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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Languidio, señor de edad madura, fijó la vista en su parte viril, también llamada en los diversos países latinoamericanos con los siguientes nombres, por orden alfabético: atarantachanchos, burundanga, caralisa, chupirul, desnucasapos, escopeta, frankfurter, guaranga, huaraca, i, jaqueco, leño, morrongo, nabo, ococote, pizarrín, quitasueño, recopla, seis y media, tiliche, uno, verija, yuya y zochori. (Esta última voz es metátesis proveniente del vesre, forma del lunfardo rioplatense, jerga en la cual, para ocultar el sentido de una palabra, se coloca al principio su sílaba final, y luego las otras, en su orden). Después de mirarse la entrepierna profirió don Languidio con gemebundo acento: "¡Desdichada! ¿Por qué te moriste antes que yo, si somos de la misma edad?". Don Poseidón, granjero acomodado, tenía un estanque en el cual criaba peces para el consumo de su casa. Había un problema, sin embargo: la gente que iba de día de campo se metía a nadar ahí, y a más de revolver el agua la ensuciaba con toda clase de basuras. Una vez el granjero advirtió que un grupo de lindas chicas estaba en el estanque, Tomó una cubeta y fue hacia allá. Las muchachas, que se habían despojado de sus ropas para nadar, se molestaron. Le dice una de ellas: "¿Pretende acaso vernos desnudas? Pues sepa que no saldremos del agua hasta que usted se vaya". "No es mi intención mirarlas, señoritas -responde cortésmente don Poseidón-. Sólo vine a alimentar al cocodrilo". Babalucas, empleado de la compañía de luz, iba cortando con unas tijeras los alambres que sostenían los focos de la casa, los cuales iba entregando luego a la desconcertada señora que vivía en el domicilio. Le dice: "En realidad acabo de empezar a trabajar en esta empresa. Es la primera vez que me mandan a cortar la luz". Lord Feebledick se jactó en una fiesta: "Tratándose de sexo, a mis 70 años hago lo mismo que a los 20". Es cierto -confirmó su mujer, lady Loosebloomers-. Lo malo es que a los 20 años no hacía nada"... El vagabundo le pidió al elegante caballero: "¿Podría usted darme 2 mil pesos para tomarme un par de copas?". "¡Óigame! -protesta el caballero-. ¡Dos copas no cuestan 2 mil pesos!". "Ya lo sé -replica el vagabundo-. Pero cuando bebo me da después por ir con las muchachas". Doña Panoplia de Altopedo, dama de la mejor sociedad, acostumbraba darle una moneda cada día al pordiosero que se ponía en la puerta de la iglesia con un letrero que decía: "Una limosna por amor de Dios. Soy ciego". Llegó una mañana la señora, y vio que el pedigüeño había cambiado su cartel. Ahora decía: "Una limosna por amor de Dios. Soy paralítico". "¿Cómo es posible? -le reclama doña Panoplia con enojo-. ¡Ayer era ciego, y resulta que ahora es paralítico!". "Qué quiere usted, señora -responde con humildad el individuo-. El público siempre está pidiendo novedades". Un maduro señor y su esposa llegaron a un hotel. "Podemos darles una habitación -les informó el empleado-, pero sólo está disponible la suite nupcial". El hombre se molestó. "Mi esposa y yo tenemos 40 años de casados -dice-. No necesitamos una suite nupcial". "Mire, caballero -replica el encargado-. También puedo alquilarle yo el Estadio Azteca, y eso no significa que tenga usted que jugar futbol". Flordelisia, mujer joven y hermosa, vivía en su cabaña a la orilla del mar. Una tarde que caminaba por la playa vio tirado sobre la arena a un hombre que a las claras se veía era un náufrago. Fue y trajo ron para reanimarlo. Ya en sus sentidos el hombre le dice: "Mi barco se hundió, y yo fui el único sobreviviente. Pasé tres meses en el mar en una lancha, comiendo peces voladores que caían en mi bote y bebiendo agua de lluvia. Es un milagro que la corriente me haya traído aquí". "¡Pobre hombre! -se compadece Flordelisia-. Lo llevaré a mi casa y le prepararé una sabrosa cena. Luego podrá usted hacer algo que, estoy segura, ha pensado en hacer todos esos días que ha estado en el mar". "¿Cómo? -exclama el hombre lleno de alegría-. ¿De veras cree que podré checar aquí mi e-mail?". FIN.

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