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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El gerente del club nudista le indica a la nueva secretaria: "Estará usted a cargo de la sección de varones, señorita Rosibel. Su trabajo será admitir los nuevos miembros"... Un perro le ladraba mucho al padre Arsilio. Le dice el dueño del animal: "No le extrañe, padre. Usted es un sacerdote mexicano, y él es un pastor alemán". Contaba una señora: "Mi esposo y yo teníamos un método muy bueno para ahorrar: cada vez que hacíamos el amor apartábamos una cierta cantidad y la depositábamos en el banco. Por desgracia últimamente él ha visto muy disminuida su capacidad de ahorrar"... Aquel señor tenía problemas psicológicos que sólo él conocía. Sin comentar el asunto con su esposa decidió buscar ayuda. Un amigo le recomendó a cierta psiquiatra de prestigio. Tras varias sesiones con la profesional el señor empezó a sentir alivio, tanto que se animó a tratar la cuestión con su mujer. Le dice un día: "Quiero hacerte una confesión: estoy viendo a una psiquiatra". "Te agradezco que me lo digas -responde ella-. Ahora puedo decirte que yo estoy viendo a un contador, a un ingeniero, a un economista, a un profesor, a un mecánico y a un doctor"... Le dice el dinosaurio a la dinosauria: "Está bien, Dina: no lo haremos. Pero una cosa te digo: si sigues con eso de: 'Esta noche no. Me duele la cabeza', te aseguro que nos vamos a extinguir"... El médico le informa a su paciente: "Don Ultimiano: le quedan a usted unos cuantos días de vida". "¡Santo Dios! -se consterna el infeliz-. Me gustaría oír otra opinión". "Cómo no -accede el galeno-. Opino que en las actuales circunstancias, la democracia y la justicia son factores indispensables para lograr la paz"... En la noche de bodas el novio le dice a su desilusionada mujercita: "Pero Susiflor, tú decías siempre que te gustaban las pequeñas cosas de la vida"... Después de tres días de parranda volvió a su casa Astatrasio Garrajarra, en casi perfecto estado de ebriedad (nada hay perfecto en este mundo). Su mujer se negaba a abrirle la puerta. Clama con desgarrada voz el temulento: "¡Ábreme o me corto las venas!". Le responde su esposa hecha una furia: "¡Lo que deberías cortarte es la peda, cabrísimo grandón!"... Don Martiriano sufría la opresión de doña Jodoncia, su tremebunda cónyuge. Les cuenta el infeliz a sus amigos: "Me compré un libro que se llama 'Cómo ser el jefe de su casa'". Le preguntan ellos: "¿Da resultado el libro?". "No sé -responde el infeliz-. Mi señora no me dejó leerlo"... Llegó a su domicilio don Astasio y, como de costumbre, sorprendió a su mujer, Facilisa, en brazos de un desconocido. Dejó don Astasio su portafolios en la cómoda y fue al ropero donde tenía guardada una libreta en la cual apuntaba calificativos para decirlos a su mujer en tales casos. Volvió a la alcoba, se plantó a los pies de la cama y hojeó la libretita a fin de hallar el término aplicable al caso. Lo encontró finalmente, y dijo a la infiel esposa: "¡Conchabada!". Ella volvió la vista al oírse llamar así, pero no suspendió las rítmicas agitaciones que en ese momento la ocupaban. Lo que sea de cada quien: doña Facilisa podrá haber sido cualquier cosa, pero sentido del ritmo sí tenía. Si su afición la hubiese llevado por el campo de la música habría sido una excelente bongocera. Sin dejar sus meneos -en tempo di marcia, dos por cuatro- respondió doña Facilisa a su marido: "-No seas injusto, Astasio, ni egoísta. A ti te hago de comer, te lavo y plancho la ropa, te mantengo la casa limpia, te platico... A él nada más le hago esto"... FIN.

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