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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Tetonina Dobledé es una mujer de busto mayestático. Ubérrimas son las prominencias pectorales de la señora Dobledé, tanto que alguna vez le reclamó al mesero por su tardanza en traerle la pizza de pepperoni que pidió. El camarero le informó que hacía media hora se la había llevado, y si no se veía es porque la pizza (de pepperoni) estaba abajo de sus voluminosos hemisferios. Pues bien: a doña Tetonina le sucedió algo insólito: un buen día le apareció una tercera bubis, exactamente entre las otras dos. No debe extrañar tanto ese fenómeno: por documentos de rigurosa exactitud histórica se sabe que Ana Bolena, segunda esposa de Enrique Octavo de Inglaterra, tenía tres tetas -a más de un sexto dedo en la siniestra mano- con las cuales hacía las delicias del cachondo monarca. El marido de la señora Dobledé, al ver aquella tercera chichi en su mujer, la llevó de inmediato con un cirujano plástico. "Doctor -le dijo-: mire lo que le salió a mi esposa". Ella dejó al descubierto su región torácica, con lo que el facultativo pudo ver la nueva bubis de doña Tetonina, que para entonces ya había alcanzado el tamaño de las otras dos. Se puso el médico la mano en la barbilla y dijo: "Mm, mm". Con esa actitud meditativa y de concentración podía añadir 200 pesos -100 por cada "Mm"- a la cuenta de sus honorarios. "Ya entiendo -declaró seguidamente-. Quiere usted que le quite a su señora esa mama adicional". "¡No, doctor! -se asustó el marido de doña Tetonina-. ¡Quiero que me implante a mí una tercera mano!". ¿Por qué al hacer la reforma política -que tuvo más de política que de reforma- los partidos se negaron a admitir lo de la reelección de diputados y senadores? Creo saber la causa: porque más que partidos son agencias de colocaciones. Muertas las ideas, sepultados los ideales y las ideologías, lo único que pervive es el pancismo, esa suprema realidad de los estómagos por la cual los políticos buscan sólo favorecer el interés de sus partidos, y su medro personal. Si hubiera reelección de representantes populares ellos tendrían que ser auténticamente eso: representantes populares, y dependerían más de sus electores que de la cúpula de su organización, pues quedarían sujetos al escrutinio de los votantes, y a su ratificación o no. Al mismo tiempo, con la reelección se cerraría la posibilidad de repartir más chambas, lo cual haría menos atractiva la militancia partidista. Por eso nuestros políticos son conservadores, aun los de la izquierda más extrema: porque el statu quo los favorece, igual que a los dueños de los grandes capitales. Los políticos son dueños de un capital enorme: la vida nacional. Y no están dispuestos a soltarlo. ¡Bófonos! Tus palabras, columnista, resonarán a lo largo y ancho del territorio nacional, y muy probablemente también a lo alto. Narra en seguida algunos inanes chascarrillos, aunque no resuenen tanto, y da después por terminada tu tarea de hoy. Don Wormilio le dijo a la sexoservidora con la que entró en la habitación: "Vengo contigo porque todas las mujeres me ignoran". Asoma a la puerta la mesalina y grita: "¡El que sigue!". Un vaquero texano fue a Australia. Le dice a su anfitrión australiano: "Texas es dos veces más grande que Australia". El aussie le mostró su rancho. Le dice el otro: "El rancho más pequeño de Texas es dos veces más grande que éste". El australiano lo llevó a ver sus vacas. "Las reses texanas -dijo el cowboy- son dos veces más grandes que éstas". En eso pasó un canguro dando saltos. "¿Qué chingaos fue eso?" -pregunta el texano, boquiabierto. Responde el australiano con naturalidad: "¿Qué en Texas no tienen ustedes chapulines?". Astatrasio Garrajarra, ebrio consuetudinario, llegaba a su casa borracho todas las noches, y su esposa le hacía una terrible escena. Alguien le aconsejó a la señora que cambiara de táctica: debía ser cariñosa con el briago; quizá con eso cambiaría de conducta. Así, la siguiente noche que Asatrasio llegó en estado de embriaguez su señora lo recibió con abrazos y besos, y le dijo luego: "Vamos a la recámara, mi amor". "Vamos -tartajea Garrajarra-. Al cabo de cualquier modo ahora que llegue a mi casa mi mujer me va a recibir hecha una furia". FIN.

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