Este hombre joven se llama Komo Keyá. Su nombre nos indica que padece un serio problema de eyaculación precoz. Su caso no es raro: en algunos países hay estadísticas al respecto, y se sabe que cerca del 40 por ciento de los varones padecen esa disfunción sexual. Muchos ni siquiera se dan cuenta de que la tienen: piensan que las cosas son así, y no se percatan de la insatisfacción de su pareja. Sin embargo, la eyaculación precoz es una causa de desajustes matrimoniales más frecuente que la disfunción eréctil. Esta última afección recibe mayor publicidad que la eyaculación prematura, sobre todo a raíz de la aparición del Viagra, cuyo uso es ahora tan común que las instituciones de salud pública han puesto ese producto, y otros semejantes, en el cuadro básico de sus medicamentos. (Nota. En mi ciudad esos remedios no se necesitan, pues las miríficas aguas de Saltillo elevan la potencia de los hombres a la cuarta potencia, por lo menos, aun la de los más valetudinarios y provectos). Uno de mis cuatro lectores, joven él, y músico en una orquesta que toca música de la nostalgia, me contó que fue a cierta población a tocar en un baile para personas de la tercera edad. Se rió bastante cuando entró en el baño de señores y vio el suelo tapizado de sobrecitos de Viagra, Cialis y otros fármacos de la misma especie: los maduros bailarines se preparaban para hacer honor al grato compromiso que seguiría a las románticas cadencias de la danza. Es poco sabido que la eyaculación prematura se presenta en los varones en mayor medida que los problemas de erección. Oiremos más acerca de ella cuando surja un medicamento que la alivie. Antes la disfunción eréctil no se mencionaba, y ahora se le cita por su nombre hasta en los anuncios de la televisión. Pero advierto que me estoy apartando del caso de Komo Keyá. Sufría él ese problema, el de eyaculación temprana. Un especialista en problemas de orden sexual le preguntó: "¿En qué momento de la relación termina usted?". Respondió el muchacho: "Entre '¿Cómo te llamas?' y '¿De qué signo eres?'". Dijo Komo Keyá que su problema era tan grave que cualquier alusión sexual lo hacía terminar. Al oír eso el facultativo no pudo reprimir una exclamación admirativa, y dijo: "¡Coño!". Al punto el paciente hizo: "¡Oh, oh! ¡Ughhhhh! ¡Ijjjjjj! ¡Ahhhhhhhhh!", y otros sonidos onomatopéyicos que acompañan al orgasmo masculino. ¡Con sólo escuchar aquella palabra el menso había terminado! Tanto en el caso de la disfunción eréctil como en el de la eyaculación precoz la ayuda médica y la comprensión y amor de la pareja son fundamentales. Tampoco estorba un poco de conocimiento acerca de los variados modos y maneras de buscar y proporcionar una mutua satisfacción sexual. Pero éste no es mi tema de hoy, con todo lo interesante que pueda resultar. Lo que quiero decir es que juzgué prematuramente la capacidad de las numerosas tribus en que está dividido el PRD para ponerse de acuerdo en cualquier cosa. La elección de los órganos de gobierno de ese partido se hizo en forma tal que el proceso fue calificado de "cochinero" aun por los simpatizantes de la izquierda, y hubo de suspenderse en cinco entidades, entre ellas el Distrito Federal, donde un grupúsculo se apoderó de la sede en la cual se distribuirían las boletas electorales respectivas. ¿Así se va a presentar el PRD en la elección presidencial, con tal división y con tan grande caos? Tiemblo al pensar en esa posibilidad. A fin de aliviar dicho temblor -miren cómo me laten las sienes- narraré algunos chascarrillos, y luego pasaré a retirarme... La abuelita le pregunta a su nieto adolescente: "¿Por qué tardaste en venir a comer?". Contesta el muchachillo: "Estaba tocando mi gaita". Le dice la ancianita: "Estás en la edad. Pero antes de sentarte a la mesa ve a lavarte las manos"... El estilista le mostró en el espejo a Babalucas el corte de pelo que le había hecho. Pide el badulaque: "Lo quiero un poco más largo en la parte de atrás"... Un gendarme detuvo a una sexoservidora, y la llevó ante el juez. "¿A qué se dedica usted?" -le preguntó el severo juzgador. "Soy ingeniera sexual" -respondió ella. "¿Ingeniera sexual?" -se sorprendió el letrado. "Sí -confirma la muchacha-. Levanto cosas, y luego las hago caer". (No le entendí)... FIN.