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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Bien sé lo mucho que te gusta el sexo -le dijo la recién casada a su marido-. Antes de nuestro matrimonio lo hacíamos en forma diaria. Ahora lo haremos un día sí y otro no". "Está bien -acepta él-. Vendré a la casa cada tercer día"... Lord Strabis-Mus recibió una invitación del duque de Dorky para cazar en sus dominios. A poco de empezar la cacería le informa lord Strabis al montero: "Acabo de disparar sobre una fea bestia que jamás en mi vida había visto. Ahí está el horrible animal, berreando como condenado a la orilla del estanque. Tiene la cabeza cubierta por una pelambre hirsuta de color amarillento; la piel verdosa; una enorme nariz protuberante, como de caribú o alce americano; colmillos salientes, y una grupa mayor que la de un hipopótamo o rinoceronte. Precisamente en la grupa le atiné el escopetazo". "Bloody be! -se consterna el batidor-. ¡Por la descripción que me hace juraría que le disparó usted a la duquesa!"... Don Chinguetas y doña Macalota acudieron a la consulta de un consejero matrimonial, pues él tenía una queja de su esposa. "En los 15 años que llevamos de casados -le dice don Chinguetas al especialista- ella nunca ha estado de acuerdo conmigo en nada". "Son 16" -apunta doña Macalota... Toda mujer debe tener al menos dos amigas: una para hablar con ella, y la otra para hablar de ella. La amiga de Chalina le pregunta: "¿Será cierto lo que la gente anda diciendo de la vecina del 14?". "¡Claro que es cierto! -profiere doña Chalina-. ¡Sí lo sabré yo!". Hace una pausa, y luego inquiere: "¿Y qué es lo que la gente anda diciendo de la vecina del 14?"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, iba todos los días a la farmacia y le pedía al farmacéutico dos condones. Se enteró de eso Solicia Sinpitier, amiga de la señorita Himenia, y célibe como ella, y le preguntó, extrañada: "¿Para qué compras dos condones cada día? Tú y yo sabemos bien que no tienes ninguna actividad sexual". "Es cierto -reconoce la señorita Himeia-. Pero el farmacéutico ya está empezando a fijarse en mí"... Un cierto señor pasó a mejor vida, y deudos y amigos en honda cuita se congregaron para darle cristiana sepultura. A la salida del panteón un amigo del finado, amigo a quien la viuda no conocía, se acerca a la llorosa mujer y le dice después de expresarle su más sentido pésame: "Señora: quiero que me permita ir esta noche a su casa y ocupar en el lecho de su alcoba el lugar que por el lamentable óbito de su esposo, mi inolvidable amigo, ha quedado vacío". "¡Grosero, majadero, sinvergüenza! -se indigna la mujer-. ¿Cómo se atreve usted a hacerme semejante petición? ¡Es usted un grosero, un majadero, un sinvergüenza!". (Nota: como se ve, el catálogo de denuestos de la viuda era bastante limitado). "Perdone usted, señora -se disculpa el otro-. Yo no la conocía a usted, pero había oído hablar de su belleza. Lo que esta tarde he visto al contemplarla supera todo lo que me dijeron. ¡Es usted una beldad, una venus, una diosa!". Acota la viuda enjugándose las lágrimas: "Y eso que no me ha visto cuando no he llorado"... ¡Hoy! Sí, hoy presentaré en la Feria Internacional del Libro, en Monterrey, mi más reciente obra, y la más pícara y picosa que mi caletre ha dado: "Los mil mejores chistes que conozco, y otros cien más buenos aún". El regocijante acto tendrá lugar en Cintermex, a las 12 de mediodía. Te espero a ti, que eres uno de mis cuatro generosos lectores, para disfrutar juntos el regalo de la risa, tomarnos una foto y compartir chascarrillos, anécdotas y cuentos. ¡Ahí nos encontraremos!... Simplicio era tan corto en su trato con mujeres que su amigo Pitorro le consiguió por teléfono una cita a ciegas con una chica. Simplicio se inquietó: "¿Y qué sucederá si la muchacha es fea, antipática y desagradable? Tendré que pasar con ella varias horas". "No te preocupes -lo tranquilizó Pitorro-. Cuando la veas, si es espantosamente horrible, haz: '¡Aurrrrgggh!', y finge un ataque fulminante de asma. Luego te despides, y así te librarás de ella". Tranquilo ya por esa sugerencia, el inexperto joven se presentó en la casa de la chica y tocó el timbre. Abre ella la puerta, ve a Simplicio y hace: "¡Aurrrrgggh!". FIN.

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