Dulcilí era joven e ingenua. (Aun en estos calamitosos tiempos que vivimos todavía se puede ser las dos cosas a la vez). Llorosa, gemebunda, les anunció a sus padres: "¡Me tronaron en la escuela!". "¿Quieres decir -inquiere preocupado el genitor- que te reprobaron?". "¡También eso!" -prorrumpe en sollozos Dulcilí. El magnate de la industria llevó a su primogénito a la oficina. Le mostró por la vidriera de la ventana su gran fábrica, y le dijo: "Algún día, hijo mío, tú tendrás todo lo que ahora tengo yo: insomnio, tensiones, derrames de bilis, úlceras, estrés.". Jactancio, sujeto dado a fanfarronerías, farsanterías, farolerías y farfantonerías, llegó a su trabajo aquel infausto lunes con la cabeza llena de vendajes, el rostro amoratado, violáceos los dos ojos, un brazo en cabestrillo, minerva al cuello, y apoyándose en un bastón, pues iba cojeando lastimosamente. Una de sus compañeras exclamó con acento desolado: "¡San Caprasio me valga! (Nota: San Caprasio es el santo patrono de los traumatólogos y de quienes sufren fractura de algún hueso. Su fiesta se celebró el 20 de este mes). ¿Qué te pasó, pobre amigo, que vienes así, mazado, saraviado, tundido, excoriado y magulado? ¡Desdichada de mí, que no poseo palabras suficientes para expresar mi tríbulo, tan pobre es mi vocabulario! Dinos, di, Jactancio: ¿quién te redujo a este triste estado? ¿Qué te sucedió?". Responde el tal Jactancio con voz apenas audible: "Calculé mal". Su compañera se asombró. "¿Por un mal cálculo te ves en tan penosa condición?". "Sí -confirma Jactancio-. Estaba yo en un bar. Embravecido por las copas me planté en medio del local y dije: 'Calculo que todos los que están aquí son unos cobardones, y que ninguno puede conmigo a las trompadas'. Calculé mal". Pues bien: si no fallan los cálculos de la ONU, hoy lunes 31 de octubre nacerá en algún lugar del mundo -quizá en la ciudad donde tú vives- el habitante número 7mil millones del planeta. Yo lo saludo con alegría. No comparto los ominosos vaticinios de quienes dicen que el aumento de población es una bomba de tiempo cuyo estallido destruirá esta frágil burbuja de vida que es la Tierra. No se han cumplido las predicciones del maltusianismo. La criatura humana, quizá movida por el instinto de conservación, o bajo el peso de las crisis económicas, ha aprendido a regular el número de los nacimientos, y los recursos de la ciencia han hecho que el fantasma de la escasez de alimentos sea cada vez menos amenazante. En esta señalada fecha me permito hacer un modesto, pero sincero exhorto a la humanidad entera. ¡Aprende, humanidad, a cuidar la casa en donde vives! Si no regulas las fuentes de energía, con el sobrecalentamiento del planeta vendrán irreversibles males. Aprende también a compartir tus bienes, de modo que los países ricos ayuden a los pobres a superar sus carencias, intolerables ya en un mundo que alardea de modernidad. Si haces lo que te digo la nueva población del mundo no será peligro, sino esperanza. Te informo también, humanidad, que por mi parte yo ya cumplí en tiempo y forma -sobre todo en forma- el bíblico mandato de crecer y multiplicarme. Sin embargo no esperes ya de mí alguna nueva multiplicación. Ahora todo es resta. El hijo de don Avaricio Cenaoscuras, sujeto ruin y cicatero, llegó a la casa con una rotura en el pantalón. El cutre se enfureció: "¡Qué descuidado eres! ¡Mi abuelo, mi padre y yo usamos ese pantalón, y tenías que ser tú el que se lo acabara!". Don Valetu di Nario, señor de edad madura, les dijo a sus amigos: "Cumplí años, y mi esposa me regaló una Van". "¡Magnífico regalo! -se admiró uno-. ¿Cuándo nos invitas a estrenar ese útil vehículo, cuyo nombre es abreviación de la palabra 'caravan', y que se emplea para transportar un grupo numeroso de personas?". "No me expliqué bien -replica el añoso caballero-. Mi esposa me regaló una Van: Viagra, Antiflogistina y Neomelubrina". FIN.