"Papá: perdí mi doncellez". Así le dijo con solemne acento la hija de Babalucas a su padre. Le pregunta el badulaque: "¿Buscaste abajo de la cama?". En cierto pueblo de la Alta California -transcurría el siglo diecinueve- el capitán de las fuerzas coloniales estaba refocilándose con doña Chapirina, la joven esposa de don Calamocano Fundillón y Rácano, marqués de Jodega Llinas y conde de Chupamedias , grande de España (pero nada más de ahí) y rico hacendado. Sintió de pronto el capitán un golpe lacerante en ambos glúteos, que le fue inferido por una sombra negra que al punto saltó por la ventana. Se vio el mílite el trasero en el espejo de la habitación: tenía marcada en las pompas una gran Z. "¡El Zorro!" -dijo palideciendo. "¡Alabado sea el Señor! -exclama con alivio la joven consorte de don Calamocano Fundillón etcétera-. ¡Por un momento pensé que era mi esposo!".¿Debate entre Salinas de Gortari y López Obrador? ¿Para qué? Sería sólo un aporte más a la calígine que reina en el País. Nada bueno daría a la República ese encuentro de rencores. Sería como ver una pelea de mastodontes, el uno con nostalgia del pasado, aferrado el otro a un porvenir que no vendrá. Si ese debate se transmite por televisión yo mejor me pondré a ver alguna película de Pardavé, un episodio de "Bonanza" o un capítulo de la telenovela "Gutierritos". También todo eso es cosa del pasado. Don Astasio llegó a su casa y, como de costumbre, encontró a su esposa, doña Facilisa, en abrazo sensual con un desconocido. Desconocido para don Astasio, digo, pues a las claras se veía que la infiel señora tenía con el individuo mucha familiaridad, a juzgar por la forma en que se dirigía a él: le decía "Cuchirrango". Si una mujer no ha tenido con un hombre trato cercano y continuado ¿cómo puede llamarlo "Cuchirrango"? Colgó don Astasio su saco y su sombrero en una percha, y luego fue a buscar la libretita donde anotaba vocablos de castigo para decirlos a su mujer en tales ocasiones. Volvió a la alcoba y le espetó a la pecatriz este dicterio: "¡Torionda!". "Ay, Astasio -replicó la señora-. No entiendo esa palabra, ni puedo acudir ahora al diccionario, pues tengo un hombre encima". Y decía la verdad: el individuo era de extracción modesta, y no conocía otra postura que la tradicional. Le explicó don Astasio a su mujer: "La voz 'torionda' designa en el lenguaje de los ganaderos a la vaca que está en celo". Doña Facilisa se ofendió bastante al oír aquello. "No soy bovino -protestó enojada-, ni sufro de ardimiento. Para mí esto no es excitación genésica: es costumbre. Te pido entonces que moderes tu vocabulario". Y luego, dirigiéndose a su amante, concluyó: "Y tú no te moderes". Don Astasio meneó tristemente la cabeza mientras su esposa meneaba todo lo demás, y salió en silencio de la habitación. ¿De qué hubieran servido las palabras? Prefirió aplicar el antiguo proverbio alemán: "Was du nicht kannst meiden, / Das sollst du willig leiden". Sereno habrás de aceptar lo que no puedas cambiar. Todo indica que el cuento que ahora sigue es apócrifo. Tres náufragos llegaron a una isla, y fueron apresados por caníbales. Les dijo el jefe de los antropófagos: "Cada uno de ustedes deberá ir a la selva y traer tres frutos de la misma especie. Les diré luego lo que harán con ellos". Volvió el primero. Había hallado tres bananas. El salvaje le indicó lo que debía hacer con ellas. Y tendría que hacerlo en silencio, advirtiole, pues si dejaba escapar un quejo, o cualquier otro ruido, sería asaeteado. El hombre se negó. "Antes prefiero la muerte que hacer eso" -declaró grandílocuo. En efecto, los caníbales lo atravesaron con sus flechas. El segundo hombre regresó trayendo tres pequeñas frambuesas. El jefe de los antropófagos le dijo lo que tenía que hacer. El hombre dispuso en esa forma de la primera frambuesa, y luego de la segunda, sin dejar escapar sonido alguno. Pero cuando iba a disponer de la tercera soltó de pronto una carcajada. Los salvajes también le dieron muerte. Allá en el más allá el primer hombre le preguntó: "Ya casi habías superado la prueba. ¿Por qué te reíste?". Responde el tipo: "Es que el otro compañero venía con tres piñas". (No le entendí)