanto son capaces de destruir aldeas enteras, como en las estampidas de las películas de Tarzán. Algo así sucedió con Estados Unidos después de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Se dirá que la cosa no era para menos, pero esos atentados provocaron dos guerras de enormes proporciones, a más del olvido de los derechos humanos por parte de la nación americana; la automática sospecha contra todo el que no sea blanco, rubio y de ojos claros, y el establecimiento de un ámbito de miedo por el cual -mínimo detalle, pero igualmente efecto del temor- deberemos ya siempre quitarnos los zapatos cuando pasemos la revisión del aeropuerto. Ni siquiera la ejecución de Bin Laden -pronto habremos de verla en la versión de Hollywood- hará que los Estados Unidos vuelvan a ser lo que fueron antes de que el S-11 los obligara a recordar algo que tenían ya olvidado, pues habían quedado atrás las memorias de Pearl Harbor y de la Guerra Fría: que son una nación vulnerable, igual que todas, por efecto de la globalización de la violencia. En nombre de Dios se cometen muchos crímenes, y en nombre de la libertad también. Sea este aniversario el recuerdo luctuoso de un crimen irracional que provocó primero dolor y desconcierto, ira y venganza luego. Y sirva esa terrible experiencia para fincar propósitos de paz, y no amenazas contra ella. Ya se sabe que cuando un elefante está asustado puede arrasar aldeas grandes y pequeñas. Desde aquí amonesto a esa gran potencia. Compórtate con conducta, gran potencia. Si no lo haces, en tu salud lo hallarás... Nota importante. Hago del conocimiento de mis cuatro lectores que no manejo cuenta alguna en Twitter, Facebook o cualquier otra red social. Alguien se hizo pasar por mí en Twitter y creó la cuenta @caton_FA, utilizando una foto mía que bajó de Internet. La denuncia correspondiente ha sido puesta ya en el centro de soporte de Twitter. De igual manera se procedió hace algunos meses ante Facebook, que de inmediato eliminó la cuenta del impostor. Por otra parte, recientemente se creó una página en Facebook bajo mi nombre. Aunque aclaro que no fui yo quien la creó, agradezco los generosos comentarios que ahí han aparecido sobre mi persona y mi trabajo. Todo lo que escribo, aquí lo escribo. Sólo en estos renglones, y en ninguna otra parte, hallarán mis cuatro lectores lo que creo, lo que pienso y lo que digo... Para quitarme el encaboronamiento que me produjo esa suplantación voy a narrar un último chascarrillo... Aquel hombre que ante su esposa bebía copa tras copa de vino exclamó de repente, emocionado: "¡Te amo!". La esposa, poco acostumbrada a esas expansiones, inquirió recelosa: "¿Estás hablando tú o está hablando el vino?". "Estoy hablando yo -replicó el hombre-. Y le estoy hablando al vino"... FIN.
