Planicia estaba planchando su brassiére. "¿Para qué lo planchas? -le dice con voz de burla su marido-. Tienes un busto insignificante''. Responde ella: "También te plancho tus calzones, ¿no?''... En el cementerio de un pueblo cuyos habitantes eran todos aficionados al béisbol estaba la tumba de una mujer que nunca oyó un te quiero, señorita de las de antes. Su monumento funeral mostraba la siguiente lápida: "Yace aquí Solia Célibez / entre coronas de flores. / Nació virgen; murió virgen. / Cero carreras, cero hits, cero errores''. En otro panteón, en cambio, se asombró el sepulturero. "¿Qué es esto? -exclamó sorprendido-. ¡Un ataúd en forma de Y griega!''. "Tuvimos que hacerlo así -le explica en voz baja el de las pompas fúnebres-. Nunca pudimos cerrarle las piernas a la difuntita''... Aquellos muchachos tenían una fiesta en su casa. Había chicas, música fuerte, baile en grande, licor, gritos y risas estruendosas. En eso llegó el abuelo, que iba de visita y no sabía de la reunión. Le pregunta muy orgulloso uno de sus nietos: "¿Habías visto algo como esto, abuelo?''. "Nada más en una ocasión, hijo -responde el anciano-. Y por un rato solamente, pues en eso llegó la policía y clausuró el congal''... Naufragó el barco, y un marino logró salvarse asiéndose a un madero. Al día siguiente las olas lo arrojaron en una isla habitada exclusivamente por sirenas. "Ironías de la vida -exclama con tristeza el marinero-. No me gusta el pescado ni la leche''. Don Severiano García, a quien toda la gente llamaba con cariño el Chato Severiano, fue un amabilísimo personaje de mi ciudad, Saltillo. Maestro de Lógica en el Ateneo Fuente, la lógica que usaba era implacable. En cierta ocasión reprobó a uno de sus estudiantes. La mamá del muchacho se apersonó ante él y le reclamó el hecho de haber suspendido a su retoño. "No es justo" -protestó. "Vamos a ver, señora -razonó el maestro-. Supongamos que a su hijo le cae un rayo. ¿Es eso justo o injusto?". "Es injusto" -respondió con vehemencia la señora. "¡Pero le cae!" -concluyó terminantemente el Chato. Don Severiano tenía gallinas en el corral de su casa. Cuando les echaba maíz, el gallo llegaba a toda carrera para comer también. El Chato lo hacía a un lado con el pie, y le decía con tono de reproche: "¡Como si pusieras tanto!". Muchos mexicanos pagamos cabalmente y con puntualidad nuestros impuestos. Yo recibí una carta firmada por el Presidente Calderón en que me felicita por ser un buen contribuyente. (Dicho sea entre paréntesis, me gustaría que los escritores gozáramos de la misma prerrogativa que los pintores han tenido, la de pagar los impuestos en especie. No sé si eso todavía esté vigente, pero antes los artistas plásticos le daban a Hacienda un cuadro, y con eso su obligación quedaba ya cumplida. ¿Por qué a nosotros los escribidores no se nos permite pagar con un lindo poema, un divertido cuento, o un conceptuoso ensayo? Yo tengo una novela inédita de 2 mil páginas a disposición de las autoridades hacendarias. ¿Me la aceptan?). Pagamos nuestros impuestos a la Federación, y no vemos que esos tributos nos sean devueltos en forma de obra pública apreciable. Buena parte de nuestras contribuciones se va a los partidos políticos, al pago de una inconmensurable cantidad de supuestos representantes populares que a nadie representan, al sostenimiento de una pesadísima burocracia electoral, y a obras suntuarias como el nuevo recinto de los senadores, el cual, por falta de espacio en el sitio en que se construyó -el más caro de México-, provocará que el bellísimo Paseo de la Reforma se convierta en sitio de manifestaciones, con todos los inconvenientes y males que eso traerá consigo. A ese gobierno, plagado por lacras de corrupción e ineficiencia, habrá que decirle lo mismo que a su gallo decía el inolvidable Chato Severiano: "¡Como si pusieras tanto!". Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado. Llega una linda muchacha al centro médico. "Perdone -pregunta a la recepcionista-. ¿Me pueden hacer aquí una mamografía siquiátrica?''. "¿Mamografía siquiátrica? -se sorprende la encargada-. No sé si exista esa clase de mamografías. ¿Por qué necesita usted una mamografía siquiátrica?''. Explica la muchacha: "Es que cuando me tocan las bubis me vuelvo loquita''... FIN.